sábado, 23 de abril de 2016

PASOS



PASOS



     Entre los ‘pasos’ de estos días, cuando los pasos de Semana Santa ya han encontrado su acomodo después del trajín procesional a que han sido sometidos, ningún ‘paso’ más firme, de más tronío de esta Feria de Abril que se cuaja por todas las salas de baile y rincones de la España abultada de faralaes, ningún paso más afortunado, quiero decir algún día, que el mexicano Fernando del Paso, a quien la fortuna, también su pluma, le han concedido el premio de su paso por la ciudad de Cervantes un día 23 de Abril, donde paso a paso subirá a la tribuna del Paraninfo.



     La tribuna erguida de sus tiros largos contrasta con la octogenaria convalecencia de su tendido descanso. Ahí está el nuevo Premio Cervantes, en la postura yacente de su intimidad doméstica, agarrado al teléfono de su feliz noticia, que arde furibunda por el México inacabable, bajo ese generoso embozo, palabra, con perdón, que le llevamos. Y él nos trae hoy tres novelas cinceladas en español, una década por cada novela. Son José Trigo (1966) Palinuro de México (1977) y Noticias de un imperio (1987). La primera, con sus aportaciones lingüísticas de la mitología azteca, es la más intrincada, la más ardua, la peor dicen muchos, menos su autor, que la considera la primera en todo. La tercera, sin embargo, es la más accesible y la que mejores testimonios deja. Es una obra histórica única, fundida en una nube de personajes, donde se suceden los primeros planos de protagonistas de la historia mexicana como Juárez, Maximiliano y Carlota, la emperatriz consorte de México, la que bebió, loca de sed en las fuentes de Roma, la única mujer que durmió en el Vaticano, por cuyos monólogos sugerentes y eróticos dirigidos a su esposo, fusilado en Querétaro, fluye la más refinada de las literaturas posibles.



     Decía Camilo José Cela en su discurso de ingreso en la Real Academia que España era un país tan pobre que no permitía que un hombre fuera dos cosas. Se refería al pintor José Gutiérrez Solana, a quien defendía como escritor. El pintor Fernando del Paso ha sido aquí premiado con el Cervantes, fue además locutor en la BBC de Londres durante 14 años y ganó en 1987 un premio en RNE al mejor trabajo literario en español, que versaba sobre Juan Rulfo.



     Y el plato de Del Paso lleva la guarnición de la poesía, su ensayo, teatro y cuento.  Nuestro visitante “es también un personaje atractivo: uno de esos intelectuales mexicanos que no tienen ningún reparo en abrazarse al poder, uno de esos hijos del post Boom que aspiraban a hacer alta literatura con temas populares y pose juvenil, dibujante zurdo y escritor diestro, un santo bebedor que, pese a mil excesos, ha llegado a viejo con una chaqueta de colores...”



     Queremos los alcalaínos que el magistral monologuista de Carlota se sienta en la ciudad de Cervantes como en su propia casa, esa su casa que traemos en la imagen de su descanso tendido y distendido, pero con la palabra siempre a flor de labios. Siempre la palabra.



     Es el Paraninfo un lugar de pasos perdidos, de carmelitas y franciscanos de sandalias desnudas que portaban latines que emitían a plena voz desde la tribuna, y eran replicados en los bancos y llegaban a los colegiales asomados a la galería. Eran los pasos argumentales de los ‘atqui’ y ‘ergo’ de las disputas filosóficas de los nominalistas que aquí se dieron cita. Eran, amigo Fernando del Paso, las pautas de gobierno para el Nuevo Mundo, donde los indios eran hijos de Dios, evangelizantes de pleno derecho y libres de la esclavitud en la letra de Alcalá, la que visitas en tu día grande.



     Pero los pasos subterráneos no pueden tener premio alguno cuando no son cómodos. La comodidad o utilidad del paso subterráneo la decide el peatón. El hombre fue primero peatón, fue nómada y caminante. Esta ciudad, partida por la vía férrea en dos mitades, es intercomunicada por alto o por bajo. Por bajo tiene cuatro pasos: dos largos y dos cortos, según sus vías. Los largos,  Torrelaguna y La Garena, son oscuros, lúgubres, húmedos, tronantes… Pero es que el de La Garena es el más peligroso, de acera de fila india, de rebufos inmisericordes, de travesía sórdida, de túnel asordante, de charcas chapuzantes y muros chorreantes. El animal ‘erectus’, que ha renunciado a la carrocería reinante, ha pedido la palabra bajo el túnel, y como Chiquito de la Calzada ha voceado allí de esta manera: ¡¡¡Cobardes!!!



      Los pasos prohibidos como el de la puerta herrumbosa del molino de Cayo y el de la subida al Monte del Viso están puestos para ser transgredidos. Así las cosas, la planicie terrosa del Viso, eternamente prohibida por ocupación militar, se la bajaron a Los Hueros, donde no han parado de poner ladrillo sobre ladrillo bajo el nombre robado del monte prohibido.                                                                                             José César Álvarez                                                                                   Puerta de Madrid, 23.4.2016

sábado, 16 de abril de 2016

El último viaje



EL ÚLTIMO VIAJE


     Me fui a Sevilla a ver la exposición del “Último viaje de la fragata Mercedes” en el incomparable marco del Archivo General de Indias. Al entrar en la sala de video, mi antiguo compañero José Ángel de Juanes relataba el triste suceso histórico con su voz de documental de la 2, leyendo el relato de Iriarte, superviviente de la refriega, que entonces tenía diez años. El suceso ocurrió el 5 de octubre de 1804

     Al amanecer del 5 de octubre, las fragatas de Bustamante, el general que dirigía la expedición, divisaron la costa de Portugal (frente al cabo de Santa María). A las 7:00 avistaron cuatro embarcaciones inglesas que venían al encuentro de las fragatas españolas. Bustamante ordenó zafarrancho a las 8:00 y dispuso formar línea de combate. Las fragatas inglesas se situaron una a una, a barlovento de las españolas y a tiro de pistola.

La flotilla de Bustamante es interceptada por cuatro fragatas inglesas mandadas por Moore, y la Amphion alcanza la santabárbara de la Mercedes. Una vez emparejadas, los ingleses mandaron un bote a parlamentar con la Medea, que llevaba la insignia. Viendo que su bote se demoraba, Moore mandó llamar a su bote con un cañonazo y a continuación rompieron el fuego las demás fragatas inglesas. Estando tan cerca los navíos, los artilleros tenían dificultad para manejar los cañones. Al poco tiempo vieron saltar la Mercedes por los aires. La Fama se alejaba para escapar, pero la siguió la Lively, que era la más velera, hasta alcanzarla y también la batió la Medusa, que era la que la tenía emparejada al inicio, quedando la Fama desarbolada, con su comandante, el capitán de navío muerto, y la fragata con siete impactos a flor de agua, pues los ingleses después de arrumbar el velamen, tiraban a hundir. La falta de combatividad de la marinería española impedía hacer una defensa eficaz, y la desigualdad era abismal. Prolongar más el combate hubiera constituido un final numantino. A las 12:30, Bustamante rindió la escuadra.
     Afortunadamente no fue el último viaje para Diego Alvear y su hijo primogénito, porque al enfermar el segundo de Bustamante, hubo de ser movilizado Alvear junto a su hijo, que pasaron a la Medea, desde donde presenciaron el hundimiento de la Mercedes, la que acababan de dejar y que ocupaban la madre con sus siete hijos restantes y los enseres domésticos que habían cargado en Montevideo. Las tres fragatas españolas fueron conducidas primeramente a Gibraltar, y después a Gosport, Inglaterra.
La escuadra española perdió 269 personas y tuvo 80 heridos, mientras que la escuadra de Moore sólo perdió dos hombres y tuvo siete heridos.
La batalla fue duramente criticada por la prensa británica, que consideraba que el ataque estaba totalmente injustificado por haberse producido en tiempos de paz:
“Un gran delito acaba de cometerse [...] La ley de las naciones ha padecido la violación más atroz: una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz [...] sus leales súbditos han perecido en su defensa, infestando nuestras costas sus saqueados tesoros…”
Allí estaba la espléndida maqueta de Nuestra Señora de las Mercedes, datos técnicos, objetos arqueológicos y al final, el tesoro submarino de las monedas coloniales acuñadas por nuestro imperio y que nunca se pusieron en circulación. Pero al fin, un tesoro arqueológico recuperado por el fallo inapelable del tribunal de Florida de Enero de 2012, pese a las pretensiones de la empresa cazatesoros ‘Odyssey’, nueva piratería. 
El último viaje de Manuel Álvarez de Linera cruzando la plaza de Cervantes, con paradiña incluida, lo dio conmigo, tuve ese honor. Le dejé en el semáforo de Libreros con Tinte y me despedí de él hasta el lunes 28, para el que me prometió unos papeles de su sabio archivo. Pero aquel lunes me hizo pifia. Lo último que supe de él es que se hundió como la Mercedes con su sabio tesoro a pique. Había nacido hace 84 años en Grandas de Salime (Asturias) y compartía su estancia a partes iguales entre Alcalá y Veguellina de Órbigo (León). Era Licenciado en Derecho y llegó a Alcalá en 1972 como Técnico Encargado del Registro de la Propiedad, desde donde su personalidad afable se dilató con los alcalaínos. Descanse en paz.  
    El último viaje de Don Quijote lo hizo desde Barcelona a su pueblo. Desde la mofa y el escarnio volvió a la realidad pacífica de “en un lugar de La Mancha”. En efecto, en la playa de Barcelona tiene lugar la derrota de don Quijote por el Caballero de la Blanca Luna, que no es otro que su verdadero amigo el bachiller Sansón Carrasco, de su mismo pueblo, el que le pone como condición de su derrota que vuelva a su hogar. El bachiller que había sido derrotado antes como Caballero de los Espejos, le devuelve ahora a la realidad. Le arranca de toda la chanza orquestada por su supuesto correcto anfitrión, don Antonio Moreno, quien es el primero en lamentar la intervención del personaje manchego, fuera del programa de escarnios al que era sometido. Así se lo hace saber al virrey, también cariacontecido. Don Quijote es ejemplo. Lo mejor que se puede hacer, hoy y ayer, es salir de tanta chanza programada. Ya está bien.

  José César Álvarez  Puerta de Madrid, 16.4.2016

lunes, 11 de abril de 2016

Azorín por Cervantes



 
Dibujo de Ignacio Sánchez

Azorín por Cervantes



     El día uno de abril, viernes, comenzó el ‘Festival de la palabra’ dentro del Abril cervantino del IV Centenario de su muerte. Así, pues, en el Teatro Salón Cervantes, se ofreció el estreno de la representación de ‘La ruta de Don Quijote’, a cargo del director alcalaíno Eduardo Vasco. Esta obra teatral está basada en el título genérico y los textos de los quince artículos que Azorín envió para el periódico ‘El Imparcial’ desde distintos lugares de La Mancha, y que los lectores de dicho medio pudieron leer entre el 4 y el 25 de marzo de 1905, año en que se conmemoraba el III Centenario de la publicación de la primera parte del Quijote.



     José Martínez Ruiz, que había publicado ya dos obras de ensayo, dando ya conocer su seudónimo en su libro Antonio Azorín, acababa de salir del Diario ‘España’, cuando le citó el director de ‘El Imparcial’, don José Ortega Munilla, padre de Ortega y Gasset, para encargarle estas crónicas desde tierras manchegas. El propio autor, en su obra ‘Madrid’, 1941, lo recordaría así. Ortega le citó en su casa y le dijo:
     "Va usted, primero, naturalmente, a Argamasilla de Alba. De Argamasilla creo yo que se debe usted alargar a las lagunas de Ruidera. Y como la cueva de Montesinos está cerca, baja usted a la cueva. ¿No se atreverá usted? No estará muy profunda. ¿Y dónde cree usted que ha de ir después? ¿Y cómo va usted a hacer el viaje? No olvide los molinos de viento. Ni el Toboso". La sorpresa de Azorín, con todo, se consumó cuando a renglón seguido el director abrió un cajón, sacó "un chiquito revólver" y lo puso en sus manos con tono previsor: "No sabemos lo que puede pasar. Va usted a viajar sólo por campos y montañas. En todo viaje hay una legua de mal camino. Y ahí tiene usted ese chisme por lo que pueda tronar".
    Azorín empezó a escribir cuartillas en la pensión de Argamasilla de Alba, que estaba regida por La Xantipa, la que entra en sus diálogos, cuyos recursos y estilo resultaban novedosos en el periodismo de entonces. El viajero hubo de abandonar con pesar su querida pensión de Argamasilla, donde se regostó varios días, y se buscó un carro con cochero, un antiguo confitero de Alcázar, quien con su pequeño carro y su chiquita yegua recorrió distintos lugares manchegos, (además de los ya citados, Puerto Lápice, Campo de Criptana y Alcázar de San Juan). Pero Azorín resultó ser Azorín allí en La Mancha, no podía ser de otra manera. Porque no se pliega al evento, él es el evento. Acabo de leer sus deliciosas quince crónicas, que después formaron un libro que llegó a ser de lectura escolar en Argentina. Y en esas crónicas, sólo en el fondo, muy al fondo del paisaje manchego aparece diluida la figura de Alonso Quijano, quien se asoma a duras penas por entre el anchuroso tedio, la soledad tórrida, la locura infinita de su paisaje austero. Quiero decir que sacar ahora del congelador la obra de Azorín, pese a su título, ya sea a la plancha o cocida, es servir a Azorín y no a Cervantes, que es lo que tocaba.
    


     Pero lo que Azorín ya no puede evitar son los topicazos de la época, los lugares equívocos y falsarios, los dislates cervantinos que le antepone el propio Ortega. El principal y más dilatado acento de sus crónicas lo pone en Argamasilla de Alba. En esa época se creía a pie juntillas que ese era el lugar de la Mancha del que Cervantes no pudo acordarse. Esta tesis estaba corroborada por el falso Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda, de cuya villa salían  Don Quijote y Sancho. Esta teoría era también defendida entusiásticamente por Hartzenbusch, la cual se extendía a la creencia de que en la cueva de Medrano estuvo preso Cervantes y que allí empezó a escribir su Quijote. Incluso convenció al editor Rivadeneyra para que allí mismo, en esa cueva de Argamasilla, imprimiera su obra inmortal en 1863. Pero sus pretensiones no paraban ahí: un vecino del lugar, Rodrigo Pacheco, “a quien se le cuajó el cerebro” sirvió a Cervantes de prototipo de don Quijote. Parece que la patrona del lugar le curó la cuajadura por el voto de agradecimiento aparecido en el templo.
     En fin, que llegó el insigne abril del insigne centenario y se levantaron los telones de la patria chica de Cervantes para solazarse con Azorín, tanto monta, mientras que el genuino Cervantes alcalaíno, escrito, pintado y documentado para la efeméride por quien yo bien sé, duerme el sueño de los justos. Es ese mismo Cervantes que ahora muere en Madrid y que es el mismo que nació en Alcalá, pero que, sin embargo, hoy se muere a chorros por todos los rincones de Alcalá de Henares entre tópicos, equívocos y necedades. Cervantes no puede ser el hijo pródigo que vuelva a su casa en circunstancia alguna, porque no puede ser identificado ni dejan que lo sea.  

        José César Álvarez                                        Puerta de Madrid, 9.4.2016