Romance de ladrones
(del Guadalquivir al rey Arturo)
Por fin se ha alzado el telón del gran
teatro burlesco: los cursos de formación de los fondos europeos. Andalusíes de
ingenio, andalusíes ingenuos, os ha pillado la poli con dos mil millones de euros. Y la igualdad
ya se extiende sin distinciones de género, que así habló la consejera: “Yo por
ética no vengo”. Yo vengo de mi Giralda, de torre del Oro vengo, de la toma de
‘Graná’, de la catedral que quiero, de la Atlántida que guardo, yo con chiquitas no juego.
Por el Consejo de Indias es por donde yo navego: mi Guadalquivir de Américas me
da querencias y vértigos, camino de Potosí y de Santa Fe de México. Por tener
Sierra Morena me creíste bandolero, soy príncipe democrático con ademanes
serenos, ya es leyenda mi trabuco y mi trote galopero.
Ya se ha abierto el gran melón de los
cursos del empleo, andaluces generosos del veinticinco por ciento –un veinticinco ‘guardaba’ el
funcionariado austero–, en tanto que el treinta y tres ‘retenían’ tierra
adentro. El veinticinco en los sures y el treinta y tres en el centro. Cuando
venían los cursos brotaban raudos los centros, brotaban los formadores como si
supieran serlo. No canten los trovadores ni los cordeles de ciego, ni los
cronicones cuenten lo que parece un suceso, pues fui rumboso en la quita,
distraído en el correo. Soy andaluz señalado y hay más gente en el talego.
Ya nos expulsan de Europa por no poder
devolverlo, que es poner la pica en Flandes dos mil millones de euros. Yo que
lo he esparcido todo, ya no puedo recogerlo. Que nos echen, que nos echen, que
ya no quiero ni verlos, que me viene la galbana y se me quiebra el
aliento. Ay, catalanes altivos del
soberano esperpento, nos veremos todos juntos fuera del templo europeo.
Vosotros por dos motivos: por soberanos soberbios y soberanos ladrones como lo
somos el resto; vosotros por dos chinitas, nosotros por solo un pelo; vosotros
por empinados, nosotros por pordioseros, que dineros no encontramos para poder
devolverlo.
Vosotros sois como el grano que entallece
en el granero por olvido de su amo sin que le busque trasiego. A esa soledad
del grano llamáis nación por derecho, cuando el grano entallecido es comida de
los cerdos. Nosotros somos nación y vosotros fundamento. Nosotros dos nación
somos aunque echéis a los toreros. No cabe en cabeza humana que pongáis un
parapeto, cuando hemos sido los mismos con distinto verborreo. Los dos vamos al
exilio como dos distintos pueblos que no jugarán ‘el clásico’, que ya nunca
jugaremos.
Quiero dar a Arturo Mas un pertinente
consejo: al levantar la muralla que lleváis en entrecejo tenéis que cavar duro
para forjar los cimientos, tenéis que romper las rocas que unen los dos
terrenos. Está la roca indeleble del español de milenios, la roca de
procesiones de Vírgenes, Nazarenos, la
saeta que se canta como si cayera un trueno, el cante que te enardece como sede
del flamenco y una historia, codo a codo, de cara a los mismos vientos, de cara
al francés intruso con igual temperamento e igual idea de patria para así salir
enteros. Y al volver Colón de América, mostrando el descubrimiento ante los
reyes de España, atraca en tu mismo puerto. Y me queda por decirte, Arturo,
este secreto: has de romper la cueva de los ladrones a cientos, una cueva que
nos une por debajo de este suelo.
Rompe, Arturo, el español como rompiste
toreros, rompe ladrones, rompe el cante y el comercio, rompe historias
milenarias, el fútbol y el baloncesto, rompe de un lado y del otro recíprocos
sentimientos. Y si no cavas la fosa no habrá muralla en tu reino, y si no
tienes muralla, no levantarás tu cetro. Rey de ladrones serás desde los suelos
ibéricos.
Trileros y sacamuelas en despachos de
diseño, tunantes y sanguijuelas en camisas de alto cuello, patriarcas sindicales,
sotas de oros y euros, yupis de eres
y de eras como hurones de huroneo. Toda España está minada, socavada de
sabuesos, bandoleros de corbata y pelotazos de éxito. Toda España está minada,
pero Andalucía es récord . Y toda España ha sacado a sus Cristos de paseo, y a
sus Cristos del perdón cantan: “Perdona tu pueblo, y perdónale, Señor”. Sube en
Sevilla el lamento, Cristos de Misericordia, Vírgenes de sufrimiento, Cristos
de manos atadas y tapados andariegos con los ojos que te miran y sus rostros que
no vemos. Los penitentes tapados arrastrando su misterio. Procesiones del
perdón en la España
de trileros.
Son andaluces barrocos sin que se quiera
entenderlos, barrocos en su perdón, barrocos por su talento, ellos no rompen la
roca del sistema celtibérico, ellos son roca enrocada, con algún
desprendimiento.
JOSÉ CÉSAR ÁLVAREZ
Semanario Puerta de Madrid,
12.4.2013
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