miércoles, 25 de marzo de 2015

Gigantes y raquíticos




Gigantes y raquíticos


     Dicen que encontraron los huesos de Cervantes, que al menos son huesos “no incompatibles” con los de su condición. Pero ese no es un resultado concluyente. Sabíamos más antes, estábamos más seguros. El marqués de Molíns, presidente de la Real Academia decimonónica, estudioso del tema, ya había dicho que por su imprecisión “todo el convento de las Trinitarias era la tumba de Cervantes”. Si la aventura necrológica empezó con tintes científicos ¿cómo se anuda ahora el final feliz?



     Encima de los huesos “no incompatibles” del gigante Cervantes, había un enterramiento de niños raquíticos. Los que iban a la búsqueda del gigante, dicen ahora que van a ocuparse del raquitismo del barrio de ‘las letras’. Son especialistas para todo, para gigantes y para raquíticos. Así es que con esta iniciativa nos hemos enterado de que Cervantes fue removido y enterrado entre raquíticos. Pero Cervantes, no, Cervantes no lo fue, hubiera sido señalar al barrio de Alcalá, este de su niñez, este de las riberas de nuestro Henares. Cervantes lo que fue de niño es un rubiales tartaja. Lo segundo le duró más que lo primero según dice en el Prólogo de las Novelas Ejemplares. Sabía escribir lo que no sabía decir. Su pluma fue la sublimación de su lengua estropajosa. Así que mejor que no hable, mejor que no hable.



   El que habló aquella mañana lo que le dejaron desde Barcelona fue Francisco Rico, un gigante cervantista, a quien los excavadores de las Trinitarias le dijeron que les había echado un jarro de agua fría. La palabra que más repitió el académico catalán aquella mañana fue la de “tonterías”.  Los huesos de un esqueleto –dijo– son la excrescencia de la vida; y los frutos y las flores son la exaltación de la vida. Y en otro orden de cosas dijo que últimamente se han dicho muchas tonterías, como que Cervantes es de Sanabria o que el Quijote fuera escrito en catalán y después traducido al castellano. Sacó a paseo a “los alcalaínos o complutenses”, quienes  podrán así visitar la urna necrológica para enorgullecerse de ser paisanos del hombre que más ha hecho reír en el mundo, para añadir que el peligro de todo esto es el ‘fervorín’ y la ‘cultura de la chequera’.



     Podrán llevar alguna carga ácida contra los alcalaínos las palabras de don Francisco, pero ¡es tan leve! que ni se nota apenas, acostumbrados a la agresión del allanamiento de la cuna más preciada. Con las palabras que llegan de Barcelona estamos ahí orientados en los puntos cardinales que culturalmente nos corresponde. Nadie nos mueve la silla, dicho sea todo “sin fervorín”.



     Este domingo pasado en Alcázar de San Juan han dado a una plaza el nombre del último alcalde de la época franquista, enumerando entre sus muchos méritos, el de establecer allí la cuna de Cervantes, la verdadera, la del “Sabedra” que en Lepanto era chaval. Ay, San Francisco Rico, ora pro nobis.



     A Cervantes, que le mueven todos los días su cuna, le mueven ahora su tumba. Le han perforado la intimidad del subsuelo mortuorio, su franciscano enterramiento. Sin embargo, Cervantes va a cumplir un deseo que no he oído citar a nadie. Cervantes, que pidió ser enterrado en el suelo de la Orden Trinitaria, en gratitud a la Orden que le rescató de Argel mediante la gran suma de “quinientos escudos de oro en oro de España”, cuya deuda reconoció, sin pagar en vida, ahora, el deudor –que dijo ser natural de Alcalá de Henares– va a poder empezar a  cumplir su compromiso después de 435 años de que lo firmó. Los gigantes de la palabra cumplen su palabra

    

     El osario de las Trinitarias de Madrid es una sombra del osario vivo de sus calles soleadas, donde gigantes y raquíticos se mezclan sin etiquetas identificativas. Los antropólogos clasifican a los muertos, pero los vivos no se dejan. Hay más: el gigante y el raquítico llegan a ocupar la osamenta de una misma biografía. Messi, que es gigante, llegó a Barcelona para curarse un principio de raquitismo. Y el ciclista colombiano Nairo Quintana subía el otro día al podio como vencedor de la Tirreno-Adriático y las azafatas italianas se agachaban para propinarle un beso a dos carrillos. Los gigantes y los raquíticos se superponen en la vida y en la muerte.     



José César Álvarez

Puerta de Madrid, 27.3.2015

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