Entre los ‘pasos’
de estos días, cuando los pasos de Semana Santa ya han encontrado su acomodo después
del trajín procesional a que han sido sometidos, ningún ‘paso’ más firme, de
más tronío de esta Feria de Abril que se cuaja por todas las salas de baile y
rincones de la España
abultada de faralaes, ningún paso más afortunado, quiero decir algún día, que
el mexicano Fernando del Paso, a
quien la fortuna, también su pluma, le han concedido el premio de su paso por
la ciudad de Cervantes un día 23 de Abril, donde paso a paso subirá a la tribuna
del Paraninfo.
La tribuna
erguida de sus tiros largos contrasta con la octogenaria convalecencia de su tendido
descanso. Ahí está el nuevo Premio Cervantes, en la postura yacente de su
intimidad doméstica, agarrado al teléfono de su feliz noticia, que arde furibunda
por el México inacabable, bajo ese generoso embozo, palabra, con perdón, que le
llevamos. Y él nos trae hoy tres novelas cinceladas en español, una década por
cada novela. Son José Trigo (1966) Palinuro
de México (1977)
y Noticias de un imperio (1987). La primera, con sus
aportaciones lingüísticas de la mitología azteca, es la más intrincada, la más
ardua, la peor dicen muchos, menos su autor, que la considera la primera en
todo. La tercera, sin embargo, es la más accesible y la que mejores testimonios
deja. Es una obra histórica única, fundida en una nube de personajes, donde se
suceden los primeros planos de protagonistas de la historia mexicana como
Juárez, Maximiliano y Carlota, la emperatriz consorte de México, la que bebió,
loca de sed en las fuentes de Roma, la única mujer que durmió en el Vaticano, por
cuyos monólogos sugerentes y eróticos dirigidos a su esposo, fusilado en
Querétaro, fluye la más refinada de las literaturas posibles.
Decía Camilo José
Cela en su discurso de ingreso en la Real Academia que España era un país tan pobre
que no permitía que un hombre fuera dos cosas. Se refería al pintor José
Gutiérrez Solana, a quien defendía como escritor. El pintor Fernando del Paso
ha sido aquí premiado con el Cervantes, fue además locutor en la BBC de Londres durante 14 años
y ganó en 1987 un premio en RNE al mejor trabajo literario en español, que
versaba sobre Juan Rulfo.
Y el plato de Del
Paso lleva la guarnición de la poesía, su ensayo, teatro y cuento. Nuestro visitante “es también un personaje
atractivo: uno de esos intelectuales mexicanos que no tienen ningún reparo en
abrazarse al poder, uno de esos hijos del post Boom que aspiraban a
hacer alta literatura con temas populares y pose juvenil, dibujante zurdo y
escritor diestro, un santo bebedor que, pese a mil excesos, ha llegado a viejo
con una chaqueta de colores...”
Queremos los
alcalaínos que el magistral monologuista de Carlota se sienta en la ciudad de
Cervantes como en su propia casa, esa su casa que traemos en la imagen de su
descanso tendido y distendido, pero con la palabra siempre a flor de labios.
Siempre la palabra.
Es el Paraninfo
un lugar de pasos perdidos, de carmelitas
y franciscanos de sandalias desnudas que portaban latines que emitían a plena
voz desde la tribuna, y eran replicados en los bancos y llegaban a los
colegiales asomados a la galería. Eran los pasos argumentales de los ‘atqui’ y
‘ergo’ de las disputas filosóficas de los nominalistas que aquí se dieron cita.
Eran, amigo Fernando del Paso, las pautas de gobierno para el Nuevo Mundo,
donde los indios eran hijos de Dios, evangelizantes de pleno derecho y libres
de la esclavitud en la letra de Alcalá, la que visitas en tu día grande.
Pero los pasos subterráneos no pueden tener
premio alguno cuando no son cómodos. La comodidad o utilidad del paso
subterráneo la decide el peatón. El hombre fue primero peatón, fue nómada y
caminante. Esta ciudad, partida por la vía férrea en dos mitades, es intercomunicada
por alto o por bajo. Por bajo tiene cuatro pasos: dos largos y dos cortos,
según sus vías. Los largos, Torrelaguna
y La Garena,
son oscuros, lúgubres, húmedos, tronantes… Pero es que el de La Garena es el más peligroso,
de acera de fila india, de rebufos inmisericordes, de travesía sórdida, de
túnel asordante, de charcas chapuzantes y muros chorreantes. El animal
‘erectus’, que ha renunciado a la carrocería reinante, ha pedido la palabra
bajo el túnel, y como Chiquito de la
Calzada ha voceado allí de esta manera: ¡¡¡Cobardes!!!
Los
pasos prohibidos como el de la
puerta herrumbosa del molino de Cayo y el de la subida al Monte del Viso están
puestos para ser transgredidos. Así las cosas, la planicie terrosa del Viso,
eternamente prohibida por ocupación militar, se la bajaron a Los Hueros, donde
no han parado de poner ladrillo sobre ladrillo bajo el nombre robado del monte
prohibido. José
César Álvarez Puerta de
Madrid, 23.4.2016