sábado, 31 de enero de 2015

El púlpito de Francisco




El púlpito de Francisco



    


     En Alcalá de Henares ya no hay púlpitos. Han caído en desuso. Queda el de Santa María o Jesuitas, y está el de San Felipe desde donde el Padre Ausencio clamaba con monocorde y potente salmodia. Pero el primer templo complutense, la Catedral-Magistral hoy carece de él. Los dos púlpitos de hierro que se proyectaban en la reja del presbiterio, en el lado de la epístola y del evangelio, fueron  erradicados en la primera reconstrucción del templo tras la guerra civil.



     Los micrófonos han invalidado los púlpitos, que buscaban la altura acústica sobre el pueblo, metiéndose en la masa. El púlpito constaba de antepecho o pretil y el tornavoz o sombrero. La cúpula servía para magnificar el canto, pero si la cúpula captaba de lleno a la palabra, la rompía a cachos, la propagaba y hacía inaudible. De ahí que en los templos jesuíticos el púlpito quede en el borde de la cúpula.      

   
     Los púlpitos y los tiempos cambian. Uno de los púlpitos predilectos del papa Francisco es el avión con el elemento propagador de la prensa a bordo. Setenta periodistas fue su altavoz en el viaje de retorno de Filipinas a Roma. Venía de asistir al acto religioso más multitudinario de la historia: en Manila asistieron a la misa más de seis millones de fieles. Los filipinos elevaban al alto y bajo la lluvia a sus hijos para que los bendijera el papa a su paso. Su retina es humana. Y quizás estuviera humanamente sobrecargada cuando dijo lo de los “conejos”.    



     En efecto, el papa ha dicho desde la aeronave en ejercicio de su nuevo púlpito: “Algunos creen, perdonad la expresión, que para ser buenos y católicos tenemos que ser como conejos”, queriendo referirse a una paternidad responsable, pero se han rasgado las vestiduras muchos defensores de la familia, donde los hijos que siempre “eran una bendición de Dios” han creído pasar a la condición de “conejos”.
     
      
      En el nuevo púlpito del papa Bergoglio ya no hay latines. El propio obispo de Roma ha trocado el sonoro latín por expresiones inteligibles, sí, pero tan escurridizas que hay que pedir perdón por adelantado por su dudosa propiedad.
      
    El director de la Residencia de la Compañía de Jesús en Alcalá fue a Roma a visitar al papa Francisco con fotos y recuerdos de su estancia en el centro alcalaíno en su curso de profesión en la Compañía, invitándole a una visita, la que el episcopado español, reyes y gobierno también le pidieron con motivo del año teresiano, la misma invitación que recientemente él ha declinado, excusándose en que es un año electoral en el que no quiere inmiscuirse.
      
     Y digo que ha encontrado excusa en mi libre y personal interpretación. Porque venir a España es volver al personalismo de las raíces propias de la propia lengua y del propio origen ignaciano. Venir a España es repetirse en sus generosos antecesores. Venir a España e ir a su Argentina, a la que también renuncia, es mirarse en el espejo de sus azogues. Venir a la España de Teresa es venir a la aristocracia de la mística literaria del “vivo sin vivir en mí” y del “muero porque no muero”, cuando estamos en el púlpito de las periferias idiomáticas.
     
      La sotana blanca prefiere cubrir las periferias latinoamericanas de Bolivia, Paraguay y Ecuador, junto con las africanas de Uganda y de la República Centroafricana. En Estados Unidos es obligada su visita por celebrarse allí en 2015 la Jornada Mundial de la Familia.
     
      Toda interpretación sobre el desistimiento del papa Francisco por visitar España  en este año es aventurada. Pero sabemos de antemano que prescinde del uso de los zapatos rojos.


José César Álvarez
Puerta de Madrid, 21.1.2015

sábado, 24 de enero de 2015

Crónica del grito



Crónica del grito



     Te prometo, lector, que si me aguantas te daré los gritos más agudos de la historia de Alcalá, de España y del mundo. Todo ello en este papel terso y aparentemente uniforme. Todo ello con ocasión del reciente y famoso grito de Ronaldo, que nos inspira. Fue el grito de su tercer balón de oro, un grito entre delfín y lobo.



    
                     Ronaldo: Iiiiiiiiiiiiiiiiii
     
     El grito más famoso, el de Tarzán, llevaba también dentro un animal indescifrable, esa bestia selvática a que sólo puede llegar el hombre. Aunque el primer grito de Tarzán fue de Frank  Cerril en 1929, el grito más celebrado fue cuando encarnó el personaje Johnny Weissmuller. El primero era de monstruo grave, el segundo propagado y agudo.



    
                    Tarzán: Aooooooooooooo

      Dicen que los vikingos caían sobre sus enemigos con unos gritos cuya animalidad encogía a quienes huían. Pero este es un grito colectivo, entre los cuales, el rey de los mismos es “gol”, quien ha ganado por goleada al genuino grito español de “olé”.



     Volviendo al grito individual y ejemplar hemos de citar al insuperable alcalaíno Perdices que era autor de un eructo de tal naturaleza que si lo ejecutaba en la casa-tapón retumbaba en la plaza de Cervantes. Perdices era empleado municipal, experto en alcantarillas, de cuyo subsuelo alcalaíno, fétido y siniestro, pudo sacar a tierra el brutal espeluzno, a la cabeza del Hit Parada de la época. Por esta razón ocupacional, Perdices no salió de Alcalá a competir con los vikingos y los tarzanes que fueran.

 

   De la cloaca alcalaína ascendemos al palo mayor de la carabela La Pinta, que abre paso, donde Rodrigo de Triana, natural de Lepe y trasladado al barrio sevillano de Triana, había de dar el grito más famoso de la historia: “¡Tierraaa!”, que es también el grito de la corrupción que a los españoles nos rodea en todo tiempo y lugar. Fue el caso que los Reyes Católicos habían concedido un premio de 10.000 maravedís al primero que avistara tierra, lo cual gritó Rodrigo de Triana a las dos de la madrugada del 12 de octubre de 1492, pero viendo lumbre, y dos horas después gritó precedido de fuego de lombarda, que era la señal convenida: “Tierra”, señal y grito que repitió y que fue celebrado con algazara por los marinos españoles, entonando el Te deum de acción de gracias. Pero Colón, que había prometido un jubón de seda a quien primero avistara tierra, sin mencionar el premio regio, no dio nada aduciendo que él, con testigos, dos horas antes que Rodrigo vio candela. Era la isla de Guanahaní que llamó San Salvador. Rodrigo a la vuelta se marchó a Berbería donde renegó de su fe, porque le birlaron “sus albricias”. Pero moriría después en Las Molucas en la expedición de Elcano (1525-36).



    
                              Rocrigo de Triana: ¡¡¡Tierra!!!
     
     “¡Traidor!” es un grito atrabiliario del soportal, incrustado en las sicofonías someras de sus columnas seculares. “¡Traidor!” es grito cruzado de guerra civil, de francesada y de absolutistas contra liberales. Y te velo, considerado lector, algún grito insufrible de la Plaza de la Picota que yo me sé bien.



     Mucho antes, Penélope en la isla de Ítaca esperaba el retorno de su amado Ulises, vencedor de una guerra de Troya que había durado diez años y cuyo retorno iba a durar otros tantos, castigado por Poseidón, el rey del océano. Penélope, rodeada de pretendientes, tejía y destejía un sudario inacabable. Ulises, que adivinaba el peligro de su bella esposa, luchando en su barca contra vientos y tormentas, entre monstruos y hechizos, clamó en el océano con fuerza descomunal: ¡¡¡Penélopeee!!! Y andando los tiempos, otra Penélope, la Cruz, en la ceremonia de los Oscar de 1999 desfloraba un sobre para encontrar un premio que gritó así: “¡Pedrooo!” .



     Déjame, lector, acabar con una jota que seguiré ensartando a mi manera: Tengo un hermano en el Tercio, otro tengo en Regulares, y el hermano más pequeño preso en Alcalá de Henares, Sonó esta jota baturra, larga de agudos tonales, quejidos desde Aragón a la cuna de Cervantes, que prendieron en los mozos y cantaron en los bares con sabor a sangre frita y a callos y calamares, cuando la ciudad hervía de uniformes militares. Los agudos de la jota inundaban lacrimales, y el  agudo más agudo está en Alcalá de Henares, que al hermano más pequeño, la garganta de cristales, desde el patio de castigo, hoy parador de manjares, en una mañana rota se le escucharon los ayes.



José César Álvarez

Puerta de Madrid, 24.1.2014

sábado, 17 de enero de 2015

Convivencia bajo trenes




Convivencia bajo trenes
  
     En la cadena violenta de los últimos sucesos acaecidos, inconexos, tales como el marroquí que en nuestro tren de cercanías amenaza con explosionar su mochila, el costamarfileño que en Embajadores nos arroja un policía al tren, el anuncio de bomba de Nuevos Ministerios y los dramáticos sucesos de París, nos llevan a replantear el fenómeno de la inmigración, cuya  no-integración pone en peligro nuestra convivencia. La civilización con que la Europa occidental abre sus puertas nos habla cada vez más claro de su fragilidad, expuesta ingenuamente.



     La multicultura es una falacia más de la progresía. Se trata de favorecer el desarrollo de comunidades agrupadas en razón de su etnia, religión o ideología dentro de una comunidad más amplia. Sirvan de ejemplo el islamismo y los nacionalismos, que hoy no tocan. Pero la multicultura tiene el peligro de articular una sociedad en compartimentos estancos, en guetos, en grupos que viven en una misma comunidad nacional de espaldas unos a otros, alimentando en silencio su enfrentamiento tribal en un futuro. La integración de la inmigración extracultural que invade la Europa occidental no puede llevarse a cabo en los grupos culturales de sus orígenes, sino que su integración debe realizarse como individuo ante el aparato institucional del país de acogida. El advenedizo –si me permiten llamarle así–, estará cerca de los suyos, sí, pero dentro de la atmósfera cultural que debe asumir con respeto y por principio el que adviene. El que llega a otra casa debe aprender y respetar individualmente sus costumbres. Es ante todo un ciudadano de derechos y deberes.



    

     Contra la fórmula de integración del multiculturalismo está la del pluralismo cultural, cuya diferencia es la que va de la tribu a la persona, y que consiste en la adhesión individual a la comunidad por encima del grupo, donde el individuo, religado a su país de acogida, a quien le debe fidelidad, puede libremente asociarse cultural, política o religiosamente. Por el contrario, si el individuo, otorga su fidelidad prioritaria al grupo, a la etnia, al credo de los suyos, nos harán retroceder a todos a los pueblos prehistóricos, seremos arévacos o turdetanos levantando fortificaciones o empalizadas.



     La convivencia requiere la asunción de una común nacionalidad, no exclusiva, que hay que saber llevar, hay que ganarla y hay que sellarla a los que llegan. Y hay que saberla extraditar con firmeza –¡ad foras!–, expulsando al individuo que no sea merecedor de la confianza ofertada. Y la progresía puede meterse donde le quepa la preferida de sus últimas etiquetas arrojadas: ‘Xenofobia’.

 

     El caso más palmario de multicultura es el islamismo inmigrado, que ellos mismos califican de “conquista silenciosa”. El masoquismo de la Europa occidental que generosamente abre sus puertas ha llegado tolerar estos casos: retirar de los colegios los crucifijos por exigencia islamista, retirar los villancicos y el belén, retirar del menú escolar los ingredientes de cerdo, y sin embargo, no consiguen retirar el velo de las alumnas. En el Reino Unido llegaron a conseguir ser eximidos del uso del casco por ser incompatible con su atuendo, y en Tarrasa, alumnos musulmanes impidieron en el colegio  que sus compañeros autóctonos comieran bocatas de jamón.



      Los profesores franceses de niños islamistas, más expertos, han clamado en contra de su propia exclusión, de su mundo partido y cerrado, “donde los alumnos no nos vienen como tabla rasa, sino ocupada, están en otras cosas, no ofrecen una actitud abierta, sino con una doblez que es desigualdad ante la predisposición del resto, además de un lastre, y no les interesa nada de lo que creemos debe interesarles como ciudadanos”.          



     Cuando sabemos que el costamarfileño que estuvo nueve veces detenido, sin poder tirar al tren a un policía a la novena vez, pudo sin embargo hacerlo a la décima.Y que el marroquí que sobre nuestras ferrovías amenaza con una explosión es un violento perturbado, asiduo de los juzgados, el panorama del poder legislativo y judicial se nos aparece como el “mustio collado” de las ruinas de Itálica famosa. Su encantador buenismo nos puede llevar a las ruedas de los trenes.



     “No confundir el Islam con el terror” gritan con seguridad los profetas laicos de nuestros días. Pero en Israel, Irak y Siria, en Nueva York, Londres y París hay sujetos bajo idéntico fuego, idéntico delirio e idéntico grito: “¡Alá es grande!”. 



José César Álvarez

www.josecesaralvarez.com

domingo, 11 de enero de 2015

Diario entre fronteras




Diario entre fronteras
      
     Mi diario se ha detenido en fechas que quedan entre las fronteras de los dos años que lindan. Hoy, día de Reyes, he buscado el regalo de las efemérides de los años quince queriendo arrancarles significaciones como hacían los pitagóricos. Así, el año 1915 Pancho Villa tomó el mando de México. ¿Querrá decir esto que en este año electoral nos va a venir el de la coleta? En 1815 Napoleón fue derrotado en Waterloooo y confinado en la isla de Santa Elena. ¿Será este un presagio contra Artur Mas? En 1715 muere Luis XIV, el Rey Sol, acabando el reinado más largo de 72 años. Aquí no lo tengo claro. ¿Podría referirse al final de Villar el futbolero? En 1615 se editó la segunda parte del Quijote. Aquí lo tengo claro. Este presagio está a favor de Rajoy. ¡Está claro! ¡Se trata de la segunda parte del Quijote barbado!
     
     
Sª Parte del Quijote
Madrid, 1615
 
     Día 2. ¡Qué bonita es la plaza de Cervantes! Pero qué incómoda en estos días. La plaza no puede seguir manteniendo seis parcelas de rosales en detrimento de su capacidad puesta a prueba. Y es incómodo el cordón umbilical que la unía con la carpa de la Paloma por la calle de Santo Tomás. Una acera en fila india pegada a la ruina impresentable del costado de San Agustín, los gallineros del Marqués de Ibarra. La solución es abrir el arco cegado y trazar un pasadizo ajardinado dentro de una ruina consolidada y bruñida. Pero no puede seguir así. Es una vergüenza urbana.
     
 

     Día 1. Volver a empezar. Esto es una vuelta por etapas. Nos gusta estrenar, reeditar los mismos hitos de una ceremonia cíclica que se repite a cuenta alzada pero tasada. sin aviso del pinchazo o de la pájara. De momento, el murmullo de los danubios azules de Viena se repiten en su nuevo curso.
      
     Día 28. Iñigo Urkullu y Artur Más jugaron juntos en el Nuevo San Mamés a su aburrido juego del ‘no te ajunto’.
     
      Día 24. Una tertuliana de la radio de la tarde hablaba del chantaje de la familia en estas fechas y decía que “¿quién no ha regalado a algún miembro de la familia política ese regalo que más le hería?”. La radio de la tarde da malas personas y la progresía dedicada a derribar mitos tiene trabajo extra para allanar la institución de la familia.
    
 Pedro Atienza
      
     Día 23. Desde Priego de Córdoba llegaron a Alcalá los restos mortales del poeta amigo Pedro Atienza. Lo conocí de adolescente leyéndole como jurado de un premio literario. Eran unos versos “a la muerte de mi padre”. Había allí un poeta, además de un ser roto por una orfandad inasumida que llevaría siempre consigo. Y Pedro se pasó a la fiesta de su verso, casi orgía, con aquellos sonetos de rima esdrújula y monorrímica. Era llegar al no va más, al ‘summum’ de la originalidad, a querer tocar los luceros de la fiesta, tocar a Quevedo y Villamediana y alzarse con ‘Cuaderno de las voces póstumas’ y ‘Decir de un solitario’. Y así me lo encontré hace poco en la calle estrecha del Divino Vallés, humano valle de aceras lamidas, angosto vial, punzante como estilete, donde no podía caber su novela, de la que allí me hablaste, como de tus coplas lloradas en los jipíos del cante jondo, donde hoy precisa y lacerantemente entras tú, Pedro, mi lejano y guadanesco alumno de latines, hoy entras tú, digo, como letra de tus letras dolientes. Y me imagino la imponente voz del Sordera, entre tus muchos cantaores, lanzando este quejido:
                                           
            Se me ha quedado la voz
             sin el aire de sus cuerdas,
            que mi poeta no vibra,
            se murió don Pedro Atienza.
      
     Día 22. Cayó el gordo en el mismo punto geográfico donde dos días antes cayó un tipo con dos bombonas de butano y material explosivo. El caso cayó en manos del juez que fue genio del 11M, Sr. Gómez Bermúdez, quien dos días después cayó en la cuenta de que no era aquel un caso de tratamiento terrorista. Fue aquella una disquisición de tal finura ontológica que la disposición del ínclito juez, acompañada de la sutil ironía del redactor, recorrió con jocunda algazara los multimedia de este país. Tomar por evidente lo que sólo parece que aparece es comparecencia de los que somos necios.     

 
José César Álvarez
www.josecesaralvarez.com
Puerta de Madrid, 10.1.2014