La velocidad del otoño
‘La velocidad
del otoño’ es una obra de teatro de Eric Coble, que ha sido representada con
éxito este pasado fin de semana en el Teatro Salón Cervantes, interpretada por
Lola Herrera y Juanjo Artero. Resulta que Alejandra, una artista de 81 años, se
atrinchera en su propia casa con cócteles Molotov de suficiente entidad como
para volar todo el bloque de vecindad. Quiere así Alejandra defenderse a toda
costa del plan de dos de sus hijos de sacarla de allí y llevarla a vivir a otro
lugar durante lo que le queda de vida. Aquello resulta ser una declaración de
guerra contra su entorno para salvaguardar su vida y su libertad. Pero todo
empieza a cambiar desde el momento en que Cris, su tercer hijo, que llevaba
ausente veinte años, escala el árbol querido de su madre y entra por la ventana
del segundo piso de Alejandra con un sencillo “Hola mamá”. Es entonces cuando
se reactivan las bombas de los afectos dormidos, se reencuentran las analogías familiares
y vocacionales y fluye la comunicación hasta entonces obturada. Cris va a ser
el mediador, la bandera blanca, el conmilitante y hasta el compañero del último
paseo de Alejandra.
En esta guerra de
trincheras que forman los escaños de podemitas e independentistas, a veces también
de socialistas, solo falta que vuelva Cris por la ventana y diga “Hola mamá”.
Es un mensaje sencillo, en el nivel de la cordura, de la primera nobleza,
anterior a los dobleces y beligerancias, ese nivel olvidado de la transparencia
humana. Se habla tanto de la transparencia de los dineros y las posesiones, y
nunca se habla de la transparencia del ser humano, enmascarados ellos bajo
palabras equívocas, tácticas políticas y técnicas de éxito personal. El hombre
público no debe enmascararse.
La tribuna del Congreso es una trinchera como
la de Alejandra. Como lo son las tribunas de las Comunidades Autónomas, como lo
son los Plenos de los Ayuntamientos. Los políticos lanzan palabras como
proyectiles. Si no lo son por quienes las profieren, lo son por quienes las
reciben. Ningún político convence a otro de signo contrario desde la tribuna. A
lo sumo llega a ser una competición de ocurrencias o de insultos. El Congreso
dejó de ser hace mucho tiempo el templo de la palabra. Y no solo por la pobreza
del verbo, sino por la incapacidad de convicción y de entendimiento.
En este último
sábado de rabiosa actualidad, en el que, además de la obra de teatro del
título, se han sucedido la del ‘Corral de Comedias’ El camino del cielo, como el
concierto de órgano y oboe de la
Catedral, como la exposición de La investigación del espacio en los Caracciolos… Todos estos eventos, sin embargo, serán
pronto hojas secas rodantes al albur de la velocidad del otoño de esta desmayada
ciudad de hoja platanera. Si me permiten autocitarme, ese otoño inmisericorde
aparece en estos versos del romance de mi ‘Calle Mayor’:
Todo pasa, pasan todos
el soportal displicentes
sin saber que los
tamiza,
los afila y palidece.
José César Álvarez
Puerta de Madrid,
19.11.2016
Puerta de Madrid, 27.11.2016