miércoles, 2 de mayo de 2012

Yo estuve en Madrid a la una
    
     En la antigua Grecia, el canon de belleza  del cuerpo humano era siete veces la cabeza. Ese era el canon de Policleto, que, un siglo después, se vio estilizado por el escultor Leucipo en siete veces y media la cabeza (siglo IV a. de C.)

     En aquella Grecia clásica los cánones de ética y estética estaban subordinados a la razón. Al contrario de lo que hoy ocurre en el triste panorama de la decadencia ética e intelectual de España. Hoy, en España, el canon de estética corporal está en una muchacha anoréxica, a pesar de las razones médicas que desaconsejan el flaco empeño femenino.

     Pero lo que nos importa aquí son otros cánones sociales. Por ejemplo, si sometemos a juicio estas dos estampas, un descamisado con “El País” bajo el brazo, frente a un encorbatado con el “ABC”, sabemos que gana socialmente el primero por ese canon etéreo e inasible del progresismo. De nada sirrve decir que “El País” es partidista y que publica, gota a gota e impunemente, los secretos sumariales de sus enemigos políticos. Y de nada sirve aducir que el ABC perdió su corte conservador. No sé de donde penden y a qué se deben dichas modas o cánones, pero de entre esos dos patrones pintados, pierde el segundo, lleve o no lleve corbata.

     Otro ejemplo. El que ve “Intereconomia TV” no suele decirlo porque sabe que recae sobre él un juicio severísimo, y disimula diciendo que sólo ve a los clones. De nada te sirve decir en tu descargo que ahí te enteras de cosas que no dicen las seis televisiones de los seis primeros y palmarios dígitos. Allí supimos del dolor de las víctimas del terrorismo. Por el contrario, los que prefieren ver a Antonio David, Quico y la Campanario son aceptados socialmente. Esa es la decadencia española de la que les hablaba.

     Pasean por este paisaje carpetovetónico atildados galanes que en modo alguno quieren verse tocados de etiquetas y san benitos, escondiendo, medrosos, su propia forma de pensar, y buscando en la calle el equilibrio en el filo de las modas y de lo socialmente prestigioso.

     Estuve en Madrid el sábado pasado a la una en la plaza de la República Dominicana y no debiera decirlo según los cánones prestablecidos. Estuve el sábado a la una en Madrid a acompañar a las víctimas del terrorismo porque  pertenecen al canon social  de lo que no se lleva, lo que molesta, lo que no conviene… Estuve en Madrid frente a esa muchacha, fuerte como una roca, que, después de tantos años de silencio, ha salido a la luz para reivindicar la memoria de su padre, quien le prometió irle a buscar al colegio y no ha llegado. Pasó a un colegio de huérfanos de padres asesinados, sumido en el silencio y el olvido, a donde nadie llevó una palabra de consuelo, donde no llegó durante tantos años ni periodista ni cámara alguna, Ningún medio quiso “significarse”, no estaba dentro de sus cánones. ¡Ay, de las televisiones desmemoriadas! ¡Quién os ha visto y quién os ve! Aquella muchacha fuerte levantaba allí la voz ante una sociedad que la había victimado dos veces y pretendía hacerlo una tercera.

     He estado en Madrid a la una porque la “paz” solicitada por los asesinos no puede ser posible sin que antes se establezca la “justicia” y la “libertad”. Los asesinos más que perseguir la paz, persiguen “se les deje en paz”.

     He estado en Madrid a la una porque quiero que los cánones éticos y estéticos estén presididos por la razón y no por modas caprichosas.

                                                  José César Álvarez
                                                  Puerta de Madrid, 5.11.2011
                                 

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