Las ventanas son los
ojos de una casa, de una fachada, pero los balcones son los ojos grandes y
francos. Las ventanas esconden miradas furtivas, pero los balcones muestran a las
personas enteras. Los ojos, ya sean abiertos o velados, miran y son mirados. El
balcón principal es mucho más que el centro geométrico. Va sobre la entrada
principal y es altar y escaparate, podio y púlpito.
El balcón
principal de nuestro ayuntamiento exhibe de manera permanente las banderas
constitucionales. Su baranda de hierro defiende los símbolos de nuestra
convivencia. El balcón central de nuestro ayuntamiento es pareado, es balcón
corrido de dos ojos, por ser dos las puertas de entrada que se proyectan en su
fachada. Entre sus dos ojos se sitúan las banderas, que van en el eje central
del escudo y del reloj.
El balcón
principal de un Ayuntamiento es el
asomo del alcalde en momentos especiales como es salir a saludar al pueblo
cuando es elegido o en eventos especiales, como pueden ser los éxitos de los
deportistas de la ciudad. El alcalde es titular del balcón o balconada de su
ayuntamiento, por lo que debe salir como anfitrión junto al pregonero, al
visitante egregio o al deportista de éxito. Una de las asomadas épicas que en
Alcalá se recuerdan fue la del ciclista Antonio Suárez cuando dedicó a los
alcalaínos su triunfo de la
Vuelta a España (general y montaña) en mayo de 1959.
Sobre el balcón
corrido de la casa de ladrillo de la parte testera de la plaza de Cervantes se asomó
Juan Martín Díaz El Empecinado para ser vitoreado por los alcalaínos después de
rechazar a los franceses en la batalla del Zulema. Los alcalaínos lloraban de
alegría a sus pies. Tenían muy cerca, un mes antes, sin poderlo olvidar aquella
noche atroz de violaciones de sus hijas y mujeres, las profanaciones de sus
iglesias, la quema de muebles nobles, el robo, el saqueo y los bayonetazos de
muerte. Aquel día 22 de mayo de 1813, los franceses, a las puertas de la
ciudad, querían cortar a los guerrilleros el puente del Zulema para que no
pudieran regresar, partirle como brazo de gitano. Pero los empecinados
defendieron su puente desde las lomas del otro lado. Los alcalaínos creían que
iban a repetir su aciaga noche y, apenas desatados los miedos, ahora vitorean
al guerrillero, al brigadier, con la sonrisa etrusca, acartonada, dirigida al
balcón corrido de su héroe salvador.
El balcón principal del Palacio Arzobispal no es pareado, es centralísimo, único, cardenalicio. Cuando los nobles insumisos, entre ellos el duque del Infantado y el conde de Benavente vinieron a visitar al Cardenal Cisneros para poner en cuestión sus poderes, diciéndole que era sólo un regente, un advenedizo, un frailuco de paso, y que carecía de poderes para obligar a la nobleza, entonces el Cardenal abrió el balcón y les dijo: “¡Señores, estos son mis poderes!” No, no se asomaba a una biblioteca ni a un aula, se asomaba al patio de armas, donde dos cañones flanqueaban la entrada, los mismos que el fraile cardenal les señalaba impertérrito.
La invasión de
los balcones de España se hace desde fuera y desde dentro. El ‘balconing’ es la
invasión anglosajona del desmadre juvenil de su tasa de alcohol.
Y la balconada del Ayuntamiento de Barcelona es el
amotinamiento iluminado de las esteladas. Balconada de tirones de banderas
superpuestas, balconada del tímido despliegue de la bandera de España. Cuando
desde la balconada de Barcelona se divisa el precipicio de la secesión, los partidos del equívoco, de
las medias tintas, de los equilibrios circenses, siguen todavía dando lastre a
las concesiones acumuladas, a las tolerancias irreversibles, a los cataplasmas inservibles.
Todo menos llamar al nacionalismo por su nombre y saber extender el paño articulado
de la ley que nos dimos. A la balconada insumisa de Barcelona nunca se asomó
Cisneros. La titular de dicha balconada debería dar explicaciones de su versión
‘racista’ sobre su ‘balconing’. Anda
niña, sal al balcón, sal al balcón…
Los separatistas
catalanes no quieren que los balcones de España caigan sobre su solar. Quieren
romper una servidumbre de siglos. Lo cual no es ético ni legal.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 2.10.2015
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