Santiago peregrino de Juan de Juni
Oración al Apóstol Santiago
A ti, Santiago el
Mayor, hijo del Zebedeo, hermano de Juan el evangelista, a ti, patrono de
España, tú que cabalgas sobre la loma del ardiente Julio, queremos que
disculpes nuestro olvido de la fecha redonda, octogenaria, del 18 de julio, la
fecha gloriosa de nuestra extra, que sigue y no falte, porque el hecho
histórico que guarda es piedra pendiente de cristalización, piedra fallida de
reflejos bipolares, piedra de escándalo, piedra de los que largan y piedra de
los que callan. Cuando el cañón de la luz se proyecta sin recato sobre la fosa
fratricida de las dos Españas, a uno se le hiela el corazón de un lado y otro,
aunque el corazón vaya en el lado izquierdo, habiendo de tropezar con razones
que son y no son. Danos, pues, Apóstol, algo de la luz de tu monte Tabor, donde
estuviste con Simón Pedro y tu hermano Juan, para que un día podamos citar sin
estridencias el 18 de Julio de nuestra historia. Ilumina nuestras mentes para
que conozcamos su origen y significado, sepamos de donde surge el 18 de julio,
si fue una espada levantada contra una República, que “fue el período más
democrático y modélico de la historia de España”, o si fue una espada levantada
contra una República que era una casa de putas, con perdón, Apóstol, con perdón.
Porque las dos espadas, bien distintas, nos han pintado estos incansables peregrinos
de la historia, monocordes, monotemáticos, inagotables.
Estos peregrinos
de la media historia que han ocupado las canonjías de la villa de Madrid, estos
peregrinos de medio pelo de la media España están arrancando de sus calles la
nomenclatura de la media España, de la media historia del pueblo al que dicen
servir. Solo vale su media historia cuando en las guerras que han sido, de aquí
y de fuera, figuran generosamente los vencedores y vencidos. Tú, Santiago y
Jacobo, que viste resucitar a la hija de Jairo, recupera los signos vivientes de nuestra
historia muerta y conserva en los muros de tu patronazgo los nombres preclaros
que la conformaron.
Tú, Santiago el
Mayor, que diste nombre a la segunda calle de la ciudad vieja de Alcalá de
Henares y que quedó transida de tu sonrisa larga y apacible, esa calle que es espalda
abierta, y paralela al costillar de su
calle Mayor. Resguárdala de las afrentas que la afearon, hoy cicatrices de su
rostro, como el edificio de la
Telefónica, como el Sanatorio Vallés, como las ventanas
cegadas y rejas arrancadas del Museo Arqueológico, como también, ay, la iglesia
de tu santo nombre, toda ella erradicada a cuajo, perdón Apóstol, con las
pinturas de Laredo y sus molduras barrocas. Eran los días corrientes de nuestro
feroz urbanismo y fue parroquia expoliada con uso de razón y de solvencia, sobre
el solar más ecuménico de su historia, el que fue sinagoga, mezquita e iglesia
de tu nombre imborrable, el que siempre iluminará la calle de tu templo abatido
y profanado. Te lo prometemos hoy, Señor Santiago.
Tú que recibes a
diario el abrazo de miles de peregrinos sobre los hombros de tu imagen de Compostela,
tu campo de estrellas, guía a los jóvenes peregrinos alcalaínos que cruzan
Alemania para participar en la
XXXI edición de la Jornada
Mundial de la
Juventud, y que pusieron con temor su pie en Munich el día 23,
llévales a su destino junto al Papa Francisco, donde piensan confluir un millón
de jóvenes de 137 países y fundirse en la alegría contagiosa de su fe. Cúbreles
en su retorno. Tú que participaste en el cenáculo orante por la venida del
Espíritu Santo, infunde en la JMJ
las lenguas de fuego de su entendimiento. Tú que asististe a la pesca milagrosa
del lago Tiberiades goza en Cracovia de la pesca de tu palabra apostólica.
A ti, Santiaguiño
entrañable, que pescaste en el lago de Genesaret y que quisiste ser pescador de
hombres, asiste a Mariano, ese junco que nació en el compostelano sitio donde
tú yaces, hoy confuso como un jurel acosado, enséñale a echar sus redes sobre
los hombres de sus pactos y consensos, para hacer posible el gobierno de la
barca de la que tú eres su Patrón. Ayúdanos, pescador Santiago, a retomar el
rumbo de nuestra barca y no zozobrar al albur de los vientos nacionalistas.
A ti, Santiago,
que te vieron luchar con denuedo sobre un caballo blanco en la batalla de
Clavijo contra los moros, te pedimos nos preserves del fanatismo contra Charly
Hebdo, Bataclan, Bruselas, Niza, el tren de Wurzburgo. Tú que fuiste degollado por orden de Herodes
Agripa, preserva del martirio a los cristianos perseguidos e innombrados de Irak,
Pakistán, Siria, Somalia…
José César Álvare www.josecesaralvarez.com