miércoles, 2 de mayo de 2012

Aquella infame mañana del 11M

     Hoy toca llorar. Hoy toca llorar en Alcalá a la vista del 11M en el calendario, la fecha maldita y tenebrosa que nunca debió amanecer en este Alcalá donde aquel día fallaron todas sus torres vigías, donde fallaron todas las seguridades que suponíamos en un Estado moderno. Al río más espantoso de nuestra historia le dejaron nacer una mañana alcalaína de hace ocho años, cuya innominada bestia se alojó en la estación de RENFE y se camufló en cuatro de sus trenes.

     Nace en Alcalá una autopista de cuatro vías férreas. La bestia se alojó en tres trenes que a Alcalá le nacían y en otro que paraba, proveniente de Guadalajara. Allá van los trenes de la infame mañana alcalaína como caballos de Troya metálicos, escondiendo en sus entrañas el terror más refinado; allá van los trenes somnolientos de la mañana alcalaína que han despabilado sus sábanas y corren para cumplir su hora en cualquier parte; allá van los trenes de la ingenua mañana alcalaína, legañosos y adormilados, con la hora en sus talones y con un destino sobre sus cabezas un destino elegido por cada viajero en la libre y pública bancada de los trenes abiertos de la abierta mañana. Allí íbamos todos y sólo les tocó a los ciento noventa y dos de aquel punto y hora. A otros dos mi les tocó arrastrar de por vida la marca de aquel fuego diabólico. Todos somos viajeros, pero les tocó a ellos por todos. Nos abrasaron los ojos, los hijos, los ejes del alma.

     Son viajeros vivos del 11-M los que viven y reviven  la muerte sin autoría de aquella confusa mañana.  En la plaza de Cervantes, en torno a su quiosco, cuando la plaza no lo impide, o en el monumento a las víctimas en la Estación, con frío, con lluvia y con viento, todos los 11 de cada mes, un puñado de alcalaínos han venido siendo fieles a la cita, fieles a la palabra del apóstol del 11-M Gabriel Moris Noguera, perito judicial en los explosivos del proceso que se siguió en la Casa de Campo, un hombre que guarda un arsenal de datos contradictorios en torno a aquel malhadado juicio y que está empeñado en saber quién de verdad y por qué mataron a su hijo Pablo en uno de aquellos malditos trenes. Este domingo, a las
20 horas se cumplirá el 67ª conmemoración sucesiva del 11M en esta ciudad, cabecera del magno atentado, que llegó a conmemorarse mensualmente en cincuenta ciudades, de las que persisten Atocha-Madrid, Valencia, Almería y Vigo. Actos que se han celebrado también en Bruselas y en Caracas.
     Dos días después de aquel “dies horribilis”, los alcalaínos, zombis, incrédulos, se congregaron en la plaza de Cervantes bajo el grito: “¡Queremos saber!”, el mismo grito y la misma situación que siguen intactos después de ocho años.  La España que quiere saber es la que no se ha creído el regalito de la ‘mochila de Vallecas’ donde nos quisieron colar la vinculación ‘islamista’ junto con la ‘furgoneta de Alcalá’. Y ese celo por hacer desaparecer y ocultar el cuerpo del delito, los vagones, que es delito impune de una justicia dudosa. Esta media España que reivindica la revisión del 11M es motejada por la otra parte de inventar una “teoría conspiratoria” y otras lindezas de su florilegio de apelativos. Pero olvidan que la parte reivindicativa tiene todo el derecho en basarse en la propia indeterminación de la sentencia judicial de ese juicio que dan por definitivo. Y el ‘Grupo Prisa’, el que en la fatídica mañana fabuló sobre los “islamistas suicidas en los trenes, descalifica con insultos a la jueza Coro Cillán por reabrir el caso, del que se sienten gendarmes.

     Fue declarado el 11 de marzo Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, pero Zapatero, que fue presidente del gobierno de este país, sólo quiso desvincularse de ese día, y, alejado de la calle y de la racionalidad europea, eligió el 27 de junio Día español de las Víctimas del Terrorismo, que fue el día en que en San Sebastián, víctima de un atentado, murió en 1960 una niña de 22 meses, Begoña Urroz. Sin desmerecer a esta pequeña víctima, el ‘detalle’ zapateril es enormemente elocuente.  

     Hace tiempo que la izquierda inventó la calle, bronca y obrera, de gargantas descerrajadas y puños crispados, pero la derecha, harta de la tenencia en exclusiva de la calle por parte de la voz desgarrada, fue y le robó la calle a la izquierda en el tema del terrorismo, principalmente, y en el de la enseñanza. Desde entonces, la izquierda ya no es propietaria de la calle ni manda en ella, porque la derecha la hizo mucho más larga y la llenó de razones como puños. La noticia ahora ha sido esta: la izquierda obrera y sindicalista, desprestigiada en la calle por carecer de razones, quiere robarle a la derecha su reivindicación estrella, el 11-M, nada más y nada menos. Después de ocho años de olvido quiere abrazarse a sus obreros muertos en los trenes con el abrazo de un oso sin cintura y con la sonrisa equina de un oso gesticulante y articulado. Los sindicatos en este país acaban en el circo.

     Es la infame mañana alcalaína del 11-M y la infame octava anual de los sindicatos. Es una mañana varada de tanto disparate acumulado que está suspendida en el tiempo, no avanza ni progresa, es una mañana nublada en la que, sin embargo, saldrá el sol, porque está cuajada de viajeros vivos que, llenos de razones, pululan sin descanso.

José César Álvarez,
Puerta de Madrid,  10-3-2012


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