miércoles, 2 de mayo de 2012

Miramamolín

    Que no, que los años no son grandes bolsas en cuyo interior se guarden los acontecimientos, que no. Que los años, con su número, no son contenedores asépticos. Los números tienen alma, decían los pitagóricos, y los números transmiten sus vibraciones propias. Que sí, que los números que dan nombre a un año comunican sus reverberaciones. Sólo hay que pegar el oído para escucharlas.

     Es el 12, año y número que acabamos de estrenar, el mediodía y la medianoche. Lo cual pone en evidencia los equilibrios de todo tipo que se han anunciado y quedan por anunciar para este año: los cuidados, mesuras, equidades y  balanzas para tratar de sacar adelante esta casa que han dejado arruinada los inquilinos anteriores.

     Las medidas adoptadas en tan crítico momento podrían ser lunáticas, por aquello de que la luna da doce veces la vuelta a la tierra durante un año. La tierra es la realidad firme sobre la cual la luna ejerce sus influencias de mareas y entuertos. Pero la influencia numérica de la Constitución de 1812, la Pepa, es un soplo regenerador de iniciativas y libertades.

     Los Apóstoles fueron doce,  como doce son los nuevos ministros de Rajoy, si sacamos a Santa María, que, aunque no es virgen, es vicepresidenta mediadora y todopoderosa. Los doce Apóstoles traen buenos presagios en estos momentos, fue un equipo unido que conquistó el mundo. El equipo de ministros puede ser también un equipo que trabaje con fe, que ande sobre las aguas, que asista a la multiplicación de los panes y los peces, y donde no faltará un traidor, claro está, de quien, aunque todavía por ver, ya afloran indicios. “¡Muy bueno!”

     Pero el hecho grueso que tiene que influirnos sobre todos es la batalla de las batallas, el 12 doble, el órdago a la grande de todos los pueblos unidos de la España peninsular, la batalla de Las Navas de Tolosa, de 1212, que tuvo lugar en un sitio de Jaén contra los almohades. Allí estuvimos todos, todos unidos contra el peligro de aquella hora, que se llamaba Miramamolín. Allí estuvieron los vascos, a la cabeza Diego López de Haro y sus hijos, a las órdenes del rey de Castilla, allí estuvieron leoneses y portugueses, allí estuvo el rey de Aragón y el de Navarra. Los almohades  se aferraban a unas cadenas fijas al suelo para no retroceder. Los navarros rompieron sus cadenas y las llevaron a su escudo. Allí estábamos todos e íbamos a por todas. Veníamos de la desastrosa batalla de Alarcos y no se podía perder. Allí no había flancos que cedieran, allí no estaban los amaiur, ni los bildus, ni los ezquerras, ni los benegá, ni los nafarroa, ni demás tropa cedente. Desde allí los valientes del doce doble jienense mandan su onda patriótica contra el “miramamolín” económico de nuestros días de desempleo. Nuestro enemigo debe seguir siendo Miramamolín, un objetivo común que concita solidaridades.

     El 12 es la docena. Y el adocenamiento es un peligro evidente, supone la pérdida de la personalidad y de la responsabilidad individual que se difumina sobre el trazo incierto de la crisis. Pero la docena se vuelve positiva cuando vemos que los huevos se sirven por docenas. Habrá que echarle muchos.

                                              José César Álvarez    
                                         Puerta de Madrid, 14.1.2012
   

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