martes, 18 de febrero de 2014

Fuentes ornamentales, desagües de la identidad




Fuentes ornamentales,
desagües de la identidad

     Escoger una fuente ornamental por catálogo, así, sin más, sin una pequeña escultura, un símbolo, una imagen identificativa, renunciando de antemano a un nombre indígena, a un rasgo histórico o geográfico del lugar; montar una fuente que igual puede estar en Alcalá de los Gazules que en Monforte de Lemos; eso, creo yo, es hacer catarata de la despersonalización de los pueblos, es hacer erial de las tradiciones.

     El concejal de Medio Ambiente, Marcelo Isoldi, nos ha brindado recientemente una exhibición del meticuloso conocimiento de todas las fuentes de la ciudad que él mantiene. Y en la pormenorizada descripción de las dos fuentes ornamentales más modernas de la ciudad,  nos ha dado sus nombres: “el trébol” (Avda. Doctor Marañón) y “la tarta” (Avda. Miguel de Unamuno), ambas de especial belleza. Y también nos dijo que a la del Ensanche en la Avenida de la Alcarria, la gente le ha puesto el nombre de “la fuente bonita”. Pues bien, tan fastuosas fuentes de denominación popular, “el trébol”, “la tarta” y “la bonita” representan tres sonoros fracasos de integración popular, tres oportunidades perdidas de hacer ciudad, tres chorreantes escapatorias de la identidad local.

     Nos describía también el concejal Isoldi, la bella fuente que hay en la plaza Rodríguez de Hita, cuyo nombre desconoce la gente, situada en la confluencia de las avenidas de Lope de Figueroa y Juan de Austria. Qué oportunidad perdida para identificarr el nombre de la plaza a con la fuente –en teoría, ambas del mismo nombre pero sin vínculo alguno–, y enseñar así quién fue Rodríguez de Hita: nada menos que el Mozart de la música española del siglo XVIII, el seise de la Magistral, natural de Valverde de Alcalá, que llegó a ser maestro de capilla a los 15 años, representante que fue de la zarzuela española en su época, autor entre otros del “Libro de las Chirimías”. Ay, qué buen nombre, “Las chirimías” para una fuente que llevara apostadas unas notas musicales por algún sitio, unas corcheas, por lo menos, o el busto, incluso, entre el sinfónico festival del agua en honor al célebre ‘seise de Alcalá’. Pues nada de eso: la fuente de la plaza de nombre desconocido ha perdido la oportunidad musicada de dar homenaje al titular de la plaza, que muestra su insólita placa: “Plaza de Antonio Rodríguez de Hita”. Nadie ha querido que el agua inunde la opacidad de su nombre.

     Hay, por el contrario, en Alcalá, fuentes de signo diferente, identitarias, cargadas de significación histórica. Un ejemplo de ellas es la de las “Veinticinco villas” en el arranque de la Vía Complutense, que otros dicen “de la Gal” o “de la Gasolinera”. Tiene su simbología: en teoría es un chorro poderoso, Alcalá, reodeado de los 25 chorritos de las villas de su alfoz o señorío. Un homínido del alfoz , hace años, machacó los focos. Se arregló. Volvió el homínido con nocturnidad y alevosía para ganar la partida: ya no hubo más luz para Alcalá y sus 25 villas. ¿Por qué siempre hay que rendirse ante los homínidos insistentemente machacadores?

     En el otro extremo de la Vía Complutense, en la glorieta atravesada por la calle Ávila, había una fuente de simbología cervantina, con un Quijote y un Sancho, representados por un ciprés y un olivo, enmarcados entre las altas jambas adinteladas de una puerta. Es la puerta de acceso occidental a la ciudad. “La puerta del Universo” fue el nombre de la fuente. Pero cuando se realizó el paso subterráneo se fue a hacer gárgaras casi toda la simbología de aquella literaria fuente.

     Las fuentes “Veinticinco villas” y “Puerta del Universo”, son dos ideas excelsas y rotas de poetas alcalaínos, además de inspirados ejemplos de respeto a la ‘marca Alcalá’, muy al contrario de la espectacular neutralidad de “El trébol” y “La tarta”. He aquí dos modelos de personalidad y otros dos de impersonalidad.

     La Galatea no ha tenido fuente que yo sepa. La Galatea es la obra más alcalaína de Cervantes. Novela bucólica pastoril en cuya portada aparecen cuatro nombres de alcalaínos de aquel punto y hora. Y, por dentro, la “pastora complutense” Teolinda recorre las riberas del Henares y un día anuncia la presencia de los poetas Tirsi y Damon (Figueroa y Laínez), que pasean por la Dehesa del Concejo entre los apuestos y cortecidos álamos blancos de sus praderas. 

     Esta fugaz alusión cervantina quiere ser sólo una muestra de los nombres dormidos de nuestro rico patrimonio.
      
                                                                                 


FOTO 1




                                                    FOTO 2
 

En la historia de la evolución de las fuentes públicas de Alcalá, no podemos dejar de citar a las pioneras, las que en vez de ser ornato eran necesidad: saciaban las sed. FOTO 1, la fuente del Juncal, que, según su lápida, pertenece a la antigua Compluto y fue restaurada en 1849. FOTO 2 la fuente del Vado (foto de Baldomero Perdigón), fuente compartida por personas y animales, eso sí, cada cual en su sitio: los grifos para los bípedos, el abrevadero para los cuadrúpedos.
                                                              


  


A nuestra era del ocio corresponden tan espectaculares fuentes ornamentales. Su mensaje es universal: armonía, equilibrio, plástica, color, sonoridad…El lenguaje universal roba ahora el espacio a la historia local. ¿No podrían combinarse?

 
                                                                  José César Álvarez
                                                                  Puerta de Madrid, 22,2.2004

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