miércoles, 2 de mayo de 2012

El humanismo cristiano del PP

     Este pasado fin de semana les ha tocado bailar a los peperos en Sevilla, el escenario inmemorable hollado por el zapateado sociata de los ‘eles’ y los ‘eres’, el escándalo festivo de trapicheos y trapisondas, y de sindicatos sin recatos. Llegó el PP, grave y erudito,  y quiso bailar el baile del ‘humanismo’ a secas, quitando de su baile ideológico la palabra “cristiano”. Pero al final no hubo baile de letras ni de conceptos.

     Todo ello fue porque hubo una bailaora pepera que dijo que en la definición ideológica de “humanismo cristiano” bastaba con decir ”humanismo” para entenderse, a lo que siguió el respingo de otros dos bailaores que propusieron la renuncia a citar su confesionalidad en  la definición ideológica de sus señas de identidad política, a pesar, dijeron, de ser practicantes católicos.

     Por lo que yo quiero aquí responder con un zapateado particular.  ¿Cómo puede ser, primero, que se pretenda  una definición ideológica con el término suelto de ‘humanismo’, sin especificar, cuando no hay un término más manido, impreciso y polivalente en la historia de la cultura? Pero es que sustituir la especificación por “occidental”, como se propuso, es diluir su referencia  y renunciar al rigor y sello de su origen.

     Hoy día el significado más común de ‘humanismo’ es el del estudio de las letras humanas. En el Renacimiento significó el retorno a las letras grecolatinas como restauración de sus valores humanos. Pero es que dentro del propio Renacimiento el ‘humanismo’ significó aisladamente la recuperación de Cicerón en sus valores literarios y morales; fue también el  estudio del griego; fue en su momento el interés por Platón; fue el humanismo, según algunos autores, la corriente filosófica del Renacimiento, opuesta a la Escolástica medieval, pese a englobar autores tan distintos como Erasmo, Montaigne, Ficino, Pico de la Mirandola, Nicolás de Cusa…   Ha sido también el humanismo una antropología filosófica como centro de interés del universo.

     Pero como los ideales humanos son muchos, muchos han sido sus ‘humanismos’, tales como el humanismo socialista, el humanismo liberal, el humanismo existencialista, elhumanismo científico, el humanismo del estado… y el humanismo cristiano, por supuesto, necesitado de identificación, si es que no se quiere denominar, en su defecto, otra cosa por vaga o imprecisa.

     El papa Juan Pablo II intentó en su momento se hiciera una referencia en la Constitución europea a las raíces cristianas de Europa, lo cual en modo alguno pretendía una teocracia ni cosa que se le pareciera, y tampoco pretendía dar un paso atrás en los logros conseguidos hasta la fecha en materia de separación glesia-estado, de laicidad o de aconfesionalidad del estado. No se trataba tampoco de imponer, a lo que creo, una creencia o práctica religiosa, creo que de lo que se trataba era de constatar una realidad y plasmar, así, el reconocimiento  de los logros alcanzados en los derechos individuales del hombre, en su dignidad, igualdad y libertades, todo ello dentro de una dimensión trascendente. 

     El ‘humanismo’, pues, no puede  ser aludido a secas, porque es algo vago, y el especificativo “cristiano” no implica una alusión a confesionalidad religiosa alguna sino al origen de unos valores que han quedado plasmados en la configuración de la sociedad occidental. Pero no puede sustituirse el contenido (cristiano) por el continente (occidente) en una huída vergonzante de su auténtica denominación.
                                                                                 

José César Álvarez
                                                  Puerta de Madrid, 25-2-2012




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