sábado, 6 de mayo de 2017

Un parque de sangre



Un parque de sangre



     Perder la mesura, perder el tino, perder la objetividad. Esto es lo mínimo que se puede decir de la votación efectuada en el último Pleno Municipal del distrito II del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, por la que se decide dar el nombre de un parque —el que va de Reyes Católicos a la Avenida de Madrid— a Marcos Ana, un personaje siniestro que los pocos años que vivió en Alcalá solo procuró estragos y muerte. Esa fue la ignominiosa decisión de unos munícipes, que contaron con la medrosa abstención del PP. Y no es que haya que exigir aquí que nuestros munícipes deban estar a la altura gobernando para todos, eso va de suyo, es que es algo más básico que todo eso, es que se trata de reclamar a nuestros gobernantes el más mínimo nivel de decencia ética en el plano humano de sus decisiones.



     Fernando Macarro del Castillo, nacido en 1920  en Ventosa del Río Almar (Salamanca) adoptaría como seudónimo literario los nombres de sus padres, siendo conocido por Marcos Ana. En Alcalá de Henares sería alumno de los Escolapios y se integraría en la Acción Católica. En mayo de 1936, a pesar de su juventud, figura como secretario de la organización política de las JSU. En julio de ese mismo año figuraba como dependiente de comercio en el establecimiento alcalaíno ‘Calzados Penalva’. Al haber fracasado en la guarnición de Alcalá la insurrección militar contra la república, el joven salmantino ingresa el 21de julio de ese año como voluntario en el batallón ‘Libertad’, desde donde se le atribuyeron durante esos últimos días de julio actos de violencia y de saqueo de iglesias y conventos, además del asesinato de cuatro personas: el sacerdote Marcial Plaza y su padre José, detenidos violentamente en su domicilio y asesinados acto seguido en pleno Paseo de la Estación, según el testimonio judicial de una sobrina, coincidente con la versión popular. Igualmente se le atribuyeron los asesinatos del cartero Amadeo Martín Acuña y Augusto Rosado Fernández, ejecutados ambos por el activista el mismo día 30 de julio, el primero en el cementerio y el segundo en la conocida como ‘tierra de ahorcados’, en los terrenos actuales de Roca. La causa de tan drásticos crímenes fue debida a los objetos “comprometedores” encontrados en los registros practicados en sus casas. Al primero se le encontró un carné de la “Lliga catalana” y al segundo algún tipo de ornamentación perteneciente a la Virgen del Val. El joven activista se alistó al frente y se desconoce su posterior vinculación a Alcalá, lugar del que dicen evitó desde aquel entonces.



     Macarro abandona la ciudad sin renunciar a su puesto de vocal en la junta del Frente Popular alcalaíno, y parte como voluntario al frente hasta acabada la contienda, momento en el que es detenido y encarcelado. En octubre de 1943, Macarro es juzgado por el Tribunal nº 2 para los Consejos de guerra, presentándole un procedimiento sumarísimo por vía de urgencia por el que es condenado a la pena de muerte. Pero en noviembre de 1944 le es conmutada la pena de muerte por la pena inmediatamente inferior de la prisión por treinta años, a causa de la aplicación del atenuante de la minoría de edad en el momento de cumplir sus delitos, ya que tenía entonces 16 años. Su liberación se produjo en noviembre de 1961, merced al indulto decretado por Franco para los prisioneros con crímenes de guerra que hubieran superado los veinte años de prisión. Macarro estaría en la cárcel veintitrés años incompletos. Murió en 2016.  



     En la Causa General como en el nº 5 de “Yugo y Flechas”,1940, se hace relación de las personas que estaban en el cementerio la noche del 10 al 11 de noviembre de 1936 para asesinar a seis vecinos de Camarma. Eran los siguientes: Fernando Macarro, alias Marcos Ana; Basilio Yebra; Manuel Muñoz Murcia, alias Varillas; Ángel García Gómez, alias El Maestro, y Joaquín Torres. Este fue el testimonio de uno de los seis  camarmeños que resultó vivo de aquella matanza, pese a recibir en el cuello los tres tiros prometidos por hablar. Su hijo y su hermano, allí mismo, no tuvieron igual suerte.



    Descender a los detalles de la noche más atroz, meterse en la boca de lobo de una España fratricida que hemos superado ya entre todos, gracias a los unos y a los otros, volver a la noche más negra es solo faena de los recalcitrantes que no olvidan y que quieren hoy teñir de sangre los ejemplares de un parque anónimo, ya consolidado. La noche negra y siniestra de Marcos Ana solo puede apagar los verdes intensos de esta primavera y sus mañanas transparentes. El chacal fugitivo no debe ser nunca devuelto a la madriguera repudiada. Los nombres de los parques están para ser emulados por sus usuarios, que principalmente son niños. Un nombre público es un homenaje, un reconocimiento de la ciudad. Pero, con este nombre, recibimos con violencia del gobierno municipal en nuestra propia cara todo el agravio y la chanza de que son capaces de llevar guardado. Dicha moción se ha filtrado por el subterfugio de un vocal de distrito, lo cual no exculpa la responsabilidad política de sus representantes.



     Ahora que hemos asistido al ‘Réquiem’ final del cuarto centenario de Cervantes, ahora que acaba de sonar la traca mojada de las quince ciudades cervantinas, se me ocurre pensar en la oportunidad perdida de haber dado nombre a un parque que se llamara Leonor de Cortinas, la olvidada madre de Miguel, la madre de un genio que sabía leer, la argandeña que dio a luz a cinco alcalaínos tan distintos, la acomodada dama que no dudó en casarse con un sordo...             



José César Álvarez


Puerta de Madrid, 5.mayo.2017

Un parque de sangre



Un parque de sangre



     Perder la mesura, perder el tino, perder la objetividad. Esto es lo mínimo que se puede decir de la votación efectuada en el último Pleno Municipal del distrito II del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, por la que se decide dar el nombre de un parque —el que va de Reyes Católicos a la Avenida de Madrid— a Marcos Ana, un personaje siniestro que los pocos años que vivió en Alcalá solo procuró estragos y muerte. Esa fue la ignominiosa decisión de unos munícipes, que contaron con la medrosa abstención del PP. Y no es que haya que exigir aquí que nuestros munícipes deban estar a la altura gobernando para todos, eso va de suyo, es que es algo más básico que todo eso, es que se trata de reclamar a nuestros gobernantes el más mínimo nivel de decencia ética en el plano humano de sus decisiones.



     Fernando Macarro del Castillo, nacido en 1920  en Ventosa del Río Almar (Salamanca) adoptaría como seudónimo literario los nombres de sus padres, siendo conocido por Marcos Ana. En Alcalá de Henares sería alumno de los Escolapios y se integraría en la Acción Católica. En mayo de 1936, a pesar de su juventud, figura como secretario de la organización política de las JSU. En julio de ese mismo año figuraba como dependiente de comercio en el establecimiento alcalaíno ‘Calzados Penalva’. Al haber fracasado en la guarnición de Alcalá la insurrección militar contra la república, el joven salmantino ingresa el 21de julio de ese año como voluntario en el batallón ‘Libertad’, desde donde se le atribuyeron durante esos últimos días de julio actos de violencia y de saqueo de iglesias y conventos, además del asesinato de cuatro personas: el sacerdote Marcial Plaza y su padre José, detenidos violentamente en su domicilio y asesinados acto seguido en pleno Paseo de la Estación, según el testimonio judicial de una sobrina, coincidente con la versión popular. Igualmente se le atribuyeron los asesinatos del cartero Amadeo Martín Acuña y Augusto Rosado Fernández, ejecutados ambos por el activista el mismo día 30 de julio, el primero en el cementerio y el segundo en la conocida como ‘tierra de ahorcados’, en los terrenos actuales de Roca. La causa de tan drásticos crímenes fue debida a los objetos “comprometedores” encontrados en los registros practicados en sus casas. Al primero se le encontró un carné de la “Lliga catalana” y al segundo algún tipo de ornamentación perteneciente a la Virgen del Val. El joven activista se alistó al frente y se desconoce su posterior vinculación a Alcalá, lugar del que dicen evitó desde aquel entonces.



     Macarro abandona la ciudad sin renunciar a su puesto de vocal en la junta del Frente Popular alcalaíno, y parte como voluntario al frente hasta acabada la contienda, momento en el que es detenido y encarcelado. En octubre de 1943, Macarro es juzgado por el Tribunal nº 2 para los Consejos de guerra, presentándole un procedimiento sumarísimo por vía de urgencia por el que es condenado a la pena de muerte. Pero en noviembre de 1944 le es conmutada la pena de muerte por la pena inmediatamente inferior de la prisión por treinta años, a causa de la aplicación del atenuante de la minoría de edad en el momento de cumplir sus delitos, ya que tenía entonces 16 años. Su liberación se produjo en noviembre de 1961, merced al indulto decretado por Franco para los prisioneros con crímenes de guerra que hubieran superado los veinte años de prisión. Macarro estaría en la cárcel veintitrés años incompletos. Murió en 2016.  



     En la Causa General como en el nº 5 de “Yugo y Flechas”,1940, se hace relación de las personas que estaban en el cementerio la noche del 10 al 11 de noviembre de 1936 para asesinar a seis vecinos de Camarma. Eran los siguientes: Fernando Macarro, alias Marcos Ana; Basilio Yebra; Manuel Muñoz Murcia, alias Varillas; Ángel García Gómez, alias El Maestro, y Joaquín Torres. Este fue el testimonio de uno de los seis  camarmeños que resultó vivo de aquella matanza, pese a recibir en el cuello los tres tiros prometidos por hablar. Su hijo y su hermano, allí mismo, no tuvieron igual suerte.



    Descender a los detalles de la noche más atroz, meterse en la boca de lobo de una España fratricida que hemos superado ya entre todos, gracias a los unos y a los otros, volver a la noche más negra es solo faena de los recalcitrantes que no olvidan y que quieren hoy teñir de sangre los ejemplares de un parque anónimo, ya consolidado. La noche negra y siniestra de Marcos Ana solo puede apagar los verdes intensos de esta primavera y sus mañanas transparentes. El chacal fugitivo no debe ser nunca devuelto a la madriguera repudiada. Los nombres de los parques están para ser emulados por sus usuarios, que principalmente son niños. Un nombre público es un homenaje, un reconocimiento de la ciudad. Pero, con este nombre, recibimos con violencia del gobierno municipal en nuestra propia cara todo el agravio y la chanza de que son capaces de llevar guardado. Dicha moción se ha filtrado por el subterfugio de un vocal de distrito, lo cual no exculpa la responsabilidad política de sus representantes.



     Ahora que hemos asistido al ‘Réquiem’ final del cuarto centenario de Cervantes, ahora que acaba de sonar la traca mojada de las quince ciudades cervantinas, se me ocurre pensar en la oportunidad perdida de haber dado nombre a un parque que se llamara Leonor de Cortinas, la olvidada madre de Miguel, la madre de un genio que sabía leer, la argandeña que dio a luz a cinco alcalaínos tan distintos, la acomodada dama que no dudó en casarse con un sordo...             



José César Álvarez


Puerta de Madrid, 5.mayo.2017

domingo, 9 de abril de 2017

La sorprendente lista de ciudades cervantinas



En el valle de los templos de Agrigento, el de La Concordia es el mejor conservado de la cultura griega

La sorprendente lista de ‘ciudades cervantinas’
      
      Acabo de venir de Sicilia, la bella y portentosa Sicilia, la Magna Grecia de los mejores templos, la isla poliédrica de las cien culturas, acabo de recorrer sus nueve provincias cuajadas de arte y de la huella española de cinco siglos, entre las que no falta el aroma de Cervantes, y me topo al llegar con la proclamación de una lista oficial de quince ‘ciudades cervantinas’, bien representadas, en donde, para mi sorpresa, no aparece ninguna ciudad italiana. Será una broma, pienso. 

La catedral de Siracusa cubre la estructura de un templo griego. La fachada, que exhibe el águila bicéfala, presenta las seis columnas del frontal griego.
     
     He repasado la lista ‘cervantina’ con detenimiento y puedo encajar cada una de las aludidas quince ciudades bajo tres distintos epígrafes: ‘ciudades de la vida’, ‘ciudades de la obra’ y ‘ciudades de culto’. Lo cual supone un pupúrrit de consideración, un enjuague, un híbrido, un cóctel en el que los ingredientes han sido elegidos aleatoriamente por el barman de turno. Pero yo creo que en esta conmemoración del IV Centenario del Cervantes que muere debían primar los ingredientes de esa vida que se esfuma junto a los lugares de los ideales de ese hombre de espada y de pluma que se desparrama tras ellos por distintas ciudades. Los lugares que pertenecen a la ficción no siempre fueron pisados por Cervantes, por ejemplo El Toboso, del que Astrana Marín alega abundantes detalles de que no había pisado la villa de Dulcinea, lo que sin embargo no ocurre con Barcelona. Pero ambos lugares serían más bien ‘ciudades quijotescas’ que ‘cervantinas’. Y con respecto a las ‘ciudades de culto’, al carecer de un baremo de valoración empírica que refleje el fervor cervantino, ello no puede alcanzarse sino por una decisión subjetiva.



     Se presentan, sin embargo, nítidas, sin revolver, preclaras, las ‘ciudades de la vida’. Nunca completas en la relación aludida. Yo mismo me atrevo a confeccionar una lista de ciudades cervantinas, porque es cosa muy simple y no hay que ‘elegir’, surgen por sí mismas tras de su vida: Alcalá de Henares, Córdoba, Sevilla, Madrid, Roma, Nápoles, Mesina, Argel, Valencia, Esquivias, Valladolid. Aquí no hay elucubraciones ni arbitrariedades posibles. Son las que son.



     La primera de las ciudades italianas de su larga pernoctada es la Ciudad Eterna. Roma es el asidero de un fugitivo que esconde su mano derecha, sobre la que pende la sentencia de su corta. Roma es el arribo ansiado, allí, donde estuvo en la curia romana su pariente el cardenal Gaspar Cervantes, colega de Acquaviva, junto a quien le deja de camarero desde marzo de 1570 hasta septiembre de 1571. De allí parte a Nápoles para alistarse a la milicia junto a su hermano Rodrigo. Será poeta y soldado, como lo fue su admirado Garcilaso.



     En Mesina, en cuyo puerto se concentraron en jornadas inolvidables las naves de la Alianza contra el Turco, allí, de vuelta de Lepanto, en un Hospital de Mesina convaleció Cervantes para recuperarse de las heridas del pecho y del brazo izquierdo, donde el alcalaíno fue visitado por un viejo estudiante alcalaíno, Juan de Austria, quien le premió su valentía y le procuró la cobranza de soldada y atrasos. Su convalecencia desde el 7 de octubre de 1571 a septiembre de 1575 se dilata por otras ciudades: Trapani, Palermo y Nápoles, y allí, en “la mejor de las ciudades del mundo” a la que regresa, fruto de sus amores nacería su hijo Promontorio. “Yo pisé sus rúas más de un año”.



     Su convalecencia le sirvió para aspirar con delectación la literatura renacentista. Leyó en toscano a León Hebreo y a Domenico Ariosto, que tanto le habrían de servir para dar a luz la novela moderna.



     Palermo, la hermosa capital de la autonomía de Sicilia, esconde un bello suceso alcalaíno. Al otro lado del Mediterráneo, en Argel, andaba cautivo Cervantes en compañía del benedictino Antonio de Sosa, entre otros muchos. De allí le llegaron al Arzobispo de Palermo, el benedictino Diego de Haedo, vizcaíno de Las Encartaciones, unos “borrones”, unos papeles que constituyeron un libro, editado en Valladolid en 1612, “Topografía e Historia General de Argel”. Era aquel el grito tardío de la cautividad cristiana ante un rey que solo tenía ojos para el norte de Europa. Pasado el tiempo, otro benedictino, el Padre Martín Sarmiento encontraría allí la patria de Cervantes en 1751, dato tan ansiado, buscado y hasta inventado por pura necesidad. Fue Palermo para Alcalá, el puente de los borrones más luminosos. En Palermo, actualmente, hay una exposición cervantina en el Instituto Cervantes, cerca del puerto. 



 "Gracias a ustedes tenemos Universidad desde 1443" dijo la guía de Catania. Mandaba Aragón
 
     Era mi propósito haber trazado una crónica sucinta del viaje siciliano. Pero sale lo que sale. Y me ha salido la crítica a una lista cervantina caprichosa y heterodoxa con que me he topado. Pido entonces excusas a mis compis de circuito, especialmente a los vascos Lurdes y Manolo, a quienes me costaba entender sus chistes y ahora les costará a ellos entenderme a mí. Pido también excusas a Maria Concetta, la amable y erudita guía siciliana que llevaba a gala el nombre españolísimo de la tierra mariana que dejamos y a quien le dolía que yo cerrara los ojos cuando ella hilvanaba preciosas historias dentro del bus de Giusseppe. Ella ignoraba que yo dormía con ella.



José César Álvarez



miércoles, 22 de marzo de 2017

Mar Romera propone a Alcalá para 'ciudad de los niños'



Mar Romera propone a Alcalá de Henares para ‘ciudad de los niños’

     El pasado martes día 14, organizado por la AMPA del Colegio García Lorca de esta ciudad, apoyado por Ediciones SM y Paradores,  tuvo lugar en el Salón de Actos del IES Antonio Machado, antigua Universidad Laboral, una conferencia maratón —quiero decir que duró tres horas y que se pasaron como si no lo fueran—, donde Mar arrancaba risas, esas risas que se desplazan cuando hay mucha gente, risas corridas como deslizamientos de tobogán. Fue Mar y se instaló en la mejor hipérbole de su Andalucía y así enderezaba y aderezaba alegorías desternillantes. Cuando acababa la fábula iba Mar y le ponía en serio los gránulos ásperos de la teoría sobre su tierra abonada. Y Mar, locuaz y sembrada, bebía agua aprovechando los videos ingeniosos que intercalaba sobre las dos pantallas extremas del mejor contenedor humano de la ciudad, que acogió aquella tarde la conferencia, la mega-alocución, titulada “Una educación emocional y emocionante”.

        Raúl Rozalén, presidente de la AMPA del Colegio García Lorca de Alcalá de Henares

     
     Yo quiero creer que Mar Romera sabe mucha psicopedagogía, que sí, que debe saberlo, pero lo que yo sé que allí, a las cinco de la tarde, quien toreaba era una espada de la comunicación, rica de requiebros y de alardes de la palabra. Todo ello al servicio de profesores y padres, el binomio educativo que entraba en comunión como quería Mar y la editorial.



     “¿Dónde está el norte?” clamaba Mar desde el Campo del Ángel dirigiéndose a su público. “Señaladme dónde creéis que está el norte”... “Ahora volved la cabeza sin mover la mano”. Y ante la respuesta de los dedos índices de aquella manera, Mar reprendía a su público: “¡No puede ser que haya tantos nortes en esta ciudad cuando sólo hay uno!” . Entonces la sembradora iba al grano. Esa era la anarquía de una educación que se armonizaba en aquella comunión de padres y educadores. “No hay otro norte que el niño” decía, donde todas las manos deben converger.



     La educación se sustenta sobre tres pilares que se encuentran en el propio alumnado, que son tres C: Capacidades, Competencias, Corazón, cuyo anclaje educativo se sustenta a su vez sobre tres pivotes también en C: Colegio, Casa y Ciudad.


                          Maite Bazán, directora del Colegio García Lorca 
     En esta era de ‘Google’ tiene que cambiar necesariamente la educación, ya no pueden potenciarse las respuestas de un enciclopedismo superado, ahora deben potenciarse las preguntas, las cuales constituyen la clave, en tanto que la respuesta deja de ser el objetivo.



     Pero puede que la aportación estrella de esta hora esté en las ‘Inteligencias múltiples’. Frente a esa univocidad de la inteligencia clásica, redonda y única, figuraban ahora las nueve bolas diferentes según la teoría que se propone de Howard Gardner, que procuran el desarrollo de los cuatro pilares que sustentan al ser humano que son: el cognitivo o intelectual, el físico, el emocional y el transcendetal o espiritual. Y así se formula que “Somos iguales, somos diferentes: inteligentes múltiples en la escuela”. Hay, pues, distintas inteligencias, independientes entre sí, pero que trabajan coordinadamente. Se trata entonces de educar desde la fortaleza en vez de desde la debilidad, teniendo en cuenta que las personas tienen distintas potencialidades y estilos cognitivos para desarrollar competencias. He aquí la relación de las inteligencias múltiples de que hablamos: la Lingüística, la Musical, la Lógico-Matemática, la Espacial, la Cinético-Corporal, la Intrapersonal, la Interpersonal, la Naturalista, la Trascendental o Espiritual o Moral.  



   Hablaba Mar de la simbología de los referentes. Y aprovechaba para decir que Mari Carmen Aguilera era su referente en Alcalá de Henares. Mari Carmen, maestra del Colegio García Lorca dio el nombre de su profesora admirada para la ocasión. Lo cual ha constituido un éxito del Colegio de resonancias granaínas al traer a una granaína, bien conocida en el cole por los juegos y prácticas que utilizan los niños, los cuales la recibieron como una amiga del alma. Enhorabuena a Raúl Rozalén, presidente del AMPA y a Maite Bazán, directora del Centro, en la que todos los miembros de la comunidad se ven reflejados por su buen hacer.



     Pública y solemnemente Mar se refirió a Raúl para llegar a establecer un pacto con la ciudad, a fin de que Alcalá sea nominada ‘ciudad de los niños’ según el proyecto de la institución Francesco Tonucci que ella preside, por la que los niños reciben la ciudadanía plena y se ponen en juego otras iniciativas en pro de su representatividad.



José César Álvarez                                     Fotos: Rosa Fernández




MAR ROMERA

- “La seño” es el título que más la enorgullece.

- Maestra, licenciada en pedagogía y en psicopedagogía, especialista en inteligencia emocional y autora de diversas publicaciones sobre la escuela, la infancia y la didáctica activa.

- Presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci

- Ha trabajado en todos las etapas del sistema pedagógico: desde educación infantil, primaria, ecuación especial, formación profesional y universidad.

- Autora y coordinadora del modelo pedagógico “Educar con tres Ces: capacidades,competencias, corazón.                                                               

- Colaboradora de la formación permanente del profesorado en diferentes Comunidades Autónomas de nuestro país, en colaboraciónr con las distintas consejerías de educación.

-Ponente en multitud e cursos, jornadas y congresos.

jueves, 19 de enero de 2017

Olegario



Olegario

     Yo lo que me pregunto es si a Oleguer le podría llamar Olegario, por prosificarlo, por desmitificarlo, por descapitalizarlo, por castellanizarlo, porque me entrara aquí a gusto y enterito. Yo sé que mi pregunta, su contestación, digo, no llegaría sin embargo a ser tan inútil, que ya lo es, como la petición de un fiscal para meter a Oleguer en la cárcel, porque para eso ya están los supuestos corruptos del PP que van de cabeza al calabozo sin mediar sentencia alguna. Que no, que a mí no me preocupa en modo alguno los millones obtenidos en la comisión de las esquinas del Santander, que ya es hacer la esquina, ni me importan sus blanqueos dinerarios, qué aburrido, ni sus tramas societarias opacas para dar el esquinazo a Hacienda, ni los montoncitos a su nombre, ni sus frustraciones hoteleras, ni sus transferencias a Panamá, ni su testaferro de Holanda ni su finca de Andorra, ni sus laboratorios, ni sus hospitales, ni sus jardinerías ni gasolineras. A mí lo que me importa, de verdad, en estos culebreros meandros de la lengua es si yo le puedo llamar Olegario, quedando al mismo tiempo en paz con los mandamientos de la lengua y de su templo observante.
   

      Recuerdo el cabreo mayestático de aquel Joseph-Lluis Carod-Rovira cuando en un programa de TVE se le sometía a un interrogatorio por un público heterogéneo que le llamaba ‘José Luis’, con el ‘josé’ de joder y de jorobar, ese sonido fuerte que raja y jala. Por lo que al aragonés converso se le venían todos los demonios al comprobar que todos los españolitos que tenía frente a él, eran incapaces de pronunciar su nombre, la fonética de su nombre repetida por él, reprendiendo a tan radicales pronunciadores por la falta de flexibilidad idiomática del castellano.  “Yo me llamo llosep lluis” repetía Rovira en balde, modulando los sonidos.  Pero una cosa es como él decía que se llamaba y otra muy distinta cómo le llamaban. Sus delicadezas fonéticas no encontraron eco entre los terroneros hablantes de la meseta para desesperación de llose lluis .

      Oía yo hace poco decir a un catalán que nuestro mapa lingüístico era paralelo al del Reino Unido y no al de Italia. Porque en Italia, el toscano, la lengua romance del centro, se erigió en la lengua hegemónica de la península, recibiendo el nombre de ‘el italiano’. Pero que ese no era el caso de ‘el español’, porque este no representaba la integridad lingüística del país. Así pues, el vasco, el catalán y el castellano eran al mismo tiempo ‘lenguas españolas’, buscando también en la lengua la paridad política. Lo que se le olvidaba decir al comunicante catalán es que ‘el español’, así expresado, en sustantivo, solo es aplicable al castellano como ‘el italiano’  lo es al toscano. Y puede que por esa contaminación ‘española’ inevitable del adjetivo —sorprendentemente consentida—, yo pueda llamar Olegario a Oleguer. Lo cual me preocupa sobremanera y casi no me atrevo por respeto a los Olegarios que son y que han sido.

     Ahí va Oleguer en el paseíllo catalán de los juzgados descafeinados de la Pujolandia y de más allá, acompañado de sus subalternos, más circunspectos que el maestro de espada. Ahí va el benjamín de la Ferrusola cargando a sus espaldas con todo el imperio de la familia. Sus andares son livianos, sin un atisbo de gravedad, de tensión, tal como si viniera de jugar al tenis. No lleva papeles, libros, carpetas, lleva las manos en los bolsillos, limpias de números, ligeras, mirando incrédulo a una cámara a su paso desde su cabellera abundante y sus mostachos rotundos que le afianzan en la minoría de su saga. El paseíllo de retirada es la repetición del primero, como si no hubiera habido corrida, sin desmelene, sin apretones, sin derrotes, sin los peligrosos cabeceos del morlaco de turno, tapando su cuerpo el espada y envolviéndose en la franela de Miami. Cuatro horas de corrida con el engaño por delante, la fiesta nacional por ellos erradicada.


     De los ‘olegueres’ vengo y a mis ‘olegarios’ voy. Olegario Fontecha anduvo colgado de los báculos de las farolas de la carretera general, hoy Vía Complutense, en el año 79, cuando las primeras elecciones municipales de nuestra democracia, como candidato a la alcaldía por parte de la UCD, y la oposición socialista, siempre tan graciosamente mitinera le replicaba: “Y colgado de verdad debiera estarlo por traidor a la clase obrera.” Y Olegario Crespo es el honrado y e intachable funcionario que me mira desde el retrato del salón de su hija Pilar Crespo en la calle Alfonso Dávalos. Y Olegario González de Cardedal es un teólogo y escritor de Salamanca que entre su copiosa producción escribió un libro titulado: “Pensar España”, cuyo lomo debe mirarme ahora desde algún punto de mi biblioteca.    

     Está visto que no debemos mezclar ‘olegueres’ con ‘olegarios’.    


José César Álvarez
Semanario Puerta de Madrid, 21.1.2017