“La leyenda de Alcalá”,
artículo inédito de Azaña
Manuel Azaña fue un excelente escritor
alcalaíno que escribió de Alcalá. Un escritor metido a político. En este
febrero se cumple el 75º Aniversario de su dimisión como Jefe de Estado. Ese
mismo mes, el día 5 de febrero de 1939 hubo depasar a Francia, una vez caída
Cataluña en la Guerra Civil
bajo el control del ejército nacional. Su último acto en tierra española como
presidente de la República
fue el de pasar revista a una compañía militar, ceremonia que le causó una honda
impresión, según escribiría después. Y el día 27 de febrero de 1939 dimitía de
la más alta magistratura del Estado, cuando Francia e Inglaterra reconocieron
el régimen del general Franco.
En esta efeméride de su febrero fugitivo,
en este aniversario de sus disidencias y fracasos, uno, sin embargo, quiere
quedarse con la gloria de su palabra escrita, uno quiere quedarse y se queda
con el Azaña escritor, y escritor alcalaíno. En la moderna edición de Obras
Completas de Manuel Azaña de Santos Juliá (2008), en el volumen VII, y último,
titulado “Escritos póstumos”, he encontrado este breve artículo sobre Alcalá,
que es más bien un poema admirable, titulado “La leyenda de Alcalá”. Juliá, que
ha clasificado los escritos de Azaña cronológicamente, aunque no todos con
seguridad, dice, sitúa éste en 1914, por lo que el articulito de marras
cumpliría ahora un siglo redondo. Es este año 14 el de la primera contienda
mundial, de la que también se ocupa, y su Alcalá se le agiganta como remanso de
paz.
“Hallaréis un buen montón de papeles
escritos de mi mano; todos están condenados al fuego. Yo he tenido la debilidad
de conservarlos hasta hoy porque en ellos he ido dejando, casi día tras día,
las flores más espontáneas de mi espíritu y al intentar romperlos o quemarlos
me detenía como si fuese a cometer una violación”. Estas palabras, que Azaña
puso en boca de un maestro que se las dice a sus alumnos en paseo por las
orillas del Henares, son citadas por Juliá como premonitorias con respecto a la
propia obra de Azaña, quien se expresa a través de su personaje. Ese ha sido el
“buen montón” de los escritos inéditos de Manuel Azaña, clasificados en el
citado séptimo volumen, “recogidos ahora por vez primera”.
Manuel Azaña es hijo de Esteban Azaña, un
clásico de la historia de Alcalá. Pero Manuel es poeta. Manuel vuela sobre la
menudencia de la historia de Alcalá. Conoce bien sus mitos, sabe vertebrar sus
períodos. Pero hoy no señalaré sus obsesiones. En la efeméride de este
desquiciado febrero, en el que poeta y político van juntos a cruzar para
siempre la raya de España y la raya de su tierra luminosa de Alcalá, hoy no puedo
apostillar la palabra de un poeta alcalaíno exiliado de los soportales de su
vida, camino de su muerte en Montauban. Hoy no puedo traspasar su punto final.
Ahí va todo entero, denso, azoriniano. Es la pletórica pluma de sus 34 años:
LA LEYENDA DE ALCALÁ
El mito es
todo invención. ¿Hubo mitos en la tierra llana, clara, luminosa de Alcalá?
Relación del lugar con la fantasía. Serenidad del alma. Seguridad de la vida:
país fértil, sin convulsiones, lejos de las costas y de las irrupciones. Lo que
no podía crear una imaginación poco exaltada tuvo que hacerlo la creencia
religiosa. Los dioses carpetanos. Fácil introducción y dominio de los dioses
latinos. Las colinas suaves, el horizonte remoto, la cortina azul de la sierra.
Cánticos. Agrícola y pastor. La tierra clásica por excelencia.
Formación
de la leyenda. Supone una historia larga y mal sabida. En la leyenda el
recuerdo se confunde con la fantasía. La leyenda alcalaína es religiosa. La
parte pagana y clásica, olvidada o mal comprendida, o aborrecida por el influjo
de la pasión religiosa. Recordada por los martirios. La falsa erudición ha
creado una leyenda para eruditos. El canónigo del siglo XVIII.
Los tres
elementos: romano, cristiano, moro.
La Fuente del César; el
paredón del milagro; la Vera
Cruz; el gigante Muzaraque.
Único
momento: comienzo del siglo XVI. La universidad y los humanistas. Acuerdo
íntimo entre la mente y el lugar.
La caída:
teocracia, frailes, juristas.
El cascarón
vacío. La ciudad huera. Las murallas, los árboles, las líneas claras, el sol
junto al horizonte, la planicie ondulada, la cortina azul de la sierra: es lo
que queda. Lo que era antes de la ciudad y más fuerte que ella. La Compluto sepultada. El
castillo nuevo en ruinas. Sobre el sudario de la tierra de Compluto, la Fuente del César derrama un
tenue caudal, ininterrumpido, infinito, más duradero que las civilizaciones que
ha visto pasar, humilde en su hondo manantial.
En la evocación del Alcalá de Azaña, la energía eléctrica,
después de un siglo, sigue siendo una torre desproporcionada que ocupa el
centro del interés.
La calle Mayor de
Alcalá en 1910 y los soportales de los 30 años de Manuel Azaña
En este Febrero se ha
cumplido en el silencio el 75º aniversario del exilio a Francia y posterior
dimisión de Manuel Azaña como Jefe de Estado. “En esta efeméride de su febrero
fugitivo… y de sus disidencias y fracasos, uno, sin embargo, quiere quedarse
con la gloria de su palabra escrita.. “
José César
Álvarez
Puerta de Madrid, 1.3.2014