sábado, 22 de diciembre de 2012



Diario de un alcalaíno

     Día 10.12.12, el Premio Nobel a Europa.

     Esto de los premios está tomando una deriva rara. Ahora resulta que se dan los premios a los conjuntos, a las entidades, a los colectivos. Son premios abstractos donde el mérito personal se diluye. Ahora el que está más abajo da el premio al que está más arriba, cuando el que está más arriba hace eso porque es lo suyo. Llover es lo que le corresponde hacer al cielo y no por eso le vamos a dar un premio. La Unión Europea ha recibido el Premio Nobel de la Paz por ‘llover’ la paz, que es principio inexcusable. Europa fue representada por los presidentes de la Comisión, el Consejo y la Eurocámara, acompañados de 21 jefes de Estado y de Gobierno. El rey Carlos Gustavo de Suecia hizo la entrega del premio, a Europa, entre otras cosas por sus seis décadas de paz.
    
     Uno, en su pobre jerarquía de valores, tiene para sí que el rey de Suecia, con ser mucho, es menor que Europa, y que Europa podía dar un premio al rey de Suecia, pero que al revés ‘como que no’, como que se engrandece al dador, que es un jefe de Estado europeo, y se empequeñece al receptor.
    
     Nuestro Ayuntamiento ha otorgado el pasado día 2 otro premio según la moda en curso: el Premio Ciudad de Alcalá en la modalidad de ‘Patrimonio Mundial’ que otorgó al Programa del Gobierno del ‘1% Cultural’ con la lista adjunta de la obra patrimonial que ha posibilitado. Es la imagen equilicual del Premio Nobel mirando para el cielo que llueve porque es su oficio. Es la imagen de ternura de nuestros munícipes educados y agradecidos. Y de ese cielo del Estado sólo bajó a recoger el premio un Secretario de Estado.
  
       (Sin embargo, hay que reconocerlo, en la entrega del premio ‘Alcalá Emprende’ del día siguiente asistieron dos ministros, el presidente de la Comunidad y el expresidente de Colombia)

     Pero a mí no me tengan en cuenta. Yo estoy hecho a aquellos premios que recibía Bahamontes en el Tour de Francia desde la tribuna, a la que el toledano se empinaba para recibir su ramo de flores y besar repetidas veces a una guapa que ponía de los nervios a la Fermina. Desde entonces llevo grabada esa jerarquía del premio: que el de arriba se lo da al de abajo.

Día 12.12.12, adiós.

     Adiós 12.12.12, prodigio numérico, equilibrio armónico, conjunción contable, calendario tartaja, perla única, caparazón vacío, serie adocenada, ganga de reiteraciones… Adiós el penúltimo fin del mundo anunciado. Tú eres, sin embargo, el troquel de mi diadema, el barroquismo que se me escapa como a Heráclito se le escapaba el río en que se bañaba. A las doce y doce de ese día yo te dije doce veces adiós, baratija irrepetible que no volverás nunca más a sonar en el reloj de mis efemérides.
    
Día 22, los niños cantan la Navidad.

     Los niños de la lotería son el agudo pregón de la Navidad española. Ellos cantan una letanía de esperanzas abrigadas. Es el estrépito de los gritos del hambre, y, entre su eco monocorde, nos topamos con el frío alegre del Portal de Belén.

     Abel Cádiz en su interesante conferencia del viernes 14 (“Las mujeres, artífices del cristianismo primitivo”) nos recuperó el buey y la mula con la cita profética del Antiguo Testamento (Isaías 01-03):

“Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”

     Otra aproximación a la presencia de estos animales lo encontramos en el libro del profeta Habacuc (3,3):

“…te darás a conocer en medio de  dos animales…”

     Estos pasajes sirvieron a San Francisco de Asís, el primero en representar el nacimiento de Jesús y por tanto padre del Belén, para ordenar que en la cueva de Greccio, lugar de la representación, se colocara un buey y una mula.



                              Ilustración del Belén expuesto el año pasado
                              en la Casa de la Entrevista.

     Es la Navidad, lo dicen los niños y lo dice la calle con esas luces de añil tenue de los arbolitos candorosos de la Vía Complutense y las cortinas corridas del quiosco de la música, como cascadas de uvas; y lo dice el ayuntamiento que resalta sus facciones; y lo dicen  los coros alcalaínos que propagan su polifonía bajo las naves y cúpulas de la ciudad; y lo dicen los ‘hijos y amigos de Alcalá’, que han subido al Ecce Homo, al punto más alto de nuestra orografía, para montar un belén; y lo dice el mercado Artesanal de la plaza de los Santos Niños en su versión nazarena; y lo dice el belén monumental de la Casa de la Entrevista; y lo dicen los carteros del Rey, y el circo, y los comercios engalanados… 
                         
                          José César Álvarez,
                          www.josecesaralvarez.com
  


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