Fuentes ornamentales,
desagües de la identidad
Escoger una fuente ornamental por catálogo,
así, sin más, sin una pequeña escultura, un símbolo, una imagen identificativa,
renunciando de antemano a un nombre indígena, a un rasgo histórico o geográfico
del lugar; montar una fuente que igual puede estar en Alcalá de los Gazules que
en Monforte de Lemos; eso, creo yo, es hacer catarata de la despersonalización
de los pueblos, es hacer erial de las tradiciones.
El concejal de Medio Ambiente, Marcelo
Isoldi, nos ha brindado recientemente una exhibición del meticuloso
conocimiento de todas las fuentes de la ciudad que él mantiene. Y en la
pormenorizada descripción de las dos fuentes ornamentales más modernas de la
ciudad, nos ha dado sus nombres: “el
trébol” (Avda. Doctor Marañón) y “la tarta” (Avda. Miguel de Unamuno), ambas de
especial belleza. Y también nos dijo que a la del Ensanche en la Avenida de la Alcarria, la gente le ha
puesto el nombre de “la fuente bonita”. Pues bien, tan fastuosas fuentes de
denominación popular, “el trébol”, “la tarta” y “la bonita” representan tres
sonoros fracasos de integración popular, tres oportunidades perdidas de hacer
ciudad, tres chorreantes escapatorias de la identidad local.
Nos describía también el concejal Isoldi,
la bella fuente que hay en la plaza Rodríguez de Hita, cuyo nombre desconoce la
gente, situada en la confluencia de las avenidas de Lope de Figueroa y Juan de
Austria. Qué oportunidad perdida para identificarr el nombre de la plaza a con
la fuente –en teoría, ambas del mismo nombre pero sin vínculo alguno–, y
enseñar así quién fue Rodríguez de Hita: nada menos que el Mozart de la música
española del siglo XVIII, el seise de la Magistral, natural de Valverde de Alcalá, que
llegó a ser maestro de capilla a los 15 años, representante que fue de la
zarzuela española en su época, autor entre otros del “Libro de las Chirimías”. Ay,
qué buen nombre, “Las chirimías” para una fuente que llevara apostadas unas
notas musicales por algún sitio, unas corcheas, por lo menos, o el busto,
incluso, entre el sinfónico festival del agua en honor al célebre ‘seise de
Alcalá’. Pues nada de eso: la fuente de la plaza de nombre desconocido ha
perdido la oportunidad musicada de dar homenaje al titular de la plaza, que muestra
su insólita placa: “Plaza de Antonio Rodríguez de Hita”. Nadie ha querido que
el agua inunde la opacidad de su nombre.
Hay, por el contrario, en Alcalá, fuentes
de signo diferente, identitarias, cargadas de significación histórica. Un
ejemplo de ellas es la de las “Veinticinco villas” en el arranque de la Vía Complutense, que otros
dicen “de la Gal”
o “de la Gasolinera”.
Tiene su simbología: en teoría es un chorro poderoso, Alcalá, reodeado de los
25 chorritos de las villas de su alfoz o señorío. Un homínido del alfoz , hace
años, machacó los focos. Se arregló. Volvió el homínido con nocturnidad y
alevosía para ganar la partida: ya no hubo más luz para Alcalá y sus 25 villas.
¿Por qué siempre hay que rendirse ante los homínidos insistentemente
machacadores?
En el otro extremo de la Vía Complutense, en la glorieta
atravesada por la calle Ávila, había una fuente de simbología cervantina, con
un Quijote y un Sancho, representados por un ciprés y un olivo, enmarcados entre
las altas jambas adinteladas de una puerta. Es la puerta de acceso occidental a
la ciudad. “La puerta del Universo” fue el nombre de la fuente. Pero cuando se
realizó el paso subterráneo se fue a hacer gárgaras casi toda la simbología de
aquella literaria fuente.
Las fuentes “Veinticinco villas” y “Puerta
del Universo”, son dos ideas excelsas y rotas de poetas alcalaínos, además de
inspirados ejemplos de respeto a la ‘marca Alcalá’, muy al contrario de la
espectacular neutralidad de “El trébol” y “La tarta”. He aquí dos modelos de
personalidad y otros dos de impersonalidad.
La Galatea no ha tenido fuente que yo sepa. La
Galatea es la obra más alcalaína de Cervantes. Novela
bucólica pastoril en cuya portada aparecen cuatro nombres de alcalaínos de
aquel punto y hora. Y, por dentro, la “pastora complutense” Teolinda recorre las riberas del Henares
y un día anuncia la presencia de los poetas Tirsi
y Damon (Figueroa y Laínez), que pasean por la Dehesa del Concejo entre los apuestos y
cortecidos álamos blancos de sus praderas.
Esta fugaz alusión cervantina quiere ser
sólo una muestra de los nombres dormidos de nuestro rico patrimonio.
FOTO 1
FOTO 2
En la historia de la
evolución de las fuentes públicas de Alcalá, no podemos dejar de citar a las
pioneras, las que en vez de ser ornato eran necesidad: saciaban las sed. FOTO 1, la fuente del Juncal, que, según su lápida, pertenece a la antigua
Compluto y fue restaurada en 1849. FOTO 2 la fuente del Vado (foto de Baldomero
Perdigón), fuente compartida por personas y animales, eso sí, cada cual en su
sitio: los grifos para los bípedos, el abrevadero para los cuadrúpedos.
A nuestra era del
ocio corresponden tan espectaculares fuentes ornamentales. Su mensaje es
universal: armonía, equilibrio, plástica, color, sonoridad…El lenguaje
universal roba ahora el espacio a la historia local. ¿No podrían combinarse?
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 22,2.2004
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