Diario de mártires
Día 11.- Once años de 11M. En el
monumento a sus víctimas en la
Estación hubo un acto institucional por la mañana. Lo
inolvidable no puede olvidarse. En el quiosco de la plaza, por la tarde, hubo
otro acto que organizó el grupo de Víctimas de Alcalá. El primero es anual, el
segundo mensual, once a once, erre que erre.
Por la mañana se leyó una declaración institucional, que quiere decir que el texto sobre el 11M estaba consensuado en teoría por los cinco partidos políticos del ‘agonizante’ ayuntamiento. Quiere decir que es una sopa cocinada por cinco cocineros y que resultó lo que resultó, un caldo tibio con tropezones de democracia, libertad, Constitución y Derechos humanos, un poquito de todo. Entiendo que como texto institucional sonaba bien, con reiterada alusión a las víctimas. Decía: “que la barbarie y el terror no tienen cabida en una sociedad como la nuestra…y de paso manifestar nuestra más firme condena a los que sesgan la vida de las personas con falsedades, imposturas y anacronismos”.
En una masacre
como la del 11-M, que carece de autores directos –uno hay en la cárcel–, cuando el
lenguaje desciende del concepto universal al nivel de las personas, no se hace aquí
para señalar a quienes faltan, sino para señalar y acusar de impostura a
personas en nebulosa. ¿Se refiere el ayuntamiento a la Cadena de Radio que fue
protagonista en aquellos días? ¿A quién se refiere el Ayuntamiento Pleno en su
imprecisión?
Fue una columna
de equilibrios circenses y conceptos equívocos donde “se sesga la vida” cuando
la vida se siega, que es justo lo que pasó hace once años 192 veces. Pero no,
eso no se puede decir, los términos realistas son violentos, de extrema derecha
por lo menos. Así es que en este aniversario del 11-M “se sesga la vida”, y yo
me lo creo.
El pueblo español tiene más olfato. Todas las encuestas sobre
el particular han determinado por mayoría que los españolitos no se creen la
milonga que les han contado sobre aquel día atrozmente inolvidable.
Día 7.- Dicen que hubo 1.300 niños. Fue una
fiesta. Fue la reversión de las reliquias de los santos Justo y Pastor. Así se
recupera una fiesta que fue, y se conquista plenamente a los patronos de
Alcalá, que quedaban desdibujados por la canícula de su fiesta oficial. Ahora
puede entrar el curso de los niños. Los niños con los niños. Son los Niños que
huyeron al Norte, víctimas de ese fanatismo de siempre que entró en España en
711. Son los Niños fugitivos de Huesca, el Pirineo y Narbona que buscaban
cobijo. Los Niños fugitivos suscitaron el cariño con que les atenazaron como
propiedad. Hubo de intervenir el rey Felipe II y el propio papa para aflojar
tanto abrazo aragonés. Y los Niños fugitivos fueron Niños pródigos a través de
los caminos festivos de la
España de su retorno. Hasta que el relicario de los Niños
entró en Alcalá por los raudales de risa
blanca de la carrera blanca de Guadalaxara un 7 de marzo de 1568, cuya puerta
ya fue para siempre Puerta de Mártires, la que dicen de los ‘cuatro caños’. Y
desde esa plaza de su sol naciente, se cruza en derecho el viejo corazón de
Alcalá hasta la plaza de los Santos Niños, de plaza a plaza, de oca a oca, un
salto alegre de juego infantil que brota hoy por la médula ósea de la ciudad
antigua, para caer en su honda cripta, tan honda que en el siglo VII, en
tiempos de Chindasvinto, según rezan los ‘Anales Complutenses’, los patronos de
la diócesis Complutense lo fueron de España, mucho antes que lo fuera el patrón
de la Compostelana. Y
el nombre moro de la Alcalá
colgada habitó entre nosotros, en perjuicio de Santiuste, el santo nombre del
niño más niño y valeroso, que quedaba envuelto entre la bruma pirinaica.
Día 6.- Proclamación del martirio de San Ignacio González por causa de venírsele encima el ático de Estepona, quien, junto a Santo Tomás Gómez, arrollado por el tranvía de Parla, forman los Santos Niños de la Autonomía de Madrid. Nada esgrimía la justicia contra ellos. Su martirio les vino a mano limpia desde sus pretores. San Ignacio ha pagado la alevosía contra sus tribunos que le restaban caudales en beneficio de los levantiscos de la costa, rebajando los impuestos a sus ciudadanos en contra del criterio del Imperio y colocándose a la cabeza de las provincias hispanas. Había que castigar la alevosía. Primus honor Imperii.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 14.3.2015
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