Las Santas Formas
fue la fiesta más grande del calendario alcalaíno, hoy resurgida desde el
recuerdo. El Obispo de Alcalá don Juan Antonio Reig Pla asistió el domingo a
Jesuitas (hoy Santa María), el lugar histórico del acontecimiento, cuya
historia narró incompleta. Un penitente morisco en el año 1596, cuando
Cervantes andaba por Andalucía en las sacas de trigo para la Armada, se acercó al
confesionario y, arrepentido, entregaba unas formas al jesuita P. Juárez,
producto al parecer de la profanación de distintas iglesias. Aquellas formas no
fueron consumidas por ningún sacerdote por temor a estar envenenadas,
según había ocurrido en otros lugares.
Se guardaron en una cajita por si estuvieran consagradas esperando que se
corrompieran. Pasaron los años y con gran sorpresa se observó que las formas
seguían frescas. Se amplió la observación a otras formas contiguas, pero sólo aquellas
mantenían su perfecto grado de conservación. Intervino la Universidad en aquella
observación y en su determinación. No encontraron explicación. Fueron ya las Santas
Formas Incorruptas desde su proclamación en 1619, arropadas por la devoción del
pueblo y por la presencia de cardenales y reyes. Estuvieron en Jesuitas hasta 1767, a causa de la
expulsión de sus tenedores, pasando a la Iglesia Magistral,
a donde llevaron muchas de sus pertenencias, entre ellas las 17 espléndidas lámparas
de plata. En Santa María su culto dejó dos preciosas capillas, reanudándose en
nuestros días la adoración perpetua y permanente.
Y llegado este
punto don Juan Antonio dijo: “Lo demás ya lo sabéis”. Una prudencia del obispo
que no quiere hurgar en nuestro reciente pasado, en su desenlace ominoso. Un
ejemplo de un representante de la institución mártir que pasa de decir una sola
sílaba sobre la guerra civil. Un ejemplo para aquellos que siguen apalancando con
frenesí en su monotema.
“Lo demás ya lo
sabéis”. Y, sin embargo, no lo sabemos. Porque, personalmente, mantengo dos
versiones. La primera, la que puede considerarse oficial, es la que en su día explicó
el antiguo abad don José Utrera, en que las santas formas fueron sacadas de los
viriles de la custodia y estrujadas por los milicianos, siendo conducida la
custodia a al común de una camioneta que fue camino de la fundición. Pero hay
otro testimonio del ama de un cura de la Magistral, quien dice ser testigo de una
conversación con su madre. Ella le apremiaba sobre el peligro que presentaban las
Santas Formas a tenor de los acontecimientos. Una mañana, después del coro,
desayunaba el beneficiario su habitual tazón de migas con leche con una
servilleta prendida en el alzacuellos. Cuando su madre insistió en la seguridad
de las Santas Formas, en ese momento, el hijo levantó la cabeza del tazón y mirando
a la madre con un goterón blanco en la comisura, le dijo: “No las encuentran,
madre; por mucho que busquen no las encuentran”. El cura cayó de súbito en la
misma calle, y el mártir se llevó consigo el secreto del escondite, junto a
otros dos curas.
Dos versiones encontradas
y una sola verdadera. Las Santas Formas han sido buscadas principalmente cuando
se desarrollaron las obras de la Catedral-Magistral con resultado negativo.
Otras formas “de
las Bernardas” parecían mantener la ilusión de reemplazar la gloria de las
perdidas. Sin embargo, me he encontrado con un alcalaíno que se siente abatido,
consternado, al enterarse de que las nuevas santas formas que las monjas
cistercienses de San Bernardo se llevaron a su destinatario convento de Burgos,
como las que aquí se quedaron en las Claras, fueron consumidas por orden
superior, habiendo desaparecido y habiéndose también consumido sus ilusiones de
recuperación. Ya no hace falta una
guerra civil para allanar los fervores incorruptos.
Sea como fuere,
lo que nadie puede allanar ya son los tres siglos de gloria de las Santas
Formas Incorruptas de Alcalá, abrumadas por los pétalos de rosas de los
balcones alcalaínos que cayeron sobre el
palio de quince varas de largo; con el homenaje de las solemnes paradas
militares de la guarnición alcalaína y sus bandas militares, y dignificadas por
el primor del vestuario del pueblo alcalaíno en el día de sus mejores galas.
José César Álvarez
Puerta de Madrid. 17.5.2015
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