martes, 27 de noviembre de 2012

El ‘low cost’ y el nominalismo complutense

     El ‘low cost’ es el nuevo anglicismo que penetra y se le hace querer. No dice nada nuevo, ‘bajo coste’, es decir ‘rebajas’, pero las palabras de tan manidas, se desvalorizan, se vuelven ganga fónica, flatus vocis decían los nominalistas medievales, sonidos, vahídos. Y, sin embargo, había quien decía lo contrario: que el nombre de las cosas hacía a las cosas. Cada palabra tenía resonancias propias y significaciones singulares. Todo ello hace pensar si la lengua debe ser renovada y lo es por influencias inevitables, mientras formamos un cementerio de viejas palabras,
con las que nos reencontramos con sorpresa en nuestros movimientos geográficos, por ejemplo, cuando viajamos a Iberoamérica.

     El nominalismo fue un movimiento filosófico de contenido muy complejo, que se acentúa en la Edad Media y tiene su eclosión en el Renacimiento. Lo que más se conoce de esta vasta teoría es que niega los conceptos, los universales, de los que dice que son puros nombres. Ningún universal, decían, existe fuera de mi mente. La realidad es concreta, singular. Esto suponía un salto al vacío, suponía negar toda la elucubración conceptual de Sto. Tomás de Aquino, era segar toda la obra escolástica del medievo. En España no llegó el nominalismo hasta finales del siglo XV cuando ya llevaba dos siglos en Europa. En la universidad de París existían, sin embargo, lúcidos nominalistas españoles: Augustus Magnus, Jerónimo Pardo, los Núñez, Pérez de Oliva, Coronel, Lax, Celaya… pero fuera de las fronteras.

     Menéndez y Pelayo incluye a este grupo entre los «escolásticos degenerados y recalcitrantes de los primeros años del siglo XVI». De ellos nos dice que “enseñaron en París con gran crédito de filósofos, el cual totalmente vino a tierra el día en que Luis Vives lanzó contra ellos su diatriba de silogismos” (1511)

     Cuando Cisneros funda la Universidad de Alcalá  toma como modelo la de París y quiere traer a toda costa el nominalismo. Era la moda, la vanguardia, y lo hace en contra de los dominicos que enarbolan su bandera tomista, quienes consiguieron una carta del rey, fechada en Sevilla en 12.11.1508 por la que se consideraba a favor de la cátedra tomista. Pero en Alcalá y sin dilación alguna aparecen por primera vez en España las cátedras de lógica nominalista, figurando entre los primeros profesores, además de los aludidos, Diego y Juan de Naveros.

     Muñoz Delgado, en su documentadísima obra La lógica nominalista en la Universidad de Salamanca, nos muestra el forcejeo del claustro salmantino por no quedarse atrás respecto al complutense. El 2 de octubre de 1508, el claustro de Salamanca acuerda en acta: «Todos los dichos señores hablando en lo del dicho Colegio de Alcalá dijeron que dos cosas habían dado ocasión a que los lectores e estudiantes se fuesen de aquí al dicho Colegio. Una era por las mercedes que el Cardenal les prometía e fasia, e otra porque no había aquí quien leyese nominales y porque no los consentían leer e echaban e habían echado de aquí a los que habían venido algunas veces a los querer leer. E por tanto que se fisiesen cátedras de nominales y les diesen salario competente e buscasen buenos letores que el estudio no se desplobaría y no haría falta ni daño el de Alcalá...» Y continúa el padre Muñoz: «Una vez decidida la creación de las nuevas cátedras se nombra una comisión que determina generosos salarios y se le encarga de buscar 'algunos hombres famosos' para regentar las nuevas cátedras. Acto seguido acordaron que el Maestro Ortega vaya a Alcalá donde dicen que está el Maestro Miguel Pardo, e a Zaragoza donde dicen que está Ciruelo, e vaya a costa de la Universidad y los procure traer...».
    Pero va a ser el sutil jesuita granadino Francisco Suárez, el ‘Doctor Eximius’, el que enseñó y escribió en Alcalá desde 1585 a 1692, y que, en su genial síntesis metafísica, amalgamará elementos tomistas, escotistas y ockhamistas, conservando y potenciando lo más noble de la postura nominalista. Atemperadas las exageraciones del nominalismo en la filosofía suareciana, lo que hay en él de positivo y fecundo pasará, a través de la obra de Suárez, a España, y también a Europa, transmitido a través de la filosofía racionalista, especialmente de Leibniz y Wolff. Descartes, que estuvo con los jesuitas, estudió la filosofía de Suárez.

 

El jesuita Francisco Suárez (1548-1617), una de las figuras más universales por la lucidez y rigor de su pensamiento. Filósofo, jurista y teólogo, con cátedra en Alcalá, le fue encargado por el papa la redacción del documento de condena doctrinal al anglicismo, que fue quemado en la vía pública en Londres y París.

     Nos hubiera gustado saber de boca del sabio alcalaíno de la calle Libreros, Francisco Suárez, sobre el concepto nominalista de este ‘low cost’, este bajo precio y aprecio que nos atenaza en nuestros días.
José César Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario