Tras el cotejo del ADN de Cervantes
Aquel
jueves por la noche, cuando España se iba a meter en la cama y en la campaña
por Europa, España se metió enterita en Monterrubio de la Serena. Una retroexcavadora en
el camino, un viraje, un abismo, y cinco niños que no volverán nunca a la plaza
de su pueblo donde les esperaban sus padres. Todas las dialécticas políticas,
todas las diatribas futboleras de la última recta, todas las independencias
juntas, todas las corrupciones reunidas enmudecen en la plaza de Monterrubio de
la Serena,
ante la espera de un microbús que no llega. El firme vozarrón de Cañete, la voz
de la Valenciano
a la contra, la voz de la eurovisiva Conchita, los Ronaldo y los Mesi, Nadal,
Alonso, los huesos de Cervantes, Obama, Putin, todo ello es agua chirle ante la
muerte de cinco chavales espigados, todo es una tontuna ante una manita de
españolitos truncada. Y, sin embargo, la vida sigue.
Era mi propósito pergeñar un mapa de la familia cervantina más próxima,
los lugares de los huesos familiares. Se habla de esta posibilidad de cotejo
del ADN, en el caso de que los arcabuzazos que Cervantes recibiera sobre La Marquesa en Lepanto, dos
en el pecho y otro en el brazo izquierdo, no fueran suficientes para ser
identificado, o quisiera ser más seguramente confirmado, en ese caso habría que
buscar penosamente en otros lugares:
En
Alcalá de Henares, en el convento de la Purísima Concepción,
calle de la Imagen,
donde su hermana Luisa profesó con el nombre de Sor Luisa de Belén y donde fue
abadesa en varias ocasiones. Pero en este convento, que fue ocupado por El Campesino
durante la guerra civil, según testimonio de alguna monja, se encontraron
removidas las sepulturas.
Convento de la Purísima Conceción de
Alcalá de Henares
En Cabra fue gran alcalde ordinario Andrés de Cervantes, tío de Miguel, y debió poseer un enterramiento distinguido en el año de su muerte de 1587. Allí, en la parroquia de la Asunción, quedaría también su hijo el egabrense Rodrigo, primo carnal de Cervantes, fallecido en 1607, y un hijo natural del alcalde, Diego de Cervantes. En Lucena quedaría la otra hija, Leonor de Torreblanca, que huyó allí por no soportar el segundo casamiento de su padre.
Parroquia de la Asunción de Cabra
En Madrid, la madre de Cervantes, doña Leonor de Cortinas, que vivió muchos años en Alcalá, se fue a vivir con su desgraciada hija Magdalena a la calle Leganitos y murió allí el 19 de octubre de 1593, siendo enterrada en la iglesia de San Martín, hoy desaparecida, donde sus hijas le dieron muy digna sepultura, en tanto Miguel habría de encontrarse por las tierras onubenses de Niebla en las resacas de trigo para La Armada. En esta misma iglesia de San Martín –en su cementerio circundante– sería también enterrada la supuesta hija natural de Cervantes y Ana Franca, la tabernera de la calle Tudescos, llamada Isabel de Saavedra. A Isabel se la vincula con Magdalena, la hermana de Cervantes con quien se iría a vivir. Esta supuesta y legalizada hija de Cervantes no cuidó, como tampoco su esposa, de procurar una lápida a su padre, sepultado en las Trinitarias, muriendo a la misma edad de 68 años que murió su padre, ella en el año 1662.
En Flandes muere el 2 de julio de 1602 en la batalla de las Dunas el querido hermano de Miguel, Rodrigo de Cervantes, el que estuvo con él en Lepanto y en Argel, en donde le cedió su puesto de rescate en la expedición mercedaria de Jorge del Olivar. Murió el alférez Rodrigo frente a las tropas que mandaba Mauricio de Nassau sobre las del archiduque Alberto. Cotejo imposible, quizás como los que siguen…
Precisamente un 9 de octubre –primera fecha cervantina alcalaína– de 1609 es la fecha de sepelio de su hermana complutense Andrea de Cervantes, que vivía entonces con el matrimonio Cervantes en la calle Magdalena de Madrid, y era enterrada por su hermano en la iglesia de San Sebastián. La hija de Andrea, Constanza de Ovando, moriría en 1622. Y la otra hermana de Cervantes, Magdalena de Sotomayor murió el año 1611, pobre de solemnidad, siendo su voluntad ser enterrada en el Monasterio de San Francisco de Madrid, donde por su condición de haber tomado el hábito de la Orden Tercera Franciscana, tenía derecho a un entierro gratuito.
Real Basílica de San Francisco el Grande de Madrid
Queremos tener a Cervantes ahí, identificado en un sepulcro donde se mire nuestro orgullo. Esta vez tenemos confianza en que la tecnología consiga algo tan certero y palpable, como identificar y dar gloria al Príncipe de nuestras letras, el alcalaíno maltrecho en vida y en muerte. Tenemos también confianza en que las tres obras sucesivas de ampliación de un templo que sigue pequeño, no resultaran drásticas. Cinco son los enterramientos que allí se suponen. Y ahí está sin duda nuestro paisano.
No será por casualidad que durante este pasado fin de semana, en el Museo Casa Natal de Cervantes hayan sonado vihuelas, guitarras y chirimías. Y que en el otro espacio emblemático cervantino, como son las ruinas de Santa María, en pleno mediodía dominguero, hayan saltado al aire los animados compases de la Banda Sinfónica Complutense. No es por casualidad esta profunda sonrisa de la primavera cervantina
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 17.5.2014
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