martes, 25 de junio de 2013







Por el Camino de Santiago

     El Camino de Santiago es un flujo cultural inagotable. Es una trocha medieval y moderna, un retorno de pasos con bordón, un reguero inaudito de lenguas y cadencias. Es un ‘buen camino’ deseado con complicidad, y pronunciado con todos los acentos de todas las tribus del orbe.  Es un cauce de suspiros y consolaciones, de peregrinos y de ‘turigrinos’. En este escenario sosegado y trepidante, nueve caminantes llevamos caminando nueve años durante nueve días. El último, del 10 al 18 de junio de 2013.

Villafranca del Bierzo

     Cuando el peregrino sale por la calle del Agua de la que fue villa de los francos, con sus viejos hospitales del ‘camino’ y el asentamiento de cluniacenses, cuando uno mira atrás desde el espléndido puente sobre el sonoro Valcarce y advierte los pináculos de su Colegiata, los conventos de jesuitas y franciscanos, su castillo y su caserío noble, uno sabe entonces por qué esta Villafranca llegó a ser capital de la fenecida provincia del Bierzo, cuya titularidad oficiosa le ha arrebatado Ponferrada. Ahí queda a la espalda la egregia villa donde vio la luz el benedictino Martín Sarmiento, el descubridor de la cuna de Cervantes en el siglo XVIII a través del Libro de Haedo, la crónica del exilio de Argel.

     Subiendo la cuesta, a la derecha, de ahí sale el viejo ‘camino’, pero se va bien por esta raya desvaída del espacio robado a la antigua N-VI del plan REDIA, junto al Valcarce murmurador y ornitológico, entre castaños y robles vigías. Este camino de valla de hierro, flanqueado por los altos gendarmes de sus chopos, culebrea bajo los puentes colgantes de la A-6 que rompen el cielo con sus chorros de hormigón. Jose Luis, a quien seguimos, rompió también el encajonado redil y optó por la variante de Trabadelo donde encontró una buena tortilla para continuar asfaltadamente hasta La Portela.

     O’Cebreiro

     Por Ambasmestas, Vega de Valcárce, Ruitelán y Herrerías uno no sabe todavía lo que le espera. Sabe que es la etapa reina del Camino, pero no intuye su infierno. Al salir del asfalto, un túnel vegetativo presagia negros horizontes. Las rocas se encrespan. Aquí no hay término medio: o el asfalto que quema o el pedrusco que rompe. Somos amigos de preservar tramos medievales donde la erosión magnifica los muñones del roquedal y suelta las lascas. En la subida al Cebreiro tiene que estar allí el diablo encorajinado y dispuesto a romperle al Santo el Camino. El descanso en La Faba es una tentación del maligno. Sigue el escarpe del camino como un torrente entallado en la roca. Ahí es donde el bordón es el mejor de los tres pies del peregrino, a quien el camino engaña de requiebros, cuando cree coronar. Por fin, el peregrino asciende en cuerpo y alma a un monte espléndido de laderas de brezo blanco y cárdeno, de retamas y ginestas fragantes, donde la cuesta se endulza. En Laguna de Castilla, último pueblo de León hubo sentada doliente y refrigerio inútil. La reata de caballos es una tentación que pasa y desciende hacia los débiles de más abajo.

     Triacastela

     Hasta el Alto do Poio fuimos levitando sobre los tupidos celajes de niebla que se acaldaban a nuestros pies cubriendo los valles de hayas y acebos. Hoy se baja más que se sube. Las bajadas son auténticos rompepiernas. Ya ha habido ocasiones para demostrar que Juan es Bahamontes, subiendo, y que David es Riviere, bajando. Es día de  pizarra laminada en el camino, en los muros, en los tejados. Pero al llegar a Ramil hay un castaño obeso, dicen que de ochocientos años y ocho metros y medio de talle. Es la antítesis de la laminación. Un muchacho quedó abrazado al árbol. Juan estaba sentado en un banco próximo y preguntó a su vecina:
     —¿Qué hace tu novio?                   
     La chica levantó la vista de su Iphone, miró al presunto abrazador y dijo:
     —Querrá captar su energía —y volvió su mirada a la pantalla sin más.

     Pero cuando los incidentes del camino prendieron sobre el mantel del almuerzo en el Xacobeo, este cronista dijo que el novio de la vecina de Juan no podía abrazar al árbol. En el abrazo debe haber proporcionalidad entre abrazador y abrazado, debe  uno rodear de alguna manera y ser rodeado el otro. Creo que Pedro, espiritual, dijo que en el abrazo predomina el sentimiento. Y el cronista dijo que lo que predomina es el gesto. Y fue Ramón, metido a juez, y desde su Iphone dictó la  sentencia salomónica de un artículo del abrazo, donde nadie quedó malparado.


El castaño centenario cerca de Triacastela resulta inabrazable


     Sarria

     Samos es pueblo, río, puente, y principalmente, Monasterio benedictino, cerrado durante las visitas, luego siempre cerrado. La fachada de la Abadía de Samos tiene delante una especie arbórea de porte romo para que aprendan los de Alcalá de Henares. De Samos a Sarria puede uno irse en derechura por la carretera, como lo hizo Fernando, quien nos dijo que le pasaban silvando los coches. La mayoría optamos por ir en torcedura por el camino que lo es. Subimos hasta perdernos. Hasta perdernos en la umbría más bucólica del camino entero, donde el Samos benedictino espeja su más profunda y legendaria apacibilidad, envarada de atractivos naturales. Entonces fue cuando apareció ella, Susana la argentina, quien nos dijo que había fotografiado una retama blanca, y nosotros, que creíamos que sabíamos de España mas que los que vienen, se lo negamos. Entre sus mil fotos, nos dio al fin con la retama blanca en las narices. Llegamos a Sarria cargados con Susana, locuaz, quien al entrar en la población de destino, me dijo:
     —Pero ustedes que se quejan de la crisis, tienen sin embargo esto.
     —¿El qué? —le dije.
     —Esto —insistía señalando al bulto— Esto, la calle, la acera, el jardín, los edificios… Todo esto. Bello, acabado. Ustedes lo tienen, sin embargo.
      
    Portomarín

          Pasado el Molino de Marzán, unas losetas nos facilitan la travesía pantanosa. Hoy va de aguas. Miguel es insistente. Lo digo por el paso que impone. Peruscallo, Cortññas, Lavandeira, Brea pertenecen al Concello de Sarria. Pasamos la pirámide de piedras del kilómetro 100, desde donde se puede obtener la Compostela, y se suceden las parroquias lucenses del Concello de Paradela donde el camino sube y baja hasta el cauce del Miño, atrapado en el embalse de Belesar, por cuyo puente de 350 metros, Miguel impone su paso de sprint final. La escalinata de acceso a Portomarín está coronada por un arco romano del viejo puente. Pregunté por la dirección de nuestro alojamiento. El señor se abrió de manos y me dijo:
     —Una cosa es ‘pousada’ y otra muy distinta ‘la posada’, nada que ver, como el día y la noche. Desde el alto grité a Juan, nuestro lugarteniente:
     —¡¿Pousadaaa o posadaaa?!
     El interpelado lugareño, al oír la respuesta, cambió su ademán procaz, bajó la voz y me señaló:
     —La pousada, por ahí, señor.
     En el segundo banco de la derecha de la misa de peregrinos en la iglesia de San Nicolás de Portomarín un bárbaro desafinaba datedraliciamente. No se merece esta iglesia tal trato, toda vez que el templo-fortaleza románico del siglo XIII, perteneciente a la orden de San Juan de Jerusalén, fue rescatado piedra a piedra desde el lugar del pantano. No se lo merece.



La iglesia-fortaleza románica de Portomarín
fue rescatada piedra a piedra, antes de ser cubierta
por las aguas del pantano. 


     Palas del Rey
   
     Hoy toca camino de reyes. Carlos V y Felipe II dejaron huella por aquí. Gonzar, Castromayor, San Mamede, Ventas de Narón, Ligonde, Portos. Bajar o subir, tierra o asfalto, a José Antonio el Notario le da igual, no se corta. A este hombre hay que sacarlo del Camino. Su relato y su trova no le caben por capítulos. Hay que llevarlo, no sé, al camino siberiano o andino.

     Melide

     Aquí fue la pulpada inolvidable del final programado. Pero aquí quiero cubrir su espacio con el salto motorizado que dimos hasta la catedral de Santiago, el colofón, la misa de peregrinos oficiada por el obispo de Detroit, a la que asistieron una treintena de seminaristas de allí, y la lista interminable de alemanes, franceses, italianos, polacos, búlgaros, coreanos, japoneses, brasileños… Entre tanto mundo, a alguien se le ocurrió decir que Jose Luis venía a agradecer al Santo el triunfo de su patente de la rueda del TALGO y su reciente nombramiento como el mejor inventor europeo del año. Lo cual era religiosamente cierto. Y el camarín del Santo se atascó al momento, interferido por el Deán, un redactor, una cámara, un foco. Y Jose Luis López Gómez, que no Vázquez, se comportaba como un astro ya curtido.
      —¡José Luiiis! —le gritó su padre cuando niño en su pueblo de Las Merindades burgalesas. Acababa de subir la larga pendiente que conducía al alto. El pueblo está en un risco y el único llano para jugar al fútbol está en la cumbre. Habían echado a pies con los amigos. José Luis hubo de asomarse al talud:
     —¿Qué quiere, padreee?
     —¡Que bajeees! —gritó.
     José Luis se presentó en el taller e inquirió al padre con la mirada. El padre se lo dijo:
     —Esas tenazas a su sitio.
     —¿Sólo eso? —dijo el chaval.
     —¿Te parece poco?  —le recriminó el padre.
     José Luis, liberado, volvió a remontar la penosa cuesta. Su padre le estaba preparando para el orden de su rueda y… para el Camino de Santiago.
                                                                 

José César Álvarez
                                                                  www.josecesaralvarez.com
                                                             Semanario ‘PUERTA DE MADRID’ 29.6.2013                         











El Premio

     A Jose Luis López Gómez, ingeniero jubilado de TALGO, amigo peregrino del Camino de Santiago desde hace años, la princesa Beatriz de Holanda le ha entregado el premio al mejor inventor industrial del año en el suntuoso marco de la Bolsa de Berlage de Ámsterdam, aunque era un método patentado en el año 2007. Dicen que son los ’oscar’ de la tecnología. Su innovación, consiste a ojo de buen cubero, en un sistema de suspensión de la rueda, manteniendo en cada momento su óptima disposición sobre el plano del raíl, lo cual posibilita una mayor velocidad, principalmente en curvas y subidas. 

     Las sociedades avanzadas invierten en el tren, dice José Luis. Invertir en el tren es invertir en seguridad y confort. Somos líderes en alta velocidad y ello ha contribuido a aminorar el índice de siniestralidad de la carretera. Viajar en tren es una fiesta.

     Al final, después de cuarenta años con su TALGO, hasta el hierro y la ingeniería acaban diluidos en la poesía. Jose Luis ha conseguido que el raíl y la rueda se entiendan, se acoplen. “Si la rueda golpea al raíl, éste se la devuelve” decía. Y esa violencia repercute en la convivencia que lleva encima, protagonista del viaje y de toda empresa. Jose Luis ha conseguido que la rueda mire al raíl antes de poseerlo, superando el dictado imperioso del eje. Es la rueda la madre de todas las movidas. Como quiera que sea José Luis no acaba de desconectar de su tren TALGO, donde ha dejado la vida.  Hace poco me dijo que estuvo en Samarcanda para resolver algún problema técnico del tendido. A su vuelta no habló de raíles ni de catenarias. Venía impresionado de la belleza de aquella ciudadb, de su plaza de Registán con sus tres fabulosas madrazas y su mezquita. Venía el ingeniero enredado en mil cuentos de mil y una noche.
     
     Este hombre sencillo de Quintanilla de Valdebodres empezó haciendo ruedas de carro en su pueblo, ayudando a su padre, y sigue metido en la rueda de la rueda mundial más inteligente. Es un orgullo caminar al lado del mejor inventor europeo, mientras arrastra como un susurro su vara de boyero sobre la grija y la tierra del camino, la vieja costumbre rural de sus Merindades burgalesas, cuyos orígenes rústicos lleva a gala. Hace un par de meses  estuvo en Alcalá, dentro del grupo de caminantes, dejándose llevar por mí en peregrinación por la ciudad.

     Ana María Matute es una escritora catalana-riojana que ha cosechado una larga lista de premios literarios a lo largo de su dilatada vida literaria. El jueves recibió en el Salón Noble de nuestro ayuntamiento el último premio de su lista: el nombramiento de hija adoptiva de la ciudad. Era, pues, el tercer premio que la novelista recibía en Alcalá, después del Premio Cervantes y el ‘Premio Ciudad de Alcalá de Henares de las Artes y las Letras”. Doña Ana María agradeció el gesto con dos palabras voluntariosamente repetidas: “Muchas gracias”. Alcalá le ha deparado tres premios sin obra concreta presentada, a cuerpo gentil, como renta emérita de su oficio. De ahí que comentara en su chascarrillo: “Esto no me ha pasado a mí nunca en ninguna parte”.

      Doña Ana María Matute, prolífica novelista, académica de la Lengua con el sillón ‘k’, tercera mujer que recibe el Cervantes, fue una niña enfermiza a quien sus padres, a los cuatro años, la enviaron con sus abuelos maternos a Mansilla de la Sierra, en La Rioja, donde transcurre gran parte de su infancia y de su juventud. Aquellas gentes, dice ella, le marcaron profundamente.      

     Pero lo que le habría de marcar es cuando el gobierno de Franco acomete el viejo proyecto republicano del embalse de Mansilla, el largo océano de las Siete Villas. Allí quedó sepultada la casa de sus abuelos y sus vivencias de niña. Bajo las aguas quedaron el palacio de Fernán González y de los condes de Castilla, las casas de piedra blasonadas y la imponente iglesia con su magnífico ábside. El domingo de Ramos de 1960, los vecinos, con el agua en los tobillos y la Guardia Civil apremiante de mosquetones, ascendían con su ganado y sus enseres al nuevo Mansilla del alto, lleno de precariedades y falto de apriscos. Hoy, el embalse de Mansilla es un espejo sin azogue de doble cara: refleja el verdor aguerrido de sus montes, y al otro lado, con la ayuda de los rayos del sol, reaparecen al fondo los recuerdos bañados de Ana María y sus pasos de piedras llagadas. La melancolía flotará en su alma literaria.   

     El Paraninfo de nuestra Universidad está también en el fondo de un océano anegado por el tiempo. Es nuestro Paraninfo el mejor estuche para la liturgia de un Premio. En ese profundo y mágico espacio, 98 alumnos de los cursos de la Universidad para mayores recibieron el miércoles otros tantos premios –una beca y un diploma– al final de sus tres años de estudio. El Director General de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales dio constancia de su patrocinio desde que en 1999 iniciara esta modalidad la Complutense, y el Rector  hizo una reflexión del siguiente tenor:    

     Es en estos cursos de la ‘Universidad para mayores’ donde la enseñanza se hace más pura. Aquí los alumnos no se sienten acuciados por la urgencia de un título, de un trabajo, de una beca. Esa tensión acuciante la recibe el profesorado en un clima de tensión. Pero en esta especialidad para mayores que se imparte en las cinco universidades públicas madrileñas, la enseñanza universitaria ha encontrado su arcadia feliz para profesores y alumnos.    

    Y el viernes 31, Javier Bello se une al ministro Pedro Morenés en el Parador de Alcalá para la entrega de los premios anuales que concede la Asociación de periodistas de defensa (APDEE)

     Semana de premios. Los premios son necesarios para alegrar la estepa árida de la vida. Son la sal y la pimienta, y son necesarios como estímulo y como justo reconocimiento.

                                               José César Álvarez
                    www.josecesaralvarez.com


Ana María Matute





Jose Luis López Gómez

martes, 4 de junio de 2013

El ave que sale de la mano del hombre


                                                                                  
     Don Camilo José Cela  recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1989 y el Premio Cervantes en 1995. Don Camilo sufrió un ínterin tormentoso entre el Nobel y el Cervantes. Pasaban los años y el Cervantes no caía, se le resistía. “Todo tiene un orden” decía malhumorado. Hasta que explotó con un exabrupto de su cuño: “El Cervantes es una mierda”. Cuando le concedieron el Premio Cervantes, le habían anunciado en Alcalá una manifestación por su exabrupto, pero don Camilo tomó el tanque de su pluma y apaciguó los alborotos previstos. En efecto, el día antes de venir a Alcalá a recibir el premio, en su sección diaria del ABC “El color de la mañana”, ilustrada por Mingote, don Camilo escribió un breve y precioso artículo, titulado “Alcalá de Henares”, el cual guardo desde entonces en mi memoria, de donde rescato ahora sus primeros compases:

    En cierto trance llamé a Alcalá de Henares ‘pastora de la piedra en buen amor’ y ‘toro bravo de sabiduría’. Y hoy te aviso, oh mi señora Dulcinea, espejo de amantes, que la palabra dicha. la voz que sale de la boca del hombre, no tiene marcha atrás en los mil caminos del tiempo, ni se diluye en el agua de los espíritus que sobrevuelan las mareas anteriores al pecado original, aquel que nos atenaza a todos.

      San Juan de la Cruz adivinó que el ave que sale de la mano del hombre jamás volverá a ser cobrada y volará alta y libre como la estrella. Mañana voy a entrar en tu circo, Alcalá…

     Es el ave salvaje la que no vuelve a ser cobrada, al igual que su exabrupto tampoco hubo quién lo parara. Su excremento se diluye con la concesión del premio, donde ya no puede mantener su venablo. En su artículo entierra su maloliente farfolla y la dulcifica con “pastora” y “toro”, que dice que dijo en un trance que desconocemos. Pero los aromas de su escatología volaron sin poderlos detener, aunque él contuviera ‘in extremis’ los ánimos de la protesta.

     Alcanzada esta perspectiva, puedo afirmar que Rajoy es un ave salida de la mano del hombre Aznar. Yo no sé si Rajoy es gavilán, halcón o zorzal, pero su vuelo alto ha sido mirado con los ojos estupefactos como carbunclos del hombre que le echó a volar. El hombre que le echó a volar mira atónito al cielo, siguiendo con desagrado su órbita equívoca.  No es el vuelo de su cetrero Aznar, cuando lo fue. Dicen que Aznar, en aquellas maquiavélicas elecciones de 2004, teñidas de una sangre todavía impune, le rompieron el cielo. Dicen que Aznar tenía pensado retirarse como cetrero que dirigiera los vuelos. Pero durante los siete años largos de Zapatero se quemó el bosque, el ave Rajoy, planeando sobre un paisaje de tierra quemada, perdió los vínculos de su domesticación y se hizo salvaje. Aznar, lector de poesía, ha olvidado a San Juan de la Cruz..

      Aznar, antiguo cetrero, mira ahora al cielo de sus perplejidades con su gesto serio de contrariedad. El ave, alta, sigue su curso de referencias cambiadas,  con otro cielo, otro bosque y otro  aire . Es por eso que el ave no reconoce la voz del cetrero, la ha olvidado. Pero la ornitología suelta del lugar ha reconocido con nostalgia la voz del cetrero y queda a la expectativa. Puede resurgir la querencia a sus cielos pletóricos, y el cielo puede partirse en dos.

     La voz de Aznar ha resultado oportuna a juzgar por la reacción integrista de sus enemigos. Rubalcaba la califica de “un espanto” y ‘El País’ de “el tóxico”, proyectándose ellos mismos en su acometida con su más genuina radiografía.

     La gesta de América ha sido el ave más alta que jamás haya salido de la mano del hombre. El vuelo del bronce de Colón en Barcelona, salido también de la mano del hombre, es un alto símbolo de aquella épica. Uno creía al principio que Colón había sido pintarrajeado por cualquier loco empinado, al igual que fue atacada en su día la Cibeles o nuestra alcalaína reina Isabel la Católica. Pero, no, resulta increíble, resulta que ha sido la propia autoridad cívica la que ha vendido el uso embadurnado de la estatua hasta el día 9 de junio. Lo que menos importa son sus colores o su pretendido mensaje. Lo que aquí importa es que el propio alcalde de Barcelona ha vendido el alma de su pueblo a tiempo y precio tasado, en tanto se sorprende  de la perplejidad suscitada.

     Lo que resulta lamentablemente sorprendente es que el mercantilismo catalán ha penetrado de forma tan refinada e inconsciente por los poros de su sociedad que ha llegado a vender su propio cielo. En Barcelona se ha levantado la veda de sus símbolos. Ahora ya sabemos que el ave que sale de la mano del hombre vuela alta y libre como la estrella en todas partes, salvo en la Ciudad Condal, donde se vende el vuelo de sus símbolos.

                                                   José César Álvarez
                                                 Puerta de Madrid,  1.6.2013                
                                                          
                              

                                                                 José María Aznar



La colosal estatua del Colón barcelonés, que mide 7 metros dentro de un monumento que alcanza 60 m. de altura, mantiene un dedo índice equívoco: la dirección de ‘sus’ Indias está al lado contrario. El dedo índice colombino es signo del catalanismo a la contra.