Es la
nueva plaza de la calle Brihuega. Barrieron los buses de ALSA, su contaminante
presencia, su estación viaria, y se dejaron allí las escobas. Dos escobas
iguales, repetidas, con sus cerdas equilicualmente dispuestas, como dos seres
clonados, miméticos. Hay que reconocer que el sentido binario alcalaíno tiene
su base en los dos Niños patronos, en las dos puertas de entrada al
Ayuntamiento, en las dos palabras del nombre de la ciudad, en la doble
denominación árabe y latina, en los dos títulos de su primer templo, en el
sentido binario de los paseos de la plaza y de los soportales de la calle Mayor,
la cual se extiende entre dos plazas. Se ve que los escultores modernistas
piensan mucho buscando símbolos, se nota. Son dos palilleros, dos haces
repetidos, que representan el símbolo de la ciudad dual, lo cual ha captado el
artista en su sesera, habitada de varas y de pértigas.
Ya sé, ya sé, me
está diciendo alguien, que hay que leer en el suelo los significados de cada
palitroque, que si Humildad, Humanidad,
Sabiduría, Saber, Luz, Paz, Alegría, Amor. Total casi nada. No se puede
pretender decir tanto con tan poco. No, eso no me vale, las artes plásticas son
plásticas, no tienen letras, ni leyendas, aunque le pueden poner un título. Pero
su plástica transmite un chasquido inefable que no se encierra en palabras. Su
efecto viaja solo, tan solo como Contador en el Sertriere. Lo que transmite
pertenece a su exclusivo mundo figurativo. Lo que dice, eso sí, se puede transcribir,
hacerlo palabras, como yo, pero las palabras no me pueden transportar nunca a lo
que la plástica no dice.
Puestos a
arrancar las significaciones al críptico mensaje de la nueva monumentalidad expresiva,
exenta, tenemos a dos escobas de brezo o de ramas en las Eras de San Isidro,
allí donde nuestros antepasados barrían hasta no dejar un grano de trigo, de
cebada, de avena o centeno. Son, pues, las escobas allí apostadas, el doble y
evocativo monumento al ahorro que necesitamos imponer en estos tiempos difíciles. Son las escobas de
Brihuega los avisos a los derroches que se asoman y se nos vienen encima como protesta
contra los ‘recortes’, obra del demonio pepero. Es este el testamento
monumental de doble folio que nos coloca el PP en el punto de su transición
entre dos calles de doble dirección.
Fue una plaza que
no pudo inaugurarse porque la campaña electoral la envolvía en el tiempo. Y fue
ese tiempo el que inspiró al artista en su mensaje: “Barrerlos, barrerlos de
una vez.” Lo que no sabemos es si el
mensaje era para ellos, los mismos que le encargaban el monumento, que ya es
cinismo, o el mensaje de la barredura era para los partidos emergentes que se
les sentía venir con arrojo. Es lo que no sabemos. Hay quien dice en este
estudio heurístico sobre el doble mensaje de la que fue calle Brihuega, que una
escoba mira a los que se van y otra a los que vienen, es decir, que una escoba
es para los nuevos políticos y otra para los viejos, un idéntico mensaje para
los dos lados. Así, la plaza que nunca fue inaugurada será la del laissez faire, laissez passer, el mundo
camina por sí mismo, sin necesidad de inauguraciones ni discursos, sin señales
de tráfico ni de prohibición de fijar carteles, un espacio ácrata y libertario.
Otra plaza más del
centro o de los bordes del casco que pierde la oportunidad de tener una fuente
monumental, o dos, siempre dos, Dos fuentes podrían ir en los dos primeros
rectángulos de la plaza de Cervantes, necesitados ya de algún espacio del que
ocupan las seis rosaledas tendidas, que resultan seis alegrías ya excesivas,
sobre todo cuando los veladores interrumpen los paseos plataneros que debieran resultar
intocables.
Ocho palitroques
tiene cada haz de la plaza de la calle Brihuega. Y el número ocho, el atómico,
es también el que representa el equilibrio entre las dos serpientes
entrelazadas del caduceo, que son fuerzas antagónicas, cuya confrontación se
equilibra en el ocho. Dos ochos allí
apostados y dos significados de dos serpientes irreductibles, la derecha y la
izquierda. Dos serpientes, siempre dos, que serpean de un lado y otro, que se
estiran y se encogen sobre un suelo largo y rutilante. Dos serpientes que se
miran frontalmente y de las que se nos dice que no pasará nada. En el doble
homenaje al ocho de la plaza agraciada de la calle desgraciada serpean en la significación de los dos ochos
allí levantados, de una parte Bello, Aguirre y Cifuentes, y de la otra
Rodríguez, Carmona y Carmena.
Pero hay que
reconocer que adjudicar la imagen de la serpiente de manera igualitaria puede
resultar injusto. La igualdad natural no existe. La serpiente que quiere tragarse
el Club de Campo de Madrid lleva una imagen reptante de insidia que no puede
llevar quienes montan una plaza en cuyo suelo adoquinado, crítico o no, figuran
las palabras Amor y Humildad.
Ocho palos allí
clavados, seguros, engavillados, tal que los ocho concejales que han conformado
el techo pírrico del PP alcalaíno. Un artista que ha de cobrar dignamente por
su digna profecía.
JOSÉ CÉSAR ÁLVAREZ
Puerta de Madrid, 7.6.2015
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