jueves, 22 de mayo de 2014

Alcalá y Europa




Alcalá y Europa
    
      
     Tengo para mí que la primera aventura europea de Alcalá hubo de ser en París. En el siglo XIV y XV los frailes que buscaban nuevos aires, atufados de tanta escolástica tradicional, se daban un garbeíto  por la Universidad de París donde se enseñaba el nominalismo, que era la corriente filosófica en boga y que tenía los candados echados en España. París, con su nominalismo, era entonces la pantalla del destape intelectual al que acudían los españolitos, de hábito talar. Nos cuenta Menéndez y Pelayo que en aquellos tiempos los españoles brillaban con luz propia en la Universidad de París. Allí fueron a estudiar franciscanos de Alcalá, entre otros, que querían imbuirse del nominalismo de Guillermo de Ockam, que era franciscano y fue lumbrera filosófica de la Edad Media. Por eso Cisneros conoció el nominalismo, y cuando en 1508 abre la Universidad de Alcalá, irrumpe en su casa la modernidad nominalista, de tal forma que llegó a tambalear a la propia Universidad de Salamanca, cuyos alumnos interesados emigran a Alcalá. Así fue cómo Alcalá llegó a romper los candados intransigentes de Salamanca.

                                    Guillermo de Ockam

      Y ¿qué era eso del nominalismo? Fue una larga discusión que armaron con el tema de “los universales”. Era una polémica medieval que a su vez venía desde la época griega con Platón y Aristóteles. No tenían en otra cosa que ocuparse. ¿Qué era antes, el universal, lo genérico, o lo individual y concreto? ¿Era primero el ser viviente animal racional hombre Juan, por este orden o lo primero era ser Juan? Pues los nominalistas del destape parisino decían en contra del tomismo que lo primero era ser Juan, que lo otro son abstracciones, esencias o formas derivadas, que no tienen existencia fuera de la mente. Lo realmente existente, lo primero era la substancia primera. En París se enseñaba la teoría individualista de Guillermo de Ockam y París era Juan.
     Pardo y Ciruelo enseñaron en Alcalá la nueva lógica y las Súmulas nominalistas. Estos, en sus disputas filosóficas, cuidaban de la precisión de ‘los términos’. Había que aquilatar los términos antes de lanzarse. Las palabras podían ser engañosas, expresar significados equívocos, ser flatus vocis, voces hueras. Y los aquilatadores complutenses de voces volvieron a salir a Europa con su invento de precisiones.

                               Arias Montano   


     La Biblia Políglota, transcrita en griego, hebreo, latín y caldeo, según Menéndez y Pelayo “fue joya de eterna gloria y faro esplendente”, y Arias Montano, alumno de Alcalá, hebraísta y portentoso políglota, pasó a dirigir la Biblia de Amberes. Los maestros complutenses, seguían siendo los magos de las palabras precisas, universales, dominadores del universo humanístico.
    
      Erasmo de Rótterdam, gran humanista y uno de los principales padres de Europa, fue invitado por Cisneros y lamentó después su “non placet Hispaniam” calificando a la Academia Complutense como “modelo del saber y dominio de todos los conocimientos”. Alabó la figura de Nebrija, su “tantum nomen”, el renombre que dio a su Academia.
   
                                    Erasmo de Rotterdam

     La crítica a la iglesia de Roma acabó con la  Reforma Luterana, en la que la unidad de Europa se rompe y se enfrenta. Las creencias religiosas de entonces configuran los Estados. A la Reforma europea se opone la Contrarreforma española, que, al cerrar los Pirineos, se ofrece como reserva espiritual de Europa. Pero en Alcalá se establece un cuartel de la Contrarreforma, el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, la ardiente denominación de militancia universal. En ese espacio universitario derivado, en su Salón de Grados, no cabía hace unos días el séquito de un juez prevaricador de mundialismos alicortados.
      
     Ahí está el soldado Cervantes y los alcalaínos anónimos de Lepanto, de Corfú, del Milanesado, de Pavía, de la Borgoña y de los Países Bajos, donde caería en acto de heroísmo el alcalaíno Rodrigo, hermano de Cervantes. Ahora, sin embargo, el fervor patrio se diluye tras los colores de un equipo de fútbol y queda la bandera nacional exenta de heroísmos enjugados.
      
     Ahí están los madrileños colchoneros y merengues de Lisboa en la lucha final por Europa. El fútbol es primero. Primero botamos por Europa, y un día después votamos por Europa. Todo tiene un orden. ¿Se han dado ustedes cuenta también de que la perspectiva europea de un español es dual? Miren: Carlos I de España y V de Alemania, la Reforma y la Contrarreforma, los Borbones y los Austria, Bruselas y Estrasburgo, el inglés y el francés, Cañete y la Valenciano, merengues y colchoneros, la Cibeles y Neptuno. ¿A que sí? 
  
 José César Álvarez

Puerta de Madrid, 18.5.2014
                                                             

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