Ramón Vallejo 'El Liguerín'
Tras la lista de los personajes costumbristas
Mariaje López
pateó, con perdón, las calles de Alcalá con la intensidad que aquí puede
sentirse. Su atormentada huida de la ciudad la llevó a Colmenar Viejo, donde,
junto a San Sebastián de los Reyes, viene haciendo su vida. Allí lleva ya un
puñado de años, los suficientes para haber podido olvidar a Alcalá. Pero
Mariaje, cuyo crecimiento escritural iba granando como cosecha segura, rompió como
es norma de la naturaleza con su primera novela, Beatrice —narrativa, MAR editor—, donde a borbotones le salió el
Alcalá que dentro llevaba. El embarazo literario carece de tiempo fijo de
gestación, pero el punto de fecundación fija sus señas indelebles. Dio a luz
Mariaje en otras alcobas de su vida sin alterar su linaje y me invitó a la
presentación de su fruto en la
Biblioteca de la
Casa de las Fieras del Retiro de Madrid. Me fui para allá bajo
la imagen penosa del oso polar de movimientos convulsos y mecánicos, pero me
vine con un caluroso costal de imágenes vivas y alcalaínas, las que al ser
prendidas por el dardo de la palabra se renuevan vigorosas. Ahí va un poquito
del rescate de Alcalá y de Mariaje en el Retiro de Madrid:
Calle Mayor de Alcalá de Henares. Dibujo Ignacio Sánchez.
“A veces Liena rozaba con los dedos las
columnas más antiguas, y sentía como si le susurrasen historias al oído. Le
encantaba salir a pasear los domingos por la mañana, porque nunca sabía lo que
iba a encontrarse. Un día podían estar los soportales inundados de caballetes;
otro, tomados por estatuas vivientes; otro, por artesanos. Era frecuente ver
algún grupo de cómicos vestidos de época ilustrando las rutas teatralizadas.
Por San Antón llenaba la calle una fila de mascotas con sus amos, desde la Casa Tapón hasta el Hospitalillo,
templo donde recibían los animales la bendición del santo. Caballos, mulas,
borricos, algún gato serenísimo provisto de arnés y otros menos pacientes en su
trasportín, canes de toda raza y sin ella, periquitos, loros, cotorras,
tortugas, alguna que otra iguana, peces en sus peceras, hámsteres en sus jaulas
y conejos variados con susto en el cuerpo. Tampoco se libraba el santo de algún
ofidio, ni el cura, que daba la bendición con más cautela que ganas. Los
costaleros ensayaban las vísperas de procesión con los pasos desnudos, y los
cargaban de sacos para emular el peso de las imágenes. Y cuando no se terciaban
estas cosas, era teatro de calle, música en las plazas, mercado barroco,
títeres, rally de coches antiguos,
juerga rociera o manifestaciones a favor de las cigüeñas y en contra del
obispo. Todo ello servido de tenderetes, puestos de libros, de sellos, de
monedas, terrazas de bar y pedigüeños.”
“Añádase
la debida proporción de maniáticos que toda ilustre ciudad alberga: el
Iluminado, que se tiró un día por el balcón al creerse ingrávido; el
Jesucristo, que se lanzaba a los viandantes con su mirada azul intimidatoria y
les disparaba con voz de cañón: “¡Me das una moneda!”; el Incógnito, siempre
escondido tras el filo de algún periódico, para de esta guisa recorrer las
calles y las iglesias vigilando a hurtadillas lo que se terciase. Estaba
también la Yonqui,
que desde el alba al anochecer recorría los bares mendigando un trago, y se
encaraba con el indiscreto que osase mirarla dos veces, aunque tenía buen
corazón; y la Profetisa,
que insultaba a los curas en las procesiones; sin olvidar al Santoni, que se
tapaba el cráneo con un zorongo pirata y andaba como Frankenstein. O al Mátrix,
vestido siempre de Neo, ya hiciera frío o calor. Y el sin par Platanito,
toreador de coches y feo como él solo. A ese, como no podía ser menos, se lo
llevó por delante un Volkswagen Passat de segunda mano”.
Y como Mariaje me marca el paso, me voy yo
más allá a por Mario, aquel muchacho espigado que vivió en la casa de Cervantes
antes de que lo fuera y que, cuando la muchedumbre esperaba la antorcha de la Olimpiada de México 68
en larga y aburrida espera, Mario enarboló una escoba y a zancada atlética por
la calzada obtuvo el más clamoroso éxito registrado en estos pagos. O cuando
Ramón Vallejo ‘El Liguerín’ se decidió por la adquisición de la caja de
limpiabotas, y ‘El Tronchao’, titular de la canonjía de la puerta de Casa Juan, vinos y cervezas, le amenazó
con llevarlo a sindicatos. O la ‘Rosario la tonta’, quien, pese a su título,
era un archivo público de fechas inútiles.
O ‘El Chiroli’, el que se arrodillaba ante el
altar de Cervantes en la plaza y se ponía con los brazos en cruz como un
penitente de la cofradía del vino. O aquel Malaca que se pasó la vida transportando
los carretes de películas del cine grande al chico, y viceversa, sintiéndose formar
parte del engranaje de un giro cósmico inalterable. O aquel Perdices,
funcionario municipal del Servicio Público de Limpiezas que exhibía la rara
habilidad de lanzar un eructo que desde la Casa-tapón recorría toda
la calle Mayor con riesgo de su pétrea verticalidad. O aquel Tavares que se
caló la gorra de vigilante del aparcamiento de la plaza de Cervantes y dirigía
el tráfico. O aquel Fernando ‘el ronquillo’, cansino y reiterante con su “para
hoy sale hoy”, quien, sin ver, juntaba mensaje con columna. O el pavero de las
navidades de vara y mandilete gris. O el Niño de Irueste, un anciano de voz
atiplada que anunciaba su producto con la claridad de su voz: “Miel y nueces de
la Alcarria”.
O la churrera matinal de los “calentitos”. O el disonante Nono, el mercero
gangoso de la baja calle Mayor. O Elisa la ciega, vendedora del cupón junto a la Vicenta, sorda y ‘liguerina’,
que iban a la terraza del cine y se quedaban solas por causa de su intercomunicación.
O Mendizábal, el portero de pata de palo del Seminario que cuando se curaba el
muñón juraba en vascuence profundo. O Jurelo, el que un día vendió un rebaño de
ovejas con pastor incluido, quien le miraba descreído por vez primera…
Fue Mariaje quien nos abrió desde el
Retiro el filón de los personajes costumbristas de Alcalá, ella, la sacerdotisa
de los perennes humos de incienso que ahora justamente le revienen.
José César Álvarez
Semanario Puerta de
Madrid, 5.11.2016
César es para mí un privilegio aparecer en tu artículo. Infinitas gracias. Un abrazo enorme.
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