domingo, 13 de mayo de 2012

Camino Real

     Ha nacido una flor autóctona en un campo de cardos. Entre los cardos europeos de los interventores que nos vigilan; entre los cardos de los verificadores internacionales que maldita la gracia; entre las púas cargadas de productos tóxicos y bancos malos; entre los cardos de la ceja, que han dejado a España como un culo, y lo enseñan por ahí con sus diarreas de insolidaridad; entre los cardos carnívoros argentinos que fagocitan a los españoles y lo celebran con festinero aquelarre; entre tanto panorama adusto de mezquindades y corrosiones, ha nacido una flor de tersuras y fragancias antiguas.

     Me refiero al premio ‘Camino Real’ que el día 11 de mayo el Príncipe de Asturias entrega a Plácido Domingo en el histórico Paraninfo de la Universidad de Alcalá, apenas acallados los ecos del premio Cervantes. Es esta la primera edición del premio “Camino Real” que ha creado el Instituto Benjamín Franklin ( Instituto Universitario de Investigación en Estudios Norteamericanos de la UAH) para distinguir a aquellas personalidades que han destacado en el fomento de la triple relación española, norteamericana y mejicana. El ‘Camino Real’ es el símbolo de una realidad histórica, la épica calzada construida por los españoles en su alargado enclave de misiones que unía la Alta y Baja California, es decir, Estados Unidos y Méjico. Es hoy un camino subrayado de ecos, que cuenta con una cadena de hoteles impregnada de carácter.

     El dador y el receptor. Es la Universidad de Alcalá la dadora de este premio. No es novata, precisamente, en estos temas, no brota, que rebrota, pues en su período naciente alumbró con su doctrina de juristas y teólogos la también naciente peripecia del Nuevo Mundo, protegiendo la dignidad del indio. Y Cisneros, que hizo de Alcalá, morada y escuela, corte y capital, según expresión del Padre Juan Meseguer, como solución a la controversia surgida entre franciscanos y dominicos, declinó decantarse por una de las partes y mandó allí a los jerónimos como mediadores inteligentes en un gesto de sabia diplomacia del Cardenal franciscano.

     Es el receptor el director general de la Ópera de Los Ángeles y es en Méjico un gigante fundido en un baño de popularidad, que  ha desescombrado el terremoto de su propia sangre y ha levantado casas a los damnificados del huracán Paulina. Plácido Domingo es una voz tan colosal que necesita todo Méjico para realizarse, de océano a océano y que, desde donde esté, hoy cantará su indisimulado madridismo.

     Entregará el premio el Príncipe de Asturias. El eco del rey  de España no se ha perdido por aquellas tierras que reviven y reproducen el orgullo de su alto nombre.

     En este período de ocurrencias desestabilizadoras, de amenazas de independencia, de desobediencias autonómicas, de denuncias anticonstitucionales, de protestas contra el gobierno centralizador, dicen, como un contrapunto se yergue incólume, uniendo naciones, el Camino Real de nuestro patrimonio histórico y cultural, por donde caminábamos todos los súbditos  indistintamente, donde cabíamos todos, y habremos de caber en este doceañista año de “la senda constitucional”.

     Las bellas ideas alguna vez toman cuerpo. Bienvenido sea este Camino Real del imperio que el tiempo no ha borrado. Bienvenido sea sobre los caminitos rotos de los territorios rotos de la España rota.


José César Álvarez
Puerta de Madrid, 12.5.2012

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