domingo, 9 de marzo de 2014

Diez años de ‘conspiración’ y de agujeros negros del 11M




Diez años de ‘conspiración’
y de agujeros negros del 11M

     La ‘teoría de la conspiración’ es la sibilina denominación con la que los partidarios de la versión oficial del 11M han venido calificando estos 10 años a los críticos. Y porque los segundos proclaman querer saber toda la verdad sobre el mayor atentado de Europa, los conspicuos sabedores de la verdad, motejan a los otros de “extrema derecha” y de “conspiranoicos. Eso sí, ellos sí pueden salirse de la sentencia oficial y dar un pequeñito giro hacia los ‘suicidas’de Leganés –aparcados lógicamente por el Tribunal Supremo– y así cubrir alguno de los muchos agujeros de ‘su’ versión oficial. Ellos, sí.

     Pero se da la mordaz paradoja de que los acuñadores de la teoría de la conspiración y de ese lindo vocablo de ‘conspiranoico’ son la propia conspiración. Son ellos quienes lanzan el salibazo de su propio especimen. Son ellos, los autores de la joya terminológica, los que el día infausto de hace diez años radiaban la presencia de suicidas islamistas en los trenes,  con descripción de las capas de ropa interior. Son ellos los que hace diez años iban por delante de los acontecimientos, marcando los tiempos a un gobierno del PP, desbordado por la precipitación a la que les sometían los verdaderos autores de la conspiración. Son ellos los gabilondos que borraron de los archivos aquellos nefandos programas radiofónicos, paradigmas conspiranoicos.         

     Después de diez años esta sigue siendo la única verdad oficial de la justicia de este injusto país: Yamal Zougan es el único condenado como cooperador directo en los atentados del 11M. Esa es la única pena carcelaria por 192 muertos y 1.500 heridos de un atentado tan complejo y sofisticado. En Zugan se reúne toda la autoría intelectual y material del atentado.
Y, sin embargo, se da de nuevo otra mordad paradoja: las rumanas que le identificaron como viajero de uno de aquellos trenes se enfrentan a la sentencia de un juicio por falso testimonio, repleto de flagrantes contradicciones y sabrosas indemnizaciones. Todo apunta a que ni las rumanas ni Zougan pisaran aquellos trenes.

     Ante este insólito panorama, ¿quiénes son más consecuentes con la realidad oficial, los genuinos ‘conspiradores’, dueños de su magra verdad, o los insultados como ‘conspiranoicos’ que piden una verdad que no ven?

     La verdad puede ser de origen yihadista –¿por qué no?–, pero coherente. Un mes antes de cumplirse este décimo aniversario del 11M –¡qué casualidad!– ha salido un libro de cuyo nombre no quiero acordarme, donde la autoría es yihadista. En su progresismo de alta investigación, “a cuyas fuentes no pueden llegar todos” –dicen sus propagandistas–, hace concesiones a los del otro lado: la decisión del atentado fue tomada en Karachi, Pakistán, en 2001, como venganza por haber sido desbaratada en Valencia una célula de Al Qaeda, antes de la guerra de Irak, nada que ver, por tanto, con la reacción de la izquierda en aquellos días. Pero el asesor de Zapatero sobre antiterrorismo en sus dos primeros años de gobierno, autor del libro, dice que la fecha del atentado es elegida antes de que se fijara la fecha de las elecciones, día 14 de marzo de 2004. Y eso es pedir la ingenuidad del limbo y carece de total credibilidad. Las intenciones del atentado, vinieran de donde vinieran, tenían como objetivo el día electoral, y el ínterin estaba medido para cambiar el voto y no dar opción a ulteriores contrareacciones. 

     Pero hay más. La teoría que debe explicar el 11M debe encajar en todos sus bordes y en todos sus vanos. Al asesor de Zapatero se le olvida justificar los agujeros negros del 11M, que la investigación privada de editoriales y medios de comunicación ha descubierto clamorosamente frente al silencio del Estado y la obstrucción de la Justicia que lo considera “caso juzgado”. Siempre la iniciativa privada en el ápice de nuestras libertades. Y han sido muchos los agujeros encontrados: el lavado con acetona de los trenes siniestrados y la estupefacta destrucción del cuerpo del delito; la falsificación y desaparición de los análisis y tomas de los explosivos por los Tedax; la invención de la mochila de Vallecas, no encontrada entre los efectos recogidos en los trenes, provista de una metralla de que carecieron las víctimas; los objetos aparecidos en la furgoneta Renault Kangoo de Alcalá de Henares, anteriormente inspeccionada y vacía; la inverosímil aparición posterior de la Skoda Flabia, etc.      
   
     La verdad del 11M debe explicarnos por qué ciertos miembros de nuestra policía, ahí colocada para nuestra seguridad, consiguieron en aquellos días borrar y manipular las pruebas procesales, en aparente complicidad con los autores del crimen. Y esto no es conspiración. Es constatación empírica y privada que ya no se puede marginar. La verdad del 11M, todavía pendiente, no puede ser una fábula oriental exenta de la servidumbre de sus pozos negros.
    
     Los muertos de tan horrible masacre seguirán sin acabar de enterrar, en tanto no les cubra el sudario de la Verdad y de la Justicia.
             



 

Hace ahora 10 años. Son dos de los cuatro malditos trenes de aquella mañana.  Con el sueño a rastras y el tiempo en los talones, la gente trabajadora buscaba su puesto de trabajo en la gran ciudad y encontraba la muerte en el camino. De los cuatro trenes de la muerte, tres nacían en Alcalá, y otro pasaba, paraba y cargaba. Cuatro trenes de bancada pública, donde pudimos ir todos pero sólo iban ellos.


  

—————————————————————————————————————————----       “La verdad del 11M, todavía pendiente, no puede ser una fábula oriental, exenta de la servidumbre de sus pozos negros”
————————————————————————————

                                                                  José César Álvarez
                                                                  Puerta de Madrid, 8 .3.2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario