“El hombre sabio tiene aquí sus complacencias”
Esto se escribió aquí, en Alcalá de
Henares, hace justo doscientos años. Era un escrito a las altas instancias del
Estado, firmado por los alcaldes constitucionales don Juan Francisco Zaldias y
don Juan Antonio Bayón. La noticia corrió como reguero de pólvora: “¡se llevan la Universidad a Madrid!”.
Al principio todos son rumores de esquina, pero que acaban siendo realidad. La
realidad tardó veintidós años en decantarse.
El rumor bronco comenzó en abril de 1814.
Los rumores broncos cumplen también centenario. La alarma cundió por todos los
intersticios de la ciudad. Con carácter de urgencia se reúnen, juntas, las dos
corporaciones institucionales de la ciudad: el Ayuntamiento y la Universidad. Está
en peligro el propio ser de la ciudad, su alma cisneriana. Después, cada
institución por separado, según acuerdo, elevan la protesta a la superioridad.
Ambos escritos llevan fecha 20 de abril de 1814. El del Ayuntamiento lleva
también la firma de los regidores: Pedro Ortiz, Joaquín Ibarra, Manuel Oñoro… Y
remata la larga lista el secretario y notario don Esteban Azaña. No tienen
abuela. Quieren detener la hecatombe que se les viene encima mediante la
exaltación de la ciudad cisneriana:
Los
pueblos de la comarca, y aun las provincias del continente, no son menos
interesados en la conservación de nuestra Academia….
No puede haber sitio más proporcionado para el
estudio de las letras que el que presenta esta ciudad quieta y pacífica. La
hermosura del cielo que la preside, el delicioso murmullo de los arroyos que la
rodean, y el campo justamente laudable… todo convida y contribuye grandemente a
la literatura.
Uno duda si merece la pena conservar esa
literatura. Pero ¡es mala suerte! Ahora que habían ahuyentado la guerra, la
maldita francesada; ahora que habían
recobrado el sueño perdido en la noche más negra, la del 21 de abril de 1813
–tan cerca y tan lejos–, la noche tremenda de la humillación, la noche de sus
mujeres forzadas, de sus sagrarios profanados, de sus despensas desguarnecidas;
ahora se les viene encima este mal viento. Ahora que la muchachada de todas las
Españas ha vuelto y llena las aulas y bulle en las calles, entra en los
figones, visita a sastres, zurcidoras, horneros, sangradores… ahora les meten
este aire de costado. Por eso siguen redactando, contumaces, los que claman por
la literatura complutense, desde luego decadente:
El hombre
sabio tiene aquí unas complacencias tan puras, que no turban la paz de su alma;
y el juicioso escolar preferirá los encantos de esta vida inocente al ruidoso
movimiento de la corte…
La Universidad, además de los argumentos ambientales
y morales, los va a presentarde orden histórico y retórico. El escrito que elevó, por su parte al
Congreso el claustro universitario, estaba firmado por su rector Dr. Tomás
López de Rego; el Dr. José Ruperto de Molina, deán en Teología; el Dr. Manuel
Morales Segoviano, deán en Jurisprudencia; y el de Medicina Dr. Domingo Díez.
Mas no es
por delito, lisonjeémonos, sino por conveniencia (!)
El sitio de Alcalá fue entre otros muchos elegido por
el Arzobispo don Gonzalo, que con privilegios del rey don Sancho el Bravo fundó
aquí los primeros estudios, los cuales luego renovó Carrillo y últimamente
formalizó Cisneros.
“La alegría
de este terreno y su campiña deliciosa, el cielo claro y despejado de nieblas,
el clima saludable y la amenidad del vecino río, gritaban que esta era la
habitación más apta para las Musas”
decían citando a Alvar Gómez, biógrafo del Cardenal Cisneros.
Y refieren del mismo autor, los detalles de
esta misma controversia, suscitada en la Universidad de Alcalá a la muerte de Cisneros.
Los encontronazos sangrientos entre escolares y alcalaínos fue tan aguerrida
que se planteó sacar de Alcalá la Universidad.
Para facilitar el tránsito, los monjes jerónimos de Lupiana,
estaban dispuestos a pagar por el Colegio Mayor lo que fuese para convertirlo
en su monasterio. La
Universidad iría a Madrid o Guadalajara, “las que presumen
ser las antiguas Mantua y Caraca, confinantes con Compluto”. Pero ni por oriente ni occidente hubo
razones sólidas para mover la Academia
Complutense. En aquella ocasión, el gobernador de Madrid se
opuso a recibir a la “sangrante estudiantina”.
El decadente discurso universitario de
abril de 1814 dice poco en su favor. Defienden su Universidad como “asilo de la
expuesta juventud”. Y a falta de discurso propio, actualizan el de Alvar Gómez
y el del Gobernador, de hace doscientos años. Citan la superada rivalidad entre
estudiantes y complutenses, trocada desde entonces por “una concordia que se
cree eterna”. Y hacen valer en su viejo refrito “los edificios y
establecimientos, que son otras tantas prendas e hipotecas de perpetuidad”.
Ello tuvo sus consecuencias. Alcalá se
opuso al movimiento liberal que la quería ‘mover’, “convirtiéndose en una de
las ciudades más absolutistas de la
Nación”
José César Álvarez
Puerta de
Madrid, 29.3.
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