martes, 4 de junio de 2013

El ave que sale de la mano del hombre


                                                                                  
     Don Camilo José Cela  recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1989 y el Premio Cervantes en 1995. Don Camilo sufrió un ínterin tormentoso entre el Nobel y el Cervantes. Pasaban los años y el Cervantes no caía, se le resistía. “Todo tiene un orden” decía malhumorado. Hasta que explotó con un exabrupto de su cuño: “El Cervantes es una mierda”. Cuando le concedieron el Premio Cervantes, le habían anunciado en Alcalá una manifestación por su exabrupto, pero don Camilo tomó el tanque de su pluma y apaciguó los alborotos previstos. En efecto, el día antes de venir a Alcalá a recibir el premio, en su sección diaria del ABC “El color de la mañana”, ilustrada por Mingote, don Camilo escribió un breve y precioso artículo, titulado “Alcalá de Henares”, el cual guardo desde entonces en mi memoria, de donde rescato ahora sus primeros compases:

    En cierto trance llamé a Alcalá de Henares ‘pastora de la piedra en buen amor’ y ‘toro bravo de sabiduría’. Y hoy te aviso, oh mi señora Dulcinea, espejo de amantes, que la palabra dicha. la voz que sale de la boca del hombre, no tiene marcha atrás en los mil caminos del tiempo, ni se diluye en el agua de los espíritus que sobrevuelan las mareas anteriores al pecado original, aquel que nos atenaza a todos.

      San Juan de la Cruz adivinó que el ave que sale de la mano del hombre jamás volverá a ser cobrada y volará alta y libre como la estrella. Mañana voy a entrar en tu circo, Alcalá…

     Es el ave salvaje la que no vuelve a ser cobrada, al igual que su exabrupto tampoco hubo quién lo parara. Su excremento se diluye con la concesión del premio, donde ya no puede mantener su venablo. En su artículo entierra su maloliente farfolla y la dulcifica con “pastora” y “toro”, que dice que dijo en un trance que desconocemos. Pero los aromas de su escatología volaron sin poderlos detener, aunque él contuviera ‘in extremis’ los ánimos de la protesta.

     Alcanzada esta perspectiva, puedo afirmar que Rajoy es un ave salida de la mano del hombre Aznar. Yo no sé si Rajoy es gavilán, halcón o zorzal, pero su vuelo alto ha sido mirado con los ojos estupefactos como carbunclos del hombre que le echó a volar. El hombre que le echó a volar mira atónito al cielo, siguiendo con desagrado su órbita equívoca.  No es el vuelo de su cetrero Aznar, cuando lo fue. Dicen que Aznar, en aquellas maquiavélicas elecciones de 2004, teñidas de una sangre todavía impune, le rompieron el cielo. Dicen que Aznar tenía pensado retirarse como cetrero que dirigiera los vuelos. Pero durante los siete años largos de Zapatero se quemó el bosque, el ave Rajoy, planeando sobre un paisaje de tierra quemada, perdió los vínculos de su domesticación y se hizo salvaje. Aznar, lector de poesía, ha olvidado a San Juan de la Cruz..

      Aznar, antiguo cetrero, mira ahora al cielo de sus perplejidades con su gesto serio de contrariedad. El ave, alta, sigue su curso de referencias cambiadas,  con otro cielo, otro bosque y otro  aire . Es por eso que el ave no reconoce la voz del cetrero, la ha olvidado. Pero la ornitología suelta del lugar ha reconocido con nostalgia la voz del cetrero y queda a la expectativa. Puede resurgir la querencia a sus cielos pletóricos, y el cielo puede partirse en dos.

     La voz de Aznar ha resultado oportuna a juzgar por la reacción integrista de sus enemigos. Rubalcaba la califica de “un espanto” y ‘El País’ de “el tóxico”, proyectándose ellos mismos en su acometida con su más genuina radiografía.

     La gesta de América ha sido el ave más alta que jamás haya salido de la mano del hombre. El vuelo del bronce de Colón en Barcelona, salido también de la mano del hombre, es un alto símbolo de aquella épica. Uno creía al principio que Colón había sido pintarrajeado por cualquier loco empinado, al igual que fue atacada en su día la Cibeles o nuestra alcalaína reina Isabel la Católica. Pero, no, resulta increíble, resulta que ha sido la propia autoridad cívica la que ha vendido el uso embadurnado de la estatua hasta el día 9 de junio. Lo que menos importa son sus colores o su pretendido mensaje. Lo que aquí importa es que el propio alcalde de Barcelona ha vendido el alma de su pueblo a tiempo y precio tasado, en tanto se sorprende  de la perplejidad suscitada.

     Lo que resulta lamentablemente sorprendente es que el mercantilismo catalán ha penetrado de forma tan refinada e inconsciente por los poros de su sociedad que ha llegado a vender su propio cielo. En Barcelona se ha levantado la veda de sus símbolos. Ahora ya sabemos que el ave que sale de la mano del hombre vuela alta y libre como la estrella en todas partes, salvo en la Ciudad Condal, donde se vende el vuelo de sus símbolos.

                                                   José César Álvarez
                                                 Puerta de Madrid,  1.6.2013                
                                                          
                              

                                                                 José María Aznar



La colosal estatua del Colón barcelonés, que mide 7 metros dentro de un monumento que alcanza 60 m. de altura, mantiene un dedo índice equívoco: la dirección de ‘sus’ Indias está al lado contrario. El dedo índice colombino es signo del catalanismo a la contra.

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