domingo, 13 de abril de 2014

Romance del Cristo de la pedrada

                                                                                      
            Romance del Cristo de la pedrada                                             
                                                              
                                                                      
                                                                       



(Crónica de un autobús)


     Un cordón umbilical de Alcalá a Madrid llegaba, iba y venía de Alenza desde los tiempos de Wamba. Era la Continental quien nos metía en su panza, quien nos llevaba y traía de la capital de España. Si completaban asientos, el pasillo siempre estaba para fundirse de pie con el humo a bocanadas y los vaivenes del firme y el cobrador que pasaba. Eran Setras y Mercedes y los llamaban ‘el Lancia’, porque fueron los primeros de Mayor y de dos plantas. ¡Qué emoción de temblequeo sobre la parte más alta! Quedó querencia de buses en su sitio de la plaza, de cuando Julián Huguet los motores calentaba, arrastrando la primera y explotando la mañana.

     Hubo estación en Libreros de la que sólo es nostalgia, que a la calle de Brihuega para siempre nos echaran, Y a la calle echan a todos en esa calle malvada. Echan humos a vecinos de las narices ahumadas, echaron a la peseta, echaron al que cobraba,  echaron a taquilleras y a coches que estacionaban, a la Continental-Auto echaron y vino ALSA. ¡Arsa! la que armaron cuando ya no había máquina que condujera los buses, por lo que echaron en falta el echar a conductores que sus cuentas mejoraran. Y de echar echaron mano a las cuentas de su paga, y se han echado a la huelga y se ha armado la tangana, descansando las narices que quedaron afectadas y enojados los viajeros que rugen en las paradas, que pagan con su billete y pagan la inocentada, que se apiñan en pasillos, como en los días de marras, resguardados de las piedras que llegan a las ventanas.

     Los ediles concentrados no le encuentran alternancia a la calle de Brihuega, una vergüenza sin tasa, un servicio a la intemperie y una calle reocupada, con viajeros entre ruedas, con esperas sin bancada, con vecinos asfixiados y concejales sin garra: los más dan la puta calle, otros dan tejacabana en el antiguo ferial de la inútil explanada.
                                       
     Dos polos tiene mi cuerda: uno la calle citada, el otro Madrid-América, uno sale de una caca y arriba al emporio fausto de una ciudad renovada. Los ediles de Alcalá de estación pasaron página , mientras los viajeros sueñan con una estación de hadas, donde una voz microfónica por megafonía hablara: “Señores viajeros”, y ‘ero’,‘ero’, ‘ero’ retumbara sobre la festiva cúpula de la estación ensoñada. Dos polos tiene mi cuerda, dos pelos tiene mi barba, dos polos de punta a punta, que nunca se tocan nada.

                                                                      
                                                                              

     

     Ay, la calle de Brihuega, la línea centro de ALSA, principio y fin de una línea de umbilical cordonada que también une con Torres, Dagamzo, Meco, Camarma, Algete,  Zulema, Hueros, Ajalvir, Guadalajara… Un cordón roto que unía y ya no le da la gana. En tiempos de la peseta nunca te pasaba nada. Hubo más humos que nunca, el Consorcio no mandaba, pagaban los jubilados y nunca pasaba nada, salvo los lobos de noche que al conductor asaltaban. 

     Ahora hay lobos por el día que la toman a pedradas, desde el puente Canillejas a Iván le rompen la cara. Es Iván un conductor que lleva un coche de ALSA, le entró de frente la piedra y cortaron su mirada. O cumple servicios mínimos o Iván es de libre andada, que esquiroles sois vosotros, los que presentan batalla y fuerzan la libertad, los traidores a mansalva, los que queman convivencia y lo que tocan arrasan, piquetes que picotean los cimientos de una casa, que te funden el puchero y zarandean tu cama, y te niegan lo que han hecho en tus mismísimas barbas. Volantistas levantiscos, maniobra temeraria, que vais hablando con otro y exigís la intemerata.  

      Ahora ya lo sé, lo sé: que la empresa negociaba por seguridad de todos reduciros la jornada, y que el sueldo requería una merma equilibrada por reconversión de tiempos y operativos en danza. Ahí estabais negociando correctamente a dos bandas, hasta que vosotros mismos habéis roto la baraja, al ir a por los vehículos y lanzarles la pedrada. La pedrada ha rebotado contra vuestra propia entraña: haabéis roto muchas lunas contra viajeros en marcha, habéis pinchado las ruedas, chafarrinado pintadas. Ya no sois dignos de entrar en vuestra antigua morada: pegasteis a vuestros coches y pegasteis al que os paga. ¿Cómo volver ante jefes y clientes, con qué cara? Eran tres patas de un banco, ya sólo quedan dos patas. Dejad la calle Brihuega que la tenéis bloqueada, es para el transporte público, no para cosas privadas.  

     Nos hemos ido a la RENFE, le hemos cogido la tranca. Adiós, la calle Brihuega;
adiós, lobos; adiós, ALSA. Ya sólo queda la empresa, ya sólo queda una pata.
    
     A Iván le hicisteis un cristo al pie de Semana Santa, y es Iván ya nuestro Cristo, el Cristo de la pedrada.

                                                José César Álvarez                                                                                                     
'Puerta de Madrid', 12.4.2014











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