viernes, 27 de junio de 2014

Romance de "El Gurugú"









Romance de ‘El Gurugú’



     Es un nombre militar de marroquí procedencia, ese monte Gurugú de maniobras de guerra, pero nunca fue fingida la bravura de su cuesta, que en la era de Bahamontes, de Suárez y de Botella, hincábamos los pedales tras de sus victorias épicas. Nuestro mundo era un dilema: o el Gurugú o el Zulema. Una época dorada de carreteras desiertas donde al que baja o que sube se le conocen sus señas. ¿Y dónde estabais vosotros los que aquí pegasteis hebra, los que metisteis la mano con el pan en la salsera? ¿Dónde estabais, muchachitos, cuando Alcalá era pequeña? Vinieron los que vinieron y entre los que aquí vinieran nos prometieron un lago y sólo hicieron bañeras en la ciudad donde el río desde siglos serpentea. Vosotros los que no estabais me echáis de la carretera, ya no puedo ir en bici y han embalado mi meta. ¿Y dónde estabais vosotros en esa cuesta primera, cuando grillos y chicharras bordonaban las cunetas, cuando chirriaban los frenos de las cargadas carretas?     

     Y el sabio de aquel lugar quiso dejar esta prenda: “Hubo grillos de estos pagos, vinieron grillos de afuera. Cervantinos los que nacen, cisnerianos los que llegan. Cisneriana es la ciudad desde los tiempos del César”.  

  Al monte del Gurugú Casado puso chistera, era un gorro cervantino de armadura quijotesca que desde el alto clamaba endulzando la existencia: Restaurante ‘El Gurugú’ de nuestras tierras cumbreras, derroteros de sudor para llegar a su mesa, en sus curvas peraltadas le cogimos sus maneras, y de las maneras nuestras se combaron sus maderas. Ay, Gurugú, que me han dicho que te mueres y que cierras. y un poco morimos todos sin el horno de tus cenas, sin el aire de tu monte, sin tu pinar que sombrea, sin el baile de tus fiestas, sin los baños de tu alberca, sin correr unas vaquillas o sentarse en sobremesa con amigos que tú acopias ante el fulgor de tu leña, sin vistas de tu terraza que cuelga sobre la vega. Vega que ocupa Alcalá como si fuera una huerta: hortalizas que despuntan del humedal de tu tierra: los repollos alineados, calabazas como iglesias, los girasoles son torres y tus surcos son arterias. Eso dice tu baranda, vigía que nos otea.

     La vega aprendió a subir a la montaña cimera. Aprendimos a subir en coche o en bicicleta, aprendimos a subir a comuniones y fiestas, a las bodas y bautizos con ‘smoking’ y pamela, y un día subió la crisis trepando por las laderas y se subió hasta la copa dejando las ramas secas. Maldita esta negra crisis que es la grafiosis de empresas que nos cierra los rebrotes y nos lame la corteza, que nos echa los cerrojos y nos abre la miseria. Si la peste llega al plato es una cosa muy seria.

     ‘Los viernes del Gurugú’ iba a cumplir su treintena. Últimos viernes de mes, el último se celebra como los de Filipinas sin saber lo que hay afuera, donde la guerra ha acabado y ellos siguen la contienda de mandíbula batiente que, encerrados, no se cierra.

     Ya se acaba ‘El Gurugú’ y frío ya no se queda el plato de Ruiz Castillo de darle tanto a la lengua, que despreció los sabores de los tasajos que esperan. Ya se acaba ‘El Gurugú’, aquella noche de estrellas en la que dije los versos de Tomás Ramos Orea, y al volar tantos ardores, Prona ardía como tea, un trasfondo de Nerón de los primeros setenta. Se acabó ‘El Gurugú’ y por la cuesta antigua de su curva de ballesta van rodando los amores  que en cada puerto del mundo trajo en versos el poeta, ya rebosan los recuerdos, ya toman la barranquera, allí van las diatribas, allí van las verborreas, copas de Magno de Ubríes, humos de Sola en la puerta, bajan los platos rodando, van brincando paelleras…

     A tu baranda colgada, pregonero con trompeta, me asomé a tu paisaje y troné de esta manera: “Vecindario de Alcalá, escuchad esta advertencia, que ya no subáis p’arriba, que no tiene fin la cuesta”. Y el sabio mayor del valle, el Salomón de la vega, abocinando sus manos le devolvió esta sentencia: “Si tú subes para arriba, dos veces subes, colega”. Y el pregonero de arriba le replicó con presteza: “Bien has hablado, gran sabio, diciendo mi fortaleza, que tú no subes p’arriba ni doblando la receta”.
    
     Adiós a las altas risas del Gurugú que fondea, será su muerte anunciada el próximo día treinta. Y nos bajamos del monte llaneando de tristeza.

José César Álvarez
www.josecesaralvarez.com


jueves, 19 de junio de 2014

El tiqui-taca









El tiqui-taca
      
    El tiqui-taca es un estilo de juego, quiere ser la definición plástica del juego distintivo de la selección nacional de fútbol. Quiere ser la expresión de la clave de su triunfo mundial y doblemente europeo, cuyo éxito no se lo quita ningún vendaval holandés que en belicosa venganza le salga al paso. Es el pase corto en los momentos de transición. Es la machacona insistencia en la retención, casi burla del contrario, es el dominio del juego, el poder de la posesión, que debe cristalizar en un desenlace inesperado que se va cuajando con esa retención del tuya, mía, suya, del otro, del de más allá, para volver a empezar: mía, tuya…
     El tiqui-taca de la selección nacional, que parece pedir el relevo de sus ejecutores principales, me parece verlo también en la sucesión monárquica, que es el gran acontecimiento nacional que coincide en el tiempo con el genuino tiqui-taca que se comunica en esa conjunción selección-sucesión. Don Juan de Borbón no pudo decir ‘mía’, pero dijo ‘tuya’ cuando le pasó el balón a su hijo Juan Carlos, quien a su vez le ha pasado ahora el juego a su hijo Felipe. Pero este tiqui-taca es una razón de Estado, una transición articulada con seguridad, de tal forma que el balón no pueda nunca ser robado por el contrario, que la jugada no esté sometida al albur, que la entrega del balón no dependa de la circunstancia ocasional de la jugada. Su posesión de dominio no es coyuntural, el Estado no juega, el Estado prevé y provee. La estabilidad del Estado está sometida a la de los ciudadanos que acoge.
     Los dos tiqui-tacas, cuyos eventos se montan en el tiempo, envueltos en idéntica bandera, son, sin embargo, de naturaleza bien distinta. El tiqui-taca de la selección es espontáneo y caprichoso; pero el de la sucesión en la Jefatura del Estado no puede ser un capricho de gargantas futboleras del momento, no puede ser un grito de la calle, en contra de la seguridad ya pactada, con el falso señuelo de que la democracia se hace día a día. El tiqui-taca de la selección es para el juego corto, el de la sucesión es para el juego largo, tan largo que viene de siglos. Pero, ambos juegos deben ponerse en escena según un ordenamiento básico para su normal desarrollo. En el tiqui-taca del juego corto se respeta el reglamento y el árbitro arbitra con autoridad. Pero en el juego largo de nuestra convivencia, ese acuerdo básico ha sido protestado, y ha sido roto por dos grupos: IU y CiU. que no han respetado nuestra carta básica de convivencia y nadie les ha sacado tarjeta.               






     España tiene la monarquía más antigua del mundo después de Japón. En la monarquía que no vota, que es neutral, están incluidas y pagadas todas las elecciones y campañas políticas  para la presidencia de una supuesta república, cuya política se concentra y unifica en la figura del presidente del Gobierno. Si el tiqui-taca de la selección tiene un sello distintivo, también lo hay en el tiqui-taca de la sucesión, donde no hay coronación sino proclamación ante las dos Cámaras, como Monarquía parlamentaria, representativa del pueblo. Lo cual supuso una puesta al día de la monarquía tradicional.
     Pero los contestatarios que España ha llevado siempre colgados de la chepa a contracorriente, piden la Tercera República, en tanto que, para seducirnos, nos enseñan la bandera de la Segunda, a donde nos quieren llevar, retrotraer. Es ese, sin duda, el período más ominoso de nuestra historia, en cuyo fango quieren refocilarse, el período menos legítimo y justo, menos democrático, incendiario, cainita, atroz, donde ganaba la derecha en las urnas para formar gobierno y decidía el dedo del presidente republicano.
     El gran estadista alemán Otto von Bismarck, creador de la moderna Alemania, dijo una frase sobre España que está recorriendo ahora las redes sociales: ''Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido''. Eso que el alemán no llegó a conocer la II República ni la guerra civil. Pero conoció las guerras carlistas, a absolutistas y liberales, a monárquicos y republicanos, a anarquistas, las conspiraciones, las desamortizaciones, los pronunciamientos, los caciques, las banderías, los atentados…
     A la hora de actualizar la nómina de los destructores del Estado, surge un abigarrado maremágnum de activistas de contornos muchas veces imprecisos. Ahí está en la cabeza el separatismo catalán, los nacionalismos en general, el abertzalismo pro-etarra, el republicanismo filocomunista, el bolivarismo, los indignados,  los antisistema… El Estado puede entender el descontento de tan larga crisis, pero no se puede permitir nunca que la violencia y el pisoteo de la ley queden impunes.
     En el tiqui-taca de la selección hay un árbitro con silbato que pone orden y saca tarjetas a quienes le cuestionan su autoridad. ¿Por qué no existe eso mismo en los tiqui-tacas del Estado? Pues no existe.




José César Álvarez
Semanario ‘Puerta de Madrid’, 21.6.2014

viernes, 13 de junio de 2014

Reyes que aquí pisaron y moraron



 
Reyes que aquí pisaron y moraron
     

      Atravesaba a pie un bello pueblo coruñés del Camino de Santiago en la ruta de los ingleses,  cuando alguien replicó así a mi curiosidad: “aquí pisó y moró un rey”. Era, pues, un pueblo colgado en la historia porque un rey, hace siglos, durmió allí una noche. Es la magia literaria de los reyes. En esta alta primavera que va a traer un nuevo rey a España, queremos echar una ligera mirada a  reyes que en Alcalá “pisaron y moraron” en el sentido de mi confidente.
    Dicen que en el 380 estuvo aquí unos días el emperador romano Flavio Valentiniano para otorgarnos Leyes Imperiales. Veníamos entonces en el mapa como Complutum.
     Y, sobrevolando el desierto amnésico de Santiuste, sobre visigodos y árabes, nos plantamos en 1268 donde el infante Sancho está ya en Alcalá de Henares firmando un decreto que favorece las dos industrias locales del momento, los caballos y la vid, cuyo famoso vino dormía en las bodegas de la calle de la Tercia. El futuro Sancho IV el Bravo no será coronado hasta 1284, después de muerto su padre Alfonso X el Sabio, el que concedió a Alcalá las ferias de San Bartolomé y que su hijo las protege para que no sean detenidos los feriantes de Alcalá. Y dio Fuero Viejo a esta villa, donde iguala en privilegios y penas a cristianos, judíos y moros conversos. Nos dio sobre todo los Estudios Generales, precede
nte de la Universidad. Y su cariño por Alcalá está en su testamento, donde, de las tres instituciones que han de mirar por su enterramiento, figuran los curas de San Justo de Alcalá.



  SANCHO IV


      Las justas de caballos debían ser algo así como hoy las carreras de motos. El 9 de octubre de 1390, domingo, se fue el joven rey Juan I con el Cardenal de caballos a los Juegos de Caballeros Farfanes de Alcalá, y, queriendo hacer un alarde,  lo derribó el caballo contra una piedra, donde dejó la vida. Se lo trajo el Cardenal a palacio y habilitó un Aula para su velatorio íntimo. Porque el palacio se cubrió de susurros para guardar el secreto de la vacante del trono de Castilla. A la mañana siguiente la comitiva real se dividió en dos: una parte se fue con el rey muerto a Toledo, y la otra partió para Talavera, donde se hallaba el heredero menor, tercero de los Enrique.
     Pero los Reyes Católicos “pisaron y moraron” en Alcalá con mayor firmeza y asiduidad. Tomaron a Alcalá como un calmado remanso. Aquí publicaron muchas de sus Pragmáticas. Pasaron aquí gran parte del invierno de 1497, estancia que repitieron en 1502 y 1503, además de otras visitas. En esa placidez alcalaína la reina Isabel daría a luz en 1485 a la infanta Catalina, reina que fue de Inglaterra, bautizada en San Justo; y doña Juana de Castilla daría a luz en 1503 a Fernando, Emperador que fue de Alemania. Dos bautizos alcalaínos que fueron dos acontecimientos nacionales. En el segundo de ellos, el Adelantado de Castilla portaba el agua en fuentes de oro, y el Conde de Fuensalida en gran copa de oro portaba la sal. Cuantiosos fueron los privilegios alcanzados de los Reyes Católicos para la Universidad y su villa, por la acción mediadora de Cisneros, regente que fue en dos períodos.
     


   ISABEL LA CATÓLICA
  
     Felipe IV vino en 1625 a inaugurar la parroquia de San Pedro y le invitaron a los toros y torneos de la plaza del Mercado  para que los viera por una celosía de clausura.    
     Finales del siglo XVII. Es la decadencia. Se agota el siglo y la Casa de los Austria. Carlos II no puede tener descendencia y, junto con la reina, se vino a Alcalá buscando su alivio junto al cuerpo incorrupto de San Diego. Pero que ni con esas. Se alojó en la plaza del Mercado, nº 3. Nos concedió el título de ‘ciudad’ en 1687, mediante el pago de la ‘media annata’, la mitad de la producción anual del término, a pagar en diez años. Nos dio también vara de Alcalde de Corte y Mercado franco.
     


  CARLOS II


      La estancia de Carlos III y su séquito en el palacio Arzobispal (8.12.1759) fue penosa y gélida. Ni las infantas tenían colchón. Tal vergüenza se la estuvieron echando en cara ayuntamiento y clero. Eran los tiempos del arzobispo Lorenzana. Y fue este y le levantó un monumento de nieve al rey Carolo: la Puerta de Madrid.
     Cuando vino José Bonaparte se alojó en la casa de Munárriz en la calle de Escritorios y las colgaduras de balcones y ventanas, ordenadas por Bando, colgaban de cualquier forma, incluso del revés.    
     Fernando VII estuvo aquí tres días de agosto de 1816. Venía con la reina de los baños de ‘La Isabela’ en Sacedón, también procurando la sucesión, y al llegar aquí, después de un trepidante viaje, dijo el rey: “Al final parimos todos menos la reina”.
    Amadeo I se alojó en el ayuntamiento. Pero Alfonso XII y Maria Cristina vinieron a Alcalá en tren real en 1880 para darnos el título de ‘Excelentísimo’ al ayuntamiento, y ya no pernoctaron por causa del progreso. Como el rey Juan Carlos, quien, sin embargo, “pisó” Alcalá con cíclica persistencia. Y el rey que ha de brotar en esta altísima primavera ya pisa y mora en el corazón de nuestras mejores tradiciones y realidades.

José César Álvarez
'Puerta de Madrid', 14.6.2014

domingo, 8 de junio de 2014

Romance de la noche en blanco





     








 Romance de la noche en blanco
   
     La Noche en Blanco es la noche de la luz alcalaína, mientras que la noche en blanco es un pálpito de vida. Son dos pálpitos distintos: el primero es localista, donde la ciudad se abre en luciérnaga visita, mientras que la noche en blanco es la conciencia intranquila que no te deja dormir y te mantiene en vigilia. O puede ser el café, coca-cola, cafeína. La primera, se la goza; la segunda, mortifica. De las dos noches en blanco yo quiero hablar por mi rima.
    Es primera Noche en Blanco de factura alcalaína esa noche de pasión que se anuncia tan festiva, primer sábado de junio de solemne sabatina. Es un libro que se abre y que tú eliges línea, lámina, tema, capítulo, un libro que te fascina de la noche de los tiempos, un hontanar que ilumina. Puedes perderte en la braña de los palos que te invitan, en la maraña de cosas que por doquier se prodigan, si no tienes puntos claros de preferencia elegida, si careces del librito de la oblea en azulina. Puedes entrar en bodega y acabar en churrería, si es que te dejas llevar como si fuera otro día. En las noches de pasión, tú tienes tu preferida, y no hay “experiencia única”, sino experiencia vivida.
     Hasta ese búnker de Archivo que en Aguadores levita, hasta ese ladrillar bloque a la azotea te invitan. Y se nos abre Compluto de la noche más latina, Clausuras, Laredo, Cristo, las murallas, Carmelitas, la Universidad antigua, el Instituto Cervantes, torre de Santa María, también la casa deHippólytus, Santa María la Rica, los teatros, los museos, exposiciones gratuitas, nos viene el tren de Cervantes y en la calle dramatizan, rutas de bici y cigüeñas, abiertas las librerías… Allí cantan, allí tañen, allí declaman y gritan… allí comen, allí beben, allí venden, allí invitan. Y la noche a campanadas se nos apaga y marchita.
     Otra cosa diferente es la noche de Matías. Los dos Madrid en la tele jugaban la finalísima. Matías es un acérrimo de la afición madridista. Faltaba sólo un minuto y los ‘atletis’ vencían y celebraban con gritos la victoria que veían. Apagó el televisor de una rabia incontenida y se metió en la cama de una forma expeditiva. El sueño se le marchaba del disgusto que tenía, se tapaba los oídos de los cohetes que oía, de las voces del ‘atleti’, los rivales que él creía, cuando eran suyos los gritos, los petardos y los vivas. Bajo la almohada guardaba toda su cabeza huida. No quiso escuchar la radio, no quiso escuchar su ruina,  y en sueños se preguntaba si la décima vendría, si los cielos concedieran esa gracia algún día. Esta fue la noche en blanco del madridista Matías, que al no sufrir un minuto en la miseria se hundía y vagaba por la noche de su nube ennegrecida, noche blanca alquitranada sin que pueda resarcirla.
     A la mañana siguiente el quiosquero le expendía el MARCA solicitado por el bueno de Matías. Cuando vio el 4 a 1 de la portada clarísima, le dijo al quiosquero que le diera el del día. Y el vendedor lo miró como alma que delira. ¡Jamás pudiera creerlo! ¡Matías no lo creía! Y el comprador de periódico de la mañana bellísima se fue derecho a su casa y así fue como mugía: “¡Ay, qué dolor que yo siento al no vivir mi alegría! No es igual vivir la fiesta que por tinta recibirla. ¡Yo merecía esa fiesta que ha sido en blanco vivida! ¡Doce años esperando una fiesta que te birlan! ¡Desgraciado fue el instante en que mi mando tendía!”
     Y ahora quisiera cambiar el registro de la risa y poder así mudar las sensibles cañerías. Quisiera entrar en la noche de noche en blanco vivida por las madres que perdieron la noche de hijos e hijas. Generación de los hijos que la noche nos pedían y hubo que darles la noche, dar hasta la noche misma. Madres que cubren sus hijos y que pierden la porfía, madres que dieron la noche y no pudieron dormirla, noche en blanco de las madres que no dijeron ni pipa, que pasaban esas noches entre lágrimas y tilas. La noche se los llevaba y el alba se los traía. Hubo albas y mañanas que incumplieron su misiva, fueron albas tan traidoras que pudo la cocaína. Noche en blanco de la madre que no volvió a ver su hij
a, atrapada en un tapón de humanidad convulsiva. O la noche del alcohol de las cunetas tendidas. Y es que la noche de fiesta tiene múltiples cuchillas. El secreto de esas noches, esas madres lo sabían, por eso fueron tan largas y en blanco se las servían.






     Al final fueron tres noches: Primero, La Noche en Blanco de factura alcalaína; la noche en blanco de un tonto que se llamaba Matías, y la noche en blanco de madres que cedieron su vigía. Fueron tres noches en blanco de blancura bien distinta. 

José César Álvarez
Puerta de Madrid, 7.6.2014