Por el Camino de Santiago
El Camino
de Santiago es un flujo cultural inagotable. Es una trocha medieval y moderna,
un retorno de pasos con bordón, un reguero inaudito de lenguas y cadencias. Es
un ‘buen camino’ deseado con complicidad, y pronunciado con todos los acentos
de todas las tribus del orbe. Es un
cauce de suspiros y consolaciones, de peregrinos y de ‘turigrinos’.
En este escenario sosegado y trepidante, nueve caminantes llevamos caminando
nueve años durante nueve días. El último, del 10 al 18 de junio de 2013.
Villafranca del Bierzo
Cuando el peregrino sale por la calle del
Agua de la que fue villa de los francos, con sus viejos hospitales del ‘camino’
y el asentamiento de cluniacenses, cuando uno mira atrás desde el espléndido
puente sobre el sonoro Valcarce y advierte los pináculos de su Colegiata, los
conventos de jesuitas y franciscanos, su castillo y su caserío noble, uno sabe
entonces por qué esta Villafranca llegó a ser capital
de la fenecida provincia del Bierzo, cuya titularidad oficiosa le ha arrebatado
Ponferrada. Ahí queda a la espalda la egregia villa donde
vio la luz el benedictino Martín Sarmiento, el descubridor de la cuna de
Cervantes en el siglo XVIII a través del Libro de Haedo, la crónica del exilio
de Argel.
Subiendo la cuesta, a la derecha, de ahí
sale el viejo ‘camino’, pero se va bien por esta raya desvaída del espacio
robado a la antigua N-VI del plan REDIA, junto al Valcarce murmurador y
ornitológico, entre castaños y robles vigías. Este camino de valla de hierro,
flanqueado por los altos gendarmes de sus chopos, culebrea bajo los puentes
colgantes de la A-6
que rompen el cielo con sus chorros de hormigón. Jose
Luis, a quien seguimos, rompió también el encajonado
redil y optó por la variante de Trabadelo donde
encontró una buena tortilla para continuar asfaltadamente hasta La Portela.
O’Cebreiro
Por Ambasmestas,
Vega de Valcárce, Ruitelán
y Herrerías uno no sabe todavía lo que le espera. Sabe que es la etapa reina
del Camino, pero no intuye su infierno. Al salir del asfalto, un túnel
vegetativo presagia negros horizontes. Las rocas se encrespan. Aquí no hay
término medio: o el asfalto que quema o el pedrusco que rompe. Somos amigos de
preservar tramos medievales donde la erosión magnifica los muñones del roquedal
y suelta las lascas. En la subida al Cebreiro tiene
que estar allí el diablo encorajinado y dispuesto a romperle al Santo el Camino.
El descanso en La Faba es una tentación del maligno. Sigue
el escarpe del camino como un torrente entallado en la roca. Ahí es donde el
bordón es el mejor de los tres pies del peregrino, a quien el camino engaña de
requiebros, cuando cree coronar. Por fin, el peregrino asciende en cuerpo y
alma a un monte espléndido de laderas de brezo blanco y cárdeno, de retamas y
ginestas fragantes, donde la cuesta se endulza. En Laguna de Castilla, último
pueblo de León hubo sentada doliente y refrigerio inútil. La reata de caballos
es una tentación que pasa y desciende hacia los débiles de más abajo.
Triacastela
Hasta el Alto do Poio
fuimos levitando sobre los tupidos celajes de niebla que se acaldaban a
nuestros pies cubriendo los valles de hayas y acebos. Hoy se baja más que se
sube. Las bajadas son auténticos rompepiernas. Ya ha
habido ocasiones para demostrar que Juan es Bahamontes,
subiendo, y que David es Riviere, bajando. Es día
de pizarra laminada en el camino, en los
muros, en los tejados. Pero al llegar a Ramil hay un
castaño obeso, dicen que de ochocientos años y ocho metros y medio de talle. Es
la antítesis de la laminación. Un muchacho quedó abrazado al árbol. Juan estaba
sentado en un banco próximo y preguntó a su vecina:
—¿Qué hace tu
novio?
La chica levantó la vista de su Iphone, miró al presunto abrazador
y dijo:
—Querrá captar su energía —y volvió su
mirada a la pantalla sin más.
Pero cuando los incidentes del camino
prendieron sobre el mantel del almuerzo en el Xacobeo,
este cronista dijo que el novio de la vecina de Juan no podía abrazar al árbol.
En el abrazo debe haber proporcionalidad entre abrazador
y abrazado, debe uno rodear de alguna
manera y ser rodeado el otro. Creo que Pedro, espiritual, dijo que en el abrazo
predomina el sentimiento. Y el cronista dijo que lo que predomina es el gesto.
Y fue Ramón, metido a juez, y desde su Iphone dictó
la sentencia salomónica de un artículo
del abrazo, donde nadie quedó malparado.
El castaño centenario cerca de Triacastela
resulta inabrazable
Sarria
Samos es pueblo,
río, puente, y principalmente, Monasterio benedictino, cerrado durante las
visitas, luego siempre cerrado. La fachada de la Abadía de Samos tiene delante una especie arbórea de porte romo para
que aprendan los de Alcalá de Henares. De Samos a
Sarria puede uno irse en derechura por la carretera, como lo hizo Fernando,
quien nos dijo que le pasaban silvando los coches. La
mayoría optamos por ir en torcedura por el camino que lo es. Subimos hasta
perdernos. Hasta perdernos en la umbría más bucólica del camino entero, donde
el Samos benedictino espeja su más profunda y
legendaria apacibilidad, envarada de atractivos naturales. Entonces fue cuando apareció
ella, Susana la argentina, quien nos dijo que había fotografiado una retama
blanca, y nosotros, que creíamos que sabíamos de España mas
que los que vienen, se lo negamos. Entre sus mil fotos, nos dio al fin con la
retama blanca en las narices. Llegamos a Sarria cargados con Susana, locuaz,
quien al entrar en la población de destino, me dijo:
—Pero ustedes que se quejan de la crisis,
tienen sin embargo esto.
—¿El qué? —le
dije.
—Esto —insistía señalando al bulto— Esto,
la calle, la acera, el jardín, los edificios… Todo esto. Bello, acabado.
Ustedes lo tienen, sin embargo.
Portomarín
Pasado el Molino de Marzán, unas losetas nos facilitan la travesía pantanosa.
Hoy va de aguas. Miguel es insistente. Lo digo por el paso que impone. Peruscallo, Cortññas, Lavandeira, Brea pertenecen al Concello
de Sarria. Pasamos la pirámide de piedras del kilómetro 100, desde donde se
puede obtener la Compostela,
y se suceden las parroquias lucenses del Concello de Paradela donde el camino sube y baja hasta el cauce del Miño, atrapado en el embalse de Belesar,
por cuyo puente de 350
metros, Miguel impone su paso de sprint
final. La escalinata de acceso a Portomarín está
coronada por un arco romano del viejo puente. Pregunté por la dirección de
nuestro alojamiento. El señor se abrió de manos y me dijo:
—Una cosa es ‘pousada’
y otra muy distinta ‘la posada’, nada que ver, como el día y la noche. Desde el
alto grité a Juan, nuestro lugarteniente:
—¡¿Pousadaaa o posadaaa?!
El interpelado lugareño, al oír la
respuesta, cambió su ademán procaz, bajó la voz y me
señaló:
—La pousada, por
ahí, señor.
En
el segundo banco de la derecha de la misa de peregrinos en la iglesia de San
Nicolás de Portomarín un bárbaro desafinaba datedraliciamente. No se merece esta iglesia tal trato,
toda vez que el templo-fortaleza románico del siglo XIII, perteneciente a la
orden de San Juan de Jerusalén, fue rescatado piedra a piedra desde el lugar
del pantano. No se lo merece.
La iglesia-fortaleza románica de Portomarín
fue rescatada piedra a piedra,
antes de ser cubierta
por las aguas del pantano.
Palas del Rey
Hoy toca camino de reyes. Carlos V y Felipe
II dejaron huella por aquí. Gonzar, Castromayor, San Mamede, Ventas
de Narón, Ligonde, Portos. Bajar o subir, tierra o asfalto, a José Antonio el
Notario le da igual, no se corta. A este hombre hay que sacarlo del Camino. Su
relato y su trova no le caben por capítulos. Hay que llevarlo, no sé, al camino
siberiano o andino.
Melide
Aquí fue la pulpada
inolvidable del final programado. Pero aquí quiero cubrir su espacio con el
salto motorizado que dimos hasta la catedral de Santiago, el colofón, la misa
de peregrinos oficiada por el obispo de Detroit, a la que asistieron una
treintena de seminaristas de allí, y la lista interminable de alemanes,
franceses, italianos, polacos, búlgaros, coreanos, japoneses, brasileños… Entre
tanto mundo, a alguien se le ocurrió decir que Jose Luis venía a agradecer al Santo el triunfo de su patente de
la rueda del TALGO y su reciente nombramiento como el mejor inventor europeo
del año. Lo cual era religiosamente cierto. Y el camarín del Santo se atascó al
momento, interferido por el Deán, un redactor, una cámara, un foco. Y Jose Luis López Gómez, que no
Vázquez, se comportaba como un astro ya curtido.
—¡José Luiiis! —le gritó su padre cuando niño en su pueblo de Las
Merindades burgalesas. Acababa de subir la larga pendiente que conducía al
alto. El pueblo está en un risco y el único llano para jugar al fútbol está en
la cumbre. Habían echado a pies con los amigos. José Luis
hubo de asomarse al talud:
—¿Qué quiere, padreee?
—¡Que bajeees! —gritó.
José Luis se
presentó en el taller e inquirió al padre con la mirada. El padre se lo dijo:
—Esas tenazas a su sitio.
—¿Sólo eso? —dijo
el chaval.
—¿Te parece poco? —le recriminó el padre.
José Luis,
liberado, volvió a remontar la penosa cuesta. Su padre le estaba preparando
para el orden de su rueda y… para el Camino de Santiago.
José
César Álvarez
Semanario
‘PUERTA DE MADRID’ 29.6.2013