lunes, 12 de noviembre de 2012

Don Juan ‘de’ Alcalá

     Es el uno de noviembre un día de ‘risas y llantos’. Es el día del llanto revenido de nuestros muertos y la noche de la risa revenida de don Juan Tenorio. Ríe el verso de Zorrilla cuando fluye cantarino y no se le tapona de prosaísmos y encabalgamientos. Y ríe siempre el personaje impío, burlador, perjuro, seductor y arrogante.
   
     Desde el uno de noviembre de aquel año de 1984 en que abrieron boca Juan Diego y Mª José Goyanes el Tenorio alcalaíno se ha convertido en un movimiento de masas tan espectacular que es un fenómeno sólo explicable dentro del mito inefable de don Juan.

     Nada hay, pues, que retocar de aquel primer impulso. Nada que retocar de aquel título acuñado como ‘don Juan en Alcalá’. Pero me gustaría valorar el trueque preposicional y jugar a retocarlo así: don Juan ‘de’ Alcalá. Porque este don Juan tiene rasgos itinerantes propios, además de un carácter singular y una historia larga.

     No puede ser que don Juan sólo esté ‘en’ Alcalá de paso, que pasee junto a las murallas y aledaños del Palacio Arzobispal, como indiferente a su escenario, sino como cómplice del misterio de sus piedras, las que no profana don Juan en su aquelarre anual, por ser piedra profanada en su origen, por humana. Es esta la piedra que solaza el estrecho marco de los arzobispos en Toledo, es la piedra por cuyos intersticios sin argamasa se asoma la sonrisa delatora de  Troylo, el hijo del arzobispo Carrillo; y más allá flamean las pelambreras rubicundas de los infantes del Cardenal Mendoza –el ‘tertius rex’ de aquellos días–, a quienes la reina Isabel mentaba como “los hermosos pecados del Cardenal”.
    
     Y la psicofonía paciente del palacio nos devuelve las risitas breves, espaciadas, de Germana de Foix, segunda mujer de Fernando el Católico, cuando éste se hallaba lejos, ya con el aguijón de la muerte clavado en su cuerpo, y Germana, envuelta en su séquito de damas extranjeras, paseaba su juventud por Castilla, llegando a este palacio alegre, paradero de reyes y paridera de reinas.

     Y el príncipe Carlos se lastimó cuando cayó por una escalera persiguiendo una moza. Su padre Felipe II hubo de llamar al famoso curandero morisco Pinterete, que llegó aquí desde Valencia. Pero hubo de haber otras caídas más muelles y menos sonoras.

     Toma Zorrilla su personaje del don Juan Tenorio de ‘El burlador de Sevilla” de Tirso de Molina, alumno de la Universidad de Alcalá. Y no hay que mirar más atrás en su ascendencia, porque sólo ellos son Tenorio. Es este un apellido que llevan muchos españoles y que no por casualidad lo llevaba Cristóbal Tenorio, un donjuán de la época de Tirso de Molina que sedujo y raptó a la hija de Lope de Vega, en cuyo lance hirió al ‘Fénix de los Ingenios” en el sitio por do más pecado había. Y es Tenorio también por casualidad el torreón del Tenorio del recinto palaciego, teniendo en común ambos la altanería, la seducción y la pertinaz vigilancia. Viene Tenorio de ‘tenor’, la voz dominante del teatro, la voz impostada y equívoca.

     Gregorio Marañón, en su ‘Don Juan’, agota los argumentos para señalar la fuente concreta del personaje del Don Juan español, captado por el fraile dramaturgo de la vida misma. Es un personaje vivo y popular que no escapa a la perspicacia de Tirso de Molina. Es el conde de Villamediana, Correo Mayor del Reino como su padre, educado en la corte, viajero impenitente, hombre de mundo, joven apuesto sobre brioso corcel blanco, guarnicionado de plata y oro, que alanceaba a los toros en la plaza, con riesgo de su propia vida, prendida en el suspiro de las mujeres que sorbían sus requiebros. Fue Villamediana, según relata Marañón, el conquistador apasionado de las mujeres, seductor y porfiante sin escrúpulos. Era altivo, de rostro afeminado y cabellos largos. Era, además, jugador empedernido, en cuyas timbas nocturnas se le iba o se le venía la fortuna. Su vida como la del nuevo amante tendía a empezar de cero. La otra faceta importante de su vida fue su lírica destreza para construir los versos endecasílabos más sublimes, la voz que envolvía y fascinaba. Su fama era tal que, después de muerto, viajeros que por España pasaron, anotaron su nombre, exhalado por mujeres que portaban el recuerdo legendario de aquel galán “bello de cuerpo y de alma”. El nombre del conde de Villamediana era Juan de Tassis, casi Juan Tenorio. El caballero que “picaba alto”, según le dijo, celoso, el propio rey, fue asesinado en la calle Mayor de Madrid en 1622, envuelto en un turbio escándalo sodomita.

     Villamediana cumplió destierro en Nápoles junto al Conde de Lemos, el benefactor de Cervantes. Aunque ambos eran condes y amigos, el desterrado ejerció de secretario del virrey. Allí debio recibir en aquel tiempo ell Prólogo inmortal del Persiles que Cervantes dirigió a su mecenas. Ya Cervantes había mencionado en el ‘Viaje al Parnaso’ a aquel ganador de fortunas y mujeres:

     Tú, el de Villamediana, el más famoso
     de entre cuantos griegos y latinos
     alcanzara  el lauro venturoso…

     El donjuanismo no fue sólo un proyecto literario, sino una tipología española arrancada de la vida y que se refleja, dirá Ortega, ante los ojos de quienes quisieron serlo.              

     Villamediana no acabó sus estudios, pero fue alumno del Colegio del Rey de la Universidad de Alcalá, por lo que no habría de reaparecer aquí como un extraño ‘en’ Alcalá, sino como el reconocido y originario don Juan ‘de’ Alcalá, cuyo circo ya fue escuela de sus devaneos.
                                                                  
                                                                                 José César Álvarez
                                                                       www.josecesaralvarez.com

                          
o                                                       

El conde de Villamediana, coleccionista de mujeres,
gemas y caballos, modelo viviente del don Juan Tenorio
de Tirso de Molina. Ambos, el mujeriego temerario y el
fraile mercedario, fueron alumnos de la Universidad de Alcalá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario