El sábado será otro día
Era el sábado día
29. La mañana tuvo un relente de aire frío, que simultaneaba con un sol
indeciso, de planes indecisos entre cielos indecisos, hasta que el día se
entonaba de solanas agradecidas, de grupos turísticos que bajaban del Paseo de la Estación como hormigueros
hacendosos y se detenían ante la
Facultad de Derecho, ante Jesuitas, ante el Colegio del Rey, y
ante la placa donde estuvo la imprenta de Juan Gracián, la de La Galatea, la que, por
cierto, yo redacté y coloqué, en tanto pegaba oreja junto al hormiguero ahora
detenido, el mismo que estaba dispuesto a descubrir después la plaza de Cervantes
y el desfiladero rocoso de la calle Mayor.
Estoy paseando
con mis amigos Mari Carmen y Gabriel. Ella nos invita a un café en la terraza
de una calle de una mañana densa de visitantes que se interesan por la ciudad,
que se entrecruzan y se concitan en el corazón monumental de la plaza de San
Diego, que soporta el sabatino trasiego de esa agradecida corriente que vivifica
las arterias de su cuerpo inflamado. Mi amigo, que es alcalaíno allegado, me
dice que se siente orgulloso de este masivo interés por Alcalá, lo que deseó
para la ciudad desde que la conoció en los años sesenta. Los grupos se suceden
y se amontonan frente a la carátula accidental que ahora cubre la fachada de la Universidad, a modo de
trampantojo, pero que a mí me parece un tul de transparencias seducentes donde
se adivinan las gracias de su cuerpo traslúcido.
La mañana
callejera del sábado nos trae la entonada decisión de que Pedro Sánchez, el
hombre del “NO es NO” dice NO a su partido, entregando el acta de diputado. Ya
lo había anunciado en clave cuando dijo que “el jueves, junto a sus compañeros,
votaría NO a Rajoy —la obsesiva obsesión que le obsesiona— pero que el sábado
sería otro día.” Ha sido por estas maneras que Pedro ha sido incluido entre los
profetas de vuelo literario, pretendiendo al mismo tiempo emular a los grandes
toreros, como Felipe González, que salió un día de la plaza por la puerta de arrastre
y volvió al día siguiente por la puerta grande. Pedro dimite para empezar su
carrera política desde cero, descendiendo a los afiliados de su partido que él
mismo ha dejado en la mitad. El hombre menguante baja a su menguada realidad para
menguar del todo.
Pero el vuelo literario de ese sábado que fue otro
día estaba puesto en los versos del Tenorio de la noche alcalaína, donde Don
Juan, puede que pensando en Pedro,
clamara así:
Yo a las cabañas bajé
y a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes hallé
memoria amarga de mí.
Y Doña Inés volvía a dar a don Juan un NO
indeciso, cuajado de desfallecimientos y arrobos. Un NO que era un SÍ, mediante
las artes celestinas de Brígida. Mientras que el SÍ determinante de la apuesta
mantenida por don Juan, del SÍ desafiante y seductor ante doña Inés se convertía
en el NO más vergonzante del caballero perjuro y burlador. Al mismo tiempo que en la Huerta del Obispo se iban
desgranando los versos octosílabos del Tenorio a través de seis escenarios, al
mismo tiempo que iban cayendo los NO y los SÏ que eran y no eran, a la misma
hora, en el Congreso de los Diputados
iban cayendo los SÍ que eran y los NO que también eran. Rufián, un diputado que
fue prototipo de cuando un nombre hace a un hombre, insultó gravemente al PSOE
y su NO rotundo contra la infamia fue espontáneamente apoyado por PSOE, PP Y
Ciudadanos, en un respingo solidario de aplausos en pie y de alarde constitucional,
que de haberse organizado, alguien lo habría evitado por no sé qué melindres.
Pero lo espontáneo tiene otro cariz.
Eran dos los
simultáneos acontecimientos de la tarde de aquel sábado: el Tenorio y el
Congreso. La escena del sofá, que, por cierto empieza por NO, apunta persuasivamente
que ganaron los que eligieron el aire libre de las murallas arzobispales de
entre los dos eventos superpuestos:
¿NO es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Aquel sábado de
la mañana indecisa tuvo una decisiva noche de 170 SÍ y de 111 NO. Sin embargo,
la coincidencia con la celebración populosa del ‘Don Juan en Alcalá’, hace
posible su torcida contaminación. De momento, los NO y los SÍ, están ahí en su
tierna pronunciación, verdes que te quiero verdes, ahítos de vivir y
confrontarse. Cuando los NO rotundos y enormes de las pancartas envolvían el
Congreso después de la investidura, eran ya unos NO vagabundos y zombis, ya ‘ahorcados’ —dicho sea en el argot del juego
del dominó— por la última ficha colocada por Rajoy, la cual tenía en la mano
hace trescientos quince días esperando colocar
—Descansado habéiss
—clamó Don Juan desde las murallas de Alcalá—. Y los espectadores de ambos
eventos comprobaron el acierto del profeta al anunciar que aquel sábado sería
otro día. En la madrugada siguiente todos los relojes del país cambiaron la
hora.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 5.11.2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario