miércoles, 2 de mayo de 2012

Señora

    Aquel gran locutor que fue Bobby Deglané preguntaba a sus concursantes femeninas: ”¿señora o señorita?”. Y si contestaba lo segundo, les decía: “Eso será porque usted lo quiere, señorita”.

     A mí me parece que ya no hay señoritas, que sólo quedan señoras. Al menos , si las hay, que haberlas hailas, no se las nombra, y cuando se hace, es para cargarles de ironía. Es el caso de “la señorita Trini”.

     Sin embargo, se cita redondamente a la señora Salgado, a la señora Aguilar, a la señora Sáenz de Santa María, a la señora Cospedal… como un tratamiento correcto y público por parte de allegados y oponentes.

     Pero cuando el nombre se cae, la palabra “señora” se suele cargar también de intencionalidad.

     –Esa señora se va a enterar –amenazaba un sindicalista, refiriéndose a Esperanza Aguirre.

     Y cuando la señora Chacón manifestó su insumisión ante la sentencia judicial que equiparaba en la escuela la presencia de la lengua española con el catalán, cierto diputado de la oposición le dijo:

     –Usted debe dimitir como ministra de España, señora.
    
     Pero cuando el comunicado se hace de mujer a mujer, la palabra “señora” gana en intensidad de intenciones. El otro día, en la frutería, ante el cariz de la disputa, una señora se volvió a otra y de manera tajante le dijo:

     –A usted le di yo la vez, señora.

     Yo creo que esos “señora” finales, recargados de trasfondo, espetados  de mujer a mujer, están contaminados de aquella pasional Rocío Jurado que se  desgarraba así, despechada y pertinaz:.

              Cuando supe toda la verdad, señora
              ya eratarde para echar atrás,
 señora…

     Don Quijote, por su parte, cuando decía “mi señora Dulcinea”  expresaba todo su delirio platónico, pero Sancho, cuando le ofrecen la aventura de montar junto a su señor en el caballo Clavileño, se resiste y dice: “yo me quedaré aquí en compañía de mi señora duquesa” porque ella es su sensatez y su seguridad. Eran dos señoras contrapuestas.

     La palabra adquiere pleno significado, sin pliegues ni reservas, cuando se refiere a la Virgen María, a la Madre, a Nuestra Señora del Val, la que aquí es patrona, rectora y alcaldesa, la que pisa quedamente su fiesta cada tercer domingo de septiembre, casi de puntillas, sin ocupar día laboral. Tiene la Señora abierta todo el año su ermita junto al río, un oasis entre las aguas revueltas del déficit, el paro, las veinte horas lectivas, la inmersión lingüística, bildu, la deuda, la corrupción, el impuesto sobre el patrimonio, la independencia… Siempre pasan a su vera las aguas de sus días, y en su casa de altos ventanales neogóticos siempre se reza la misma salve: “Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve anosotros tus ojos”.

          José César Álvarez
                                     Puerta de Madrid, 24.9.2011

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