Teresa de Ávila y Luisa de Cervantes
El pasado fin de
semana vino Teresa de Ávila al Corral de Comedias sobre la voz íntima de Julia
Gutiérrez Caba y las viejas palabras encontraron su sitio. Vino el sábado y el
domingo últimos doña Julia Gutiérrez Caba al teatro de Alcalá para prestar su
voz queda y entonada a Santa Teresa, y se disiparon los balbuceos
ininteligibles de los nuevos titiriteros. Vino Teresa de Ávila a Alcalá de
Henares el otro día y me pareció que ya había venido.
Allí, tras del
Colegio de Mínimos, hoy facultad de Económicas, tras la plaza de la Victoria, estuvieron las “casas de la Concepción” donde se
albergó la Reforma
carmelita de Santa Teresa, las que donó doña Leonor de Mascareñas, aya real y amiga
de la santa, a María de Jesús, priora fundadora del convento de la Purísima Concepción,
allí instalado en sus orígenes en 1562, donde tres años después, una vecina del
lugar y próxima, ingresaría en el convento. Era Luisa de Cervantes, que fue Sor
Belén y llegó a priora en tres
ocasiones. En 1576 se trasladarían al lugar actual de la calle de la Imagen, en la acera de
enfrente de la casa de su tía María, donde de niña había vivido junta la
familia.
¿Dónde vivía
Luisa entonces? Existe una tradición, recogida por Anselmo Raymundo, ya
escrita, que nos dice que la casa de los Cervantes estaba en la esquina
occidental de la que hoy es plaza de los Santos Niños. No hay documento
fehaciente, nada. Sólo un barrunto, un lejano ‘haber oído’. Pero es nuestro
único asidero. Si así hubiera sido, Luisa hubiera estado a dos pasos de
su convento elegido. Desde su casa tomaría la calle de los Carros, que fue de
los Coches, y se presentaría rauda en el torno o ante el retablo de la Purísima. Podría
haber sido por tanto un contagio por proximidad. La hipótesis suena.
Esta sería la
casa indocumentada que tenemos pendiente de identificar, la casa de la madre Leonor
de Cortinas, hija única de una hacendada familia argandeña, casa de la que nos
dice Astrana Marín que los Cortinas de Arganda, poseían en el corazón
representativo del señorío. Es la casa pendiente de la “vecindad” de Cervantes
que en Argel es “vezino” de Alcalá de Henares, como lo son la madre y hermanas,
“estantes en esta corte” cuando acuden a la capital cerca de las Órdenes
redentoras de la Merced
y de la Trinidad
para ayudar al rescate de Miguel y Rodrigo. Como consta que fue ‘vecina’ la
propia Luisa en el acta de ingreso en la Orden Carmelita.
Presento aquí una
ilustración cervantina, donde mi primo Ignacio Sánchez recrea la hipótesis de
la casa familiar en el lugar indicado. Miguel departe con sus amigos poetas Laínez
y Figueroa. Ignacio ha abierto una ventana que da a la calle San Juan y ha
aproximado deliberadamente el fondo del Palacio Arzobispal. Si hubiera otra
ventana frente a ellos, verían la Iglesia
Magistral, pero sin torre, la cual tardaría casi un siglo en levantarse.
Santa Teresa
estuvo unos meses en ese convento cercano, serenando los impulsos de rigor de
la priora andaluza, analfabeta y santa, la beata María de Jesús Yepes. Y, al
menos otra vez, durante la estancia de 1576, se alojó en el nuevo convento de la Imagen, el que fue gran
palacio del marqués de Lanzarote y que perdió al juego un tal Arenillas, cuya
dama beneficiada lo vende a las monjas. Es el palacio convento que lleva por
dentro y por fuera el ingenio renacentista de Covarrubias, venido a trabajar al
Palacio Arzobispal.
Pero la huella carmelita se proyecta en la
ciudad sobre el firme de dos nombres de calles conventuales que llevan prendido
su paso: la del Carmen Calzado, antes de la reforma, en cuyo edificio
rehabilitado se aloja la
Facultad de Arquitectura, y la del Carmen Descalzo, convento
carmelita de frailes del que fue su primer rector San Juan de la Cruz, donde la lírica nunca
voló más alta. Frente al solar que dejó el tiempo se yergue sin embargo, más
antigua y remozada, la iglesia carmelita de San Cirilo en La Galera. Las monjas carmelitas
de Afuera guardan entre su tesoro, un báculo de la santa y catorce cartas
autógrafas, y el convento de la
Imagen guarda recuerdos personales y su inefable celda de la
unión mística. Y guardamos, claro, el denso aroma de la ascética que nos dejó
la exposición teresiana de las Bernardas ‘Con los ojos del alma’ con ocasión
del V Centenario de su nacimiento, apenas clausurado.
Teresa de Jesús y Belén de
Cervantes, abulense y complutense, en la doble convivencia ocasional de los dos
conventos sucesivos, unidas en idéntica Regla. ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma
está metida!
Belén de Cervantes, tras el año teresiano
que se va, se erige en bisagra del año cervantino que se viene. Vino Santa
Teresa a Alcalá el otro día y me pareció que ya había venido.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 6.2.2016
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