martes, 27 de noviembre de 2012



La discreción de los allanados


Día 12, Procesión

     Ocho de la tarde, plaza de Cervantes. Hacía frío. Pasaba la procesión de las Santas Formas, desde la Catedral Magistral a la impoluta capilla de Jesuitas, hoy de Santa María, la histórica capilla de las Santas Formas. Se renueva la devoción, los adoradores permanentes, la custodia, el acceso directo desde el nuevo callejón…Surgen los procesionantes desde el allanamiento de 1936 y nada dicen. Pasan junto a las piedras allanadas de la cabecera de la plaza y nada dicen. Van cantando.    


     Los reivindicadores de la memoria del 11-M, en torno al quiosco de la música, retrasan su megafonía por respeto y ven pasar la procesión desde la orilla de su olvido, de su verdad injuzgada. Les allanaron los hijos y piden verdad y justicia desde la orilla que mira con envidia el desfile de las reparaciones y logros. Desfila ante ellos la Verdad y la Justicia. 

Día 13, San Diego de Alcalá

     La devoción del santo milagrero se renueva como muostró el nutrido gentío que asistió a la misa de la tarde en la Catedral Magistral, donde cantó la ‘Escolanía de los Santos Niños’ ahogada por el órgano. Tal concurrencia no podía ser menos en la sede del santo universal, venerado en Italia, California, Méjico… Una enorme fila se forma después  para ver el cuerpo incorrupto del lego franciscano, analfabeto y santo. Alguien expresa su decepción por el estado del cuerpo. La persona interpelada podía haber dicho – lo sabía–, que, cuando quemaron la Iglesia Magistral en julio del 36, trasladaron el cuerpo al cementerio, y que las altas temperaturas de aquí y de allí, la incuria, el éxodo, además de la grieta producida en la urna, provocaron su deterioro. Podría haberlo dicho, pero no lo dijo.  

Día 14, Huelga General

     Los allanadores de las sombras de la noche trajeron la mañana de las cerraduras de la propiedad allanada. La acera de la solidaridad compartió cajas de herramientas y ánimos de la competencia vecina. Esta vez era algo más que silicona, era un líquido soldador. Los allanadores avanzan en su refinada perfidia. Hay viandantes que quieren identificarse con la desgracia de los comerciantes atacados y lo hacen con palabras gruesas. La señora que vende flores ríe quitando yerro a los insultos. Los chinos, que ríen siempre, ríen ahora la impotencia de sus herramientas. Los allanados se refugian bajo el paraguas de la resignación: desde su acera impotente nada esperan de la justicia progre en la noche de lobos, y ni el seguro les cubre de los sindicalistas. Las cámaras de seguridad nada valen contra  los lobos cazados. La democracia es sólo una palabra gastada. La derecha gobernante comienza a hablar diciendo “que esta huelga es legal”, es decir, empieza a hablar pidiendo perdón. Es su complejo, su perversa discreción en la noche de lobos. 
  


Día 14, Arturo Más.

     El líder de los monofisitas y cínicos catalanes (PdeM, 27.10.2012) en el ejercicio dialéctico de su inextricable terminología ontológica ha sumado un nuevo término. Desde la independencia, el separatismo, la autodeterminación, la secesión, la liberación, la soberanía, ahora ha recalado en la emancipación.



Día 15, más de Mas

     Leo que los cínicos de la historia que lidera el versátil Mas dice en sus libros de historia que Catalunya tuvo un imperio. Pero los libros de historia que no mienten dicen que el conde de Barcelona Ramón Berenguer casó con Petronila, hija del rey de Aragón Ramiro el Monje y que el conde, al quedar introducido en un linaje superior, incorpora en 1150 su condado a Aragón, que se extendería por el genuino Aragón, Valencia, las Mallorcas, Cerdeña, Sicilia, Nápoles, Barcelona, Rosellón, Cerdaña, Atenas, Neopatria… Reino que se une a Castilla y configura España en 1469 por el matrimonio de Fernando II con Isabel de Castilla. España no le roba a Cataluña un imperio que nunca fue suyo, sino que formó parte solidaria y activa de aquel ancho reino. Aragón, reino allanado en su historia, calla y habla con sabia discreción.

     La senyera, sin embargo, sí es símbolo robado. Ya precisó claramente el rey Pedro IV en el siglo XIV que las barras eran senyal real, emblema de una familia o casa reinante, no de un territorio, identificándose con Aragón  por ser título principal de la casa real. Las barras del rey de Aragón surcaban sus dominios, y su sello, decían con orgullo, iba marcado en todas y cada una de las colas de los peces del Mediterráneo. A los nacionalistas catalanes eso no les dice nada. Ellos permanecen encallados en su monomanía: ‘España nos roba’.

Día 16, Barbacid
   
     Don Mariano Barbacid, jefe del Grupo Experimental del Centro Nacional de Investigación Oncológica, estuvo en el ciclo de conferencias de la Asociación de Amigos de la Universidad y nos dijo que se podría llegar un día a que los periodistas dejaran de preguntar si se había descubierto el remedio para el cáncer. Lo cual es imposible porque el cáncer es un genérico que comprende doscientas enfermedades. Y por si fuera poco, hace sólo cuatro años, ayer, se ha conseguido secuenciar el genoma de un tumor y el resultado ha sido que cada secuencia mostraba mutantes distintos, que exigen distinto ‘armamento de combate’. Es la  microguerra conta los allanadores de las células de nuestros órganos. 

Día 17, Cumbre Iberoamericana de Cádiz

     Ese es el nombre: Iberoamérica  y no el de Latino América, término allanador impuesto por Francia, para querer estar donde no estuvo. “Intelijencia, escribía con jota Juan Ramón Jiménez, dame el nombre exacto de las cosas… el nombre tuyo, suyo y mío de las cosas”. Uno desconoce el grado de eficacia de esta cumbre, pero la densidad del aroma bicentenario de una ‘pepa’ atlántica y oratoriana, justifica este cálido reencuentro.

                                                        José César Álvarez
                                                  www.josecesaralvarez.com
El ‘low cost’ y el nominalismo complutense

     El ‘low cost’ es el nuevo anglicismo que penetra y se le hace querer. No dice nada nuevo, ‘bajo coste’, es decir ‘rebajas’, pero las palabras de tan manidas, se desvalorizan, se vuelven ganga fónica, flatus vocis decían los nominalistas medievales, sonidos, vahídos. Y, sin embargo, había quien decía lo contrario: que el nombre de las cosas hacía a las cosas. Cada palabra tenía resonancias propias y significaciones singulares. Todo ello hace pensar si la lengua debe ser renovada y lo es por influencias inevitables, mientras formamos un cementerio de viejas palabras,
con las que nos reencontramos con sorpresa en nuestros movimientos geográficos, por ejemplo, cuando viajamos a Iberoamérica.

     El nominalismo fue un movimiento filosófico de contenido muy complejo, que se acentúa en la Edad Media y tiene su eclosión en el Renacimiento. Lo que más se conoce de esta vasta teoría es que niega los conceptos, los universales, de los que dice que son puros nombres. Ningún universal, decían, existe fuera de mi mente. La realidad es concreta, singular. Esto suponía un salto al vacío, suponía negar toda la elucubración conceptual de Sto. Tomás de Aquino, era segar toda la obra escolástica del medievo. En España no llegó el nominalismo hasta finales del siglo XV cuando ya llevaba dos siglos en Europa. En la universidad de París existían, sin embargo, lúcidos nominalistas españoles: Augustus Magnus, Jerónimo Pardo, los Núñez, Pérez de Oliva, Coronel, Lax, Celaya… pero fuera de las fronteras.

     Menéndez y Pelayo incluye a este grupo entre los «escolásticos degenerados y recalcitrantes de los primeros años del siglo XVI». De ellos nos dice que “enseñaron en París con gran crédito de filósofos, el cual totalmente vino a tierra el día en que Luis Vives lanzó contra ellos su diatriba de silogismos” (1511)

     Cuando Cisneros funda la Universidad de Alcalá  toma como modelo la de París y quiere traer a toda costa el nominalismo. Era la moda, la vanguardia, y lo hace en contra de los dominicos que enarbolan su bandera tomista, quienes consiguieron una carta del rey, fechada en Sevilla en 12.11.1508 por la que se consideraba a favor de la cátedra tomista. Pero en Alcalá y sin dilación alguna aparecen por primera vez en España las cátedras de lógica nominalista, figurando entre los primeros profesores, además de los aludidos, Diego y Juan de Naveros.

     Muñoz Delgado, en su documentadísima obra La lógica nominalista en la Universidad de Salamanca, nos muestra el forcejeo del claustro salmantino por no quedarse atrás respecto al complutense. El 2 de octubre de 1508, el claustro de Salamanca acuerda en acta: «Todos los dichos señores hablando en lo del dicho Colegio de Alcalá dijeron que dos cosas habían dado ocasión a que los lectores e estudiantes se fuesen de aquí al dicho Colegio. Una era por las mercedes que el Cardenal les prometía e fasia, e otra porque no había aquí quien leyese nominales y porque no los consentían leer e echaban e habían echado de aquí a los que habían venido algunas veces a los querer leer. E por tanto que se fisiesen cátedras de nominales y les diesen salario competente e buscasen buenos letores que el estudio no se desplobaría y no haría falta ni daño el de Alcalá...» Y continúa el padre Muñoz: «Una vez decidida la creación de las nuevas cátedras se nombra una comisión que determina generosos salarios y se le encarga de buscar 'algunos hombres famosos' para regentar las nuevas cátedras. Acto seguido acordaron que el Maestro Ortega vaya a Alcalá donde dicen que está el Maestro Miguel Pardo, e a Zaragoza donde dicen que está Ciruelo, e vaya a costa de la Universidad y los procure traer...».
    Pero va a ser el sutil jesuita granadino Francisco Suárez, el ‘Doctor Eximius’, el que enseñó y escribió en Alcalá desde 1585 a 1692, y que, en su genial síntesis metafísica, amalgamará elementos tomistas, escotistas y ockhamistas, conservando y potenciando lo más noble de la postura nominalista. Atemperadas las exageraciones del nominalismo en la filosofía suareciana, lo que hay en él de positivo y fecundo pasará, a través de la obra de Suárez, a España, y también a Europa, transmitido a través de la filosofía racionalista, especialmente de Leibniz y Wolff. Descartes, que estuvo con los jesuitas, estudió la filosofía de Suárez.

 

El jesuita Francisco Suárez (1548-1617), una de las figuras más universales por la lucidez y rigor de su pensamiento. Filósofo, jurista y teólogo, con cátedra en Alcalá, le fue encargado por el papa la redacción del documento de condena doctrinal al anglicismo, que fue quemado en la vía pública en Londres y París.

     Nos hubiera gustado saber de boca del sabio alcalaíno de la calle Libreros, Francisco Suárez, sobre el concepto nominalista de este ‘low cost’, este bajo precio y aprecio que nos atenaza en nuestros días.
José César Álvarez

lunes, 12 de noviembre de 2012

Mueren los hijos de la noche

     Ahora nos devuelven sin vida los hijos de la noche. Ahora tocamos su noche fría y sin remedio. Son sucesores miméticos de los que les precedieron y estaban en la línea normalizada de lo corriente, piensan los hijos que piden la noche. No hay que hacer aspavientos por ello, no hay que ser antiguo, nos dicen. Pero las madres de los hijos de la noche siempre durmieron su desasosiego con el tufo de que la noche podía romperse en cualquier momento. Y los cínicos mentirosos que niegan la evidencia más empírica nos siguen echando en cara que “aquí nada se rompe: ni se rompe España, ni se rompe la noche, ni se rompe la calle, ni se rompe la lengua…”

     Ahora nos devuelven sin vida los hijos de la noche, continuadores pacíficos de los que hace veinticinco años hicieron la revolución de la noche, una revolución que ningún ‘largo caballero’ trajo de las rusias bolcheviques. Fueron caballeritos largos que se enfrentaron a los padres desde las trincheras de los hogares y exigieron la noche para ellos. La democracia de los tuteos a profesores, la indisciplina de las aulas trajo la pérdida de la autoridad a todos los niveles. La autoridad se resquebrajó porque era una mueca franquista, nos decían. Y la deserción de padres, educadores, juristas y políticos les abrió el abismo de la noche franca sin hora de retorno. Los ‘erasmus’ y viajeros europeos o americanos se siguen quedando ojipláticos de la joven y bestial noche española.

     Ahora nos devuelven sin vida nuestros hijos de la noche. No fueron a ninguna guerra ni conquista, ni a misiones arriesgadas de piratas o ‘alqaedas’. Fueron a la noche más imbécil que les dimos, la noche consentida de todos los padres ‘democráticos’, la noche sin autocrítica de nuestra cultura desertora y entreguista, la noche estúpida de la incomunicación verbal, función que clasifica al hombre, la noche brutal de los decibelios y el alcohol, la noche agresiva contra los tímpanos y los hígados, la noche de las rayas que  les dejan lívidos, la noche que duerme el día de su sol oculto.  

     Ahora nos devuelven sin vida los hijos de la noche, que no son los primeros, los hijos vivos y muertos que hicieron travesías olvidadas sobre las frágiles pateras de la noche profunda, no exenta de roquedos y oleajes. Es la noche que hubimos de entregar a una generación insolente, es la noche perdida que vale más que la cesión de Cuba, Nápoles o Gibraltar juntos, y no lo sabíamos.

     Ahora nos devuelven sin vida los hijos de la noche, nos devuelven sin vida las hijas débiles de la avalancha, nos devuelven las niñas rotas del embotellamiento. Era la noche donde a las damas ya no se les cede el paso. Era la noche enamorada del caballero seductor don Juan Tenorio, donde la noche bastarda española nos pisoteó hasta la muerte a la Inés del alma mía, envuelta en la prosa más sucia y horrísona.
    
     Todos llegamos tarde al siniestro de la noche cedida: padres, legisladores, fiscales, educadores, políticos, y ni ellos ni las noventa cámaras de seguridad del Madrid Arena devolverán la alta vida a la cancha del juego más rastrero.    

     Fueron soberanos de la noche y sólo nos dejaron tocar su noche fría y sin aliento. Y ahora lloramos el cuerpo irreconocible de nuestra permisividad. Ay, nena nenita nena.

     Alguien me dijo que con las muñecas rotas no se juega. Y me callé.

                                                          José César Álvarez
                                                          www.josecesaralvarez.com




                   


“Era la noche enamorada del caballero seductor don Juan Tenorio, donde la noche bastarda española pisoteó hasta la muerte a la Inés del alma mía”








        
Don Juan ‘de’ Alcalá

     Es el uno de noviembre un día de ‘risas y llantos’. Es el día del llanto revenido de nuestros muertos y la noche de la risa revenida de don Juan Tenorio. Ríe el verso de Zorrilla cuando fluye cantarino y no se le tapona de prosaísmos y encabalgamientos. Y ríe siempre el personaje impío, burlador, perjuro, seductor y arrogante.
   
     Desde el uno de noviembre de aquel año de 1984 en que abrieron boca Juan Diego y Mª José Goyanes el Tenorio alcalaíno se ha convertido en un movimiento de masas tan espectacular que es un fenómeno sólo explicable dentro del mito inefable de don Juan.

     Nada hay, pues, que retocar de aquel primer impulso. Nada que retocar de aquel título acuñado como ‘don Juan en Alcalá’. Pero me gustaría valorar el trueque preposicional y jugar a retocarlo así: don Juan ‘de’ Alcalá. Porque este don Juan tiene rasgos itinerantes propios, además de un carácter singular y una historia larga.

     No puede ser que don Juan sólo esté ‘en’ Alcalá de paso, que pasee junto a las murallas y aledaños del Palacio Arzobispal, como indiferente a su escenario, sino como cómplice del misterio de sus piedras, las que no profana don Juan en su aquelarre anual, por ser piedra profanada en su origen, por humana. Es esta la piedra que solaza el estrecho marco de los arzobispos en Toledo, es la piedra por cuyos intersticios sin argamasa se asoma la sonrisa delatora de  Troylo, el hijo del arzobispo Carrillo; y más allá flamean las pelambreras rubicundas de los infantes del Cardenal Mendoza –el ‘tertius rex’ de aquellos días–, a quienes la reina Isabel mentaba como “los hermosos pecados del Cardenal”.
    
     Y la psicofonía paciente del palacio nos devuelve las risitas breves, espaciadas, de Germana de Foix, segunda mujer de Fernando el Católico, cuando éste se hallaba lejos, ya con el aguijón de la muerte clavado en su cuerpo, y Germana, envuelta en su séquito de damas extranjeras, paseaba su juventud por Castilla, llegando a este palacio alegre, paradero de reyes y paridera de reinas.

     Y el príncipe Carlos se lastimó cuando cayó por una escalera persiguiendo una moza. Su padre Felipe II hubo de llamar al famoso curandero morisco Pinterete, que llegó aquí desde Valencia. Pero hubo de haber otras caídas más muelles y menos sonoras.

     Toma Zorrilla su personaje del don Juan Tenorio de ‘El burlador de Sevilla” de Tirso de Molina, alumno de la Universidad de Alcalá. Y no hay que mirar más atrás en su ascendencia, porque sólo ellos son Tenorio. Es este un apellido que llevan muchos españoles y que no por casualidad lo llevaba Cristóbal Tenorio, un donjuán de la época de Tirso de Molina que sedujo y raptó a la hija de Lope de Vega, en cuyo lance hirió al ‘Fénix de los Ingenios” en el sitio por do más pecado había. Y es Tenorio también por casualidad el torreón del Tenorio del recinto palaciego, teniendo en común ambos la altanería, la seducción y la pertinaz vigilancia. Viene Tenorio de ‘tenor’, la voz dominante del teatro, la voz impostada y equívoca.

     Gregorio Marañón, en su ‘Don Juan’, agota los argumentos para señalar la fuente concreta del personaje del Don Juan español, captado por el fraile dramaturgo de la vida misma. Es un personaje vivo y popular que no escapa a la perspicacia de Tirso de Molina. Es el conde de Villamediana, Correo Mayor del Reino como su padre, educado en la corte, viajero impenitente, hombre de mundo, joven apuesto sobre brioso corcel blanco, guarnicionado de plata y oro, que alanceaba a los toros en la plaza, con riesgo de su propia vida, prendida en el suspiro de las mujeres que sorbían sus requiebros. Fue Villamediana, según relata Marañón, el conquistador apasionado de las mujeres, seductor y porfiante sin escrúpulos. Era altivo, de rostro afeminado y cabellos largos. Era, además, jugador empedernido, en cuyas timbas nocturnas se le iba o se le venía la fortuna. Su vida como la del nuevo amante tendía a empezar de cero. La otra faceta importante de su vida fue su lírica destreza para construir los versos endecasílabos más sublimes, la voz que envolvía y fascinaba. Su fama era tal que, después de muerto, viajeros que por España pasaron, anotaron su nombre, exhalado por mujeres que portaban el recuerdo legendario de aquel galán “bello de cuerpo y de alma”. El nombre del conde de Villamediana era Juan de Tassis, casi Juan Tenorio. El caballero que “picaba alto”, según le dijo, celoso, el propio rey, fue asesinado en la calle Mayor de Madrid en 1622, envuelto en un turbio escándalo sodomita.

     Villamediana cumplió destierro en Nápoles junto al Conde de Lemos, el benefactor de Cervantes. Aunque ambos eran condes y amigos, el desterrado ejerció de secretario del virrey. Allí debio recibir en aquel tiempo ell Prólogo inmortal del Persiles que Cervantes dirigió a su mecenas. Ya Cervantes había mencionado en el ‘Viaje al Parnaso’ a aquel ganador de fortunas y mujeres:

     Tú, el de Villamediana, el más famoso
     de entre cuantos griegos y latinos
     alcanzara  el lauro venturoso…

     El donjuanismo no fue sólo un proyecto literario, sino una tipología española arrancada de la vida y que se refleja, dirá Ortega, ante los ojos de quienes quisieron serlo.              

     Villamediana no acabó sus estudios, pero fue alumno del Colegio del Rey de la Universidad de Alcalá, por lo que no habría de reaparecer aquí como un extraño ‘en’ Alcalá, sino como el reconocido y originario don Juan ‘de’ Alcalá, cuyo circo ya fue escuela de sus devaneos.
                                                                  
                                                                                 José César Álvarez
                                                                       www.josecesaralvarez.com

                          
o                                                       

El conde de Villamediana, coleccionista de mujeres,
gemas y caballos, modelo viviente del don Juan Tenorio
de Tirso de Molina. Ambos, el mujeriego temerario y el
fraile mercedario, fueron alumnos de la Universidad de Alcalá.
Monofisitas y cínicos

     A los monofisitas hay que buscarlos hacia el siglo V en el cristianismo ortodoxo, allá por Antioquía, Alejandría y Éfeso, envueltos en bizantinas discusiones sobre si en Cristo había una o dos naturalezas, la humana y la divina. Sus encendidas discusiones metafísicas y teológicas en concilios y Sínodos resultaban ininteligibles, de argumentos sibilinos inextricables, de cuál era la “natura prima et secunda” de Dios Hombre, de que no había orden sino paridad, de si las naturalezas en Dios no se dividían, de si la naturaleza divina absorbía a la humana, de si sus operaciones no se confundían, todo ello en un embrollo de sutilezas indiscernibles y de enfrentamientos entre los secuaces de Cirilo de Alejandría y de Nestorio de Constantinopla.

     Después de Concilios a favor de una y otra parte, el papa León I en el Concilio de Caledonia del año 451 proclama la herejía de las dos partes  con los cuatro famosos adverbios que restablecían la relación de las dos naturalezas en Cristo. Contra los heréticos monofisitas eutiquianos sentenció que la distinción era: inconfuse et inmutabiliter; y contra los heréticos nestorianos: indivise et inseparabiliter.
    
     Tal que monofisitas me parecen los actuales teóricos defensores del bilingüismo regionalista de la España doliente de nuestros días. Para ellos existen dos lenguas en este caso: la divina y la humana. Ambas son distintas, pero ‘inconfusamente inseparables’ al menos en teoría. La divina es el vasco, el catalán, el valenciano, el ibicenco, el aranés… La otra es la común, la del montón, la humana, la española. Y la herejía en boga dice que la humana debe ceder ante la divina.

     Pero el galimatías está servido: Que hay un primer idioma y un segundo idioma, dicen; otros, que no hay orden, sino paridad; que si la elección del primer idioma corresponde a no sé quién, que si es conveniente la sucesión o la simultaneidad controlada en la enseñanza como en el mallorquín, ibicenco y menorquín; que si la inmersión es catalanista, también la invasión extra-catalana; que si entre el ‘valenciá’ o el ‘catalá’ se antepone el uno y se superpone el otro; que si la ‘catalanización’ vale y no vale la ‘españolización’ ni como rescate del abuso nacionalista, que si las lenguas regionales llevan ideología y no se niega; que esto está justificado como arma contra el españolismo, que para otros no existe; que si la rotulación no puede ser libre; que si la cooficialidad es para una sola lengua, la que más ‘jode’ al que llega…”Pagamos también para entendernos” decían unos clientes de un hotel catalán. “No hablamos así por chinchar, es nuestra lengua” replicaban ellos.  

     Todo un embrollo para contestar-no contestar a la siguiente pregunta: “Señor director, mi hijo que es español y está en España, puede estudiar en español en su colegio?  Ellos no pueden decirte: “Esto no es posible” Y en su circunloquio omiten llamar “divina” a su propia lengua, pero la tratan tal cual. Ambas lenguas resultan como en el Concilio de Caledonia, inconfusas e inseparables. Pero esa es la sentencia oficial, porque en el monofisismo herético la lengua divina absorbe a la humana. Dicho en construcción sibilina, la contestación de los monofisitas lingüistas es cosa de locos. Es cosa que no puede hoy comprenderse en ninguna parte del mundo civilizado.

     Pero es que la cosa no para ahí. Lo que afirman los teóricos lingüistas regionalistas, después de denodados esfuerzos por entenderles, tampoco lo cumplen. No cumplen la cooficialidad ni la paridad constitucional. Es también la escuela cínica de Antístenes y Diógenes. Y si les dices que ni siquiera cumplen lo que dicen, no ya la ley que pisotean, entonces lo niegan más cínicamente y te dejan por mentiroso y te montan una cacerolada. Los caceroleros monolingüistas, perseguidores del español, se asoman después a las cámaras de televisión muy dignos y afirman sin tensionar un músculo y para encubrir su herejía, que sus muchachos están por encima de la media en comprensión oral y escrita, que todo es normalidad, y ningún enseñante adoctrinado es capaz de colaborar con la verdad proscrita. ¿Cómo se dirá: podríos, pudriros, podriros o pudríos? Pues yo se lo digo en las cuatro distintas expresiones, incluso heréticas, para que elijan los profes superiores a la media. 



     Los sindicalistas nazionalistas se atreven a llamar ‘franquista’ a la política docente de este gobierno. Lo dicen ellos precisamente, los más sectarios, la izquierda que ha asfixiado la enseñanza en este país, inspirada y expirada por su arrogante exclusividad; ‘franquista’ dicen ellos precisamente, cuando la enseñanza de los muchachos de los años 60 y 70, la de la reválida de cuarto y de sexto, también la de Villar Palasí, les daba a estos cien vueltas y estaba a la cabeza de los mejores resultados.

     Las lenguas autonómicas le cuestan al Estado español un riñón. Pero las lenguas no prenden apaciblemente en su huerto vernáculo, sino que se violentan sin límite contra el propio Estado protector como su “pedregal”, según dice Arturo el Mas. Las lenguas autonómicas dejaron de ser la riqueza multicultural de nuestro patrimonio y pasaron a ser el lastre que alimenta unos nacionalismos que rompe nuestra convivencia.

                                                                  José César Álvarez
                                                                  www.josecesaralvarez.com
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 ”Los bilingüistas regionalistas de la escuela herética monofisita y cínica son los que enseñan la única lengua de sus patologías pueblerinas. No en vano la enseñanza española está a la cabeza del gasto y a la cola de la calidad”.
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                                  La catedral copta de Alejandría
                                  nos trae hoy los lejanos ecos del monofisismo,
                                  cuyas sutilezas dialécticas nos recuerdan
                                  el galimatías de los defensores
                                  de nuestras lenguas regionalistas.





Artur Mas, entre su cohorte catalanista, es el mas intolerante de los caudillos de
 las lenguas autonómicas, y con su cinismo de espejo se proyecta para decir que
 “tenemos unos vecinos intolerantes con nuestra lengua” cuando todos sus celos
 concentrados son incapaces de borrar la Lengua Española de lo que sigue siendo España. Como político nacionalista se erige en pontífice de una lengua de la que
 se sirve para alimentar su ideología totalitaria.