miércoles, 2 de mayo de 2012

MATARRATAS

     Me llegan agudos, hirientes, desgarradores, los gritos de Amina Filali desde Larache. Hoy no podría escribir de otra cosa que de ti, te lo juro, niña. Esta vez, Amina, han llegado tus gritos, al menos, no han quedado anónimos ni sepultados bajo la arena cómplice de la peor edad media de este siglo. Tu muerte no quedará sellada ni será baldía, gracias al milagro de la comunicación en nuestros días, gracias al periódico local “al mossoe”, que, en su versión digital, recogió tu grito, y a quien saludamos desde aquí, desde este que es también periódico local.
   
      Ay, Amina, niña obligada a abrazar tu propio odio. La justicia del poder teocrático de tu país te obligó a casarte con tu propio violador. Tu padre, que lo fue en principio, denunció en Tánger el abuso a tu cuerpo de niña. Y ya dejó de ser tu padre: cedió ante la acción intermediaria de los amigos de ambas familias, cedió ante el juez y cedió, sobre todo, ante tus ojos, donde se reflejaba un monstruo. El monstruo fue el mejor parado por la errática justicia de tu país, porque quedaba sin castigo si lograba casarse contigo. Fuiste, Amina, pues, objeto deseado de breves días, fuiste, nena, un proyecto de tabla salvadora, fuiste halago seductor por intereses básicos, y te rodearon esos días amplias sonrisas de piano en las bocas moras de tu monstruo y su familia, que se trocaron en colmillos caninos al día siguiente. Dilapidaste, Amina, los dias contados en que fuiste objeto de deseo, porque, después de la boda, ya sólo fuiste un guiñapo de carne obligada y lacerada salvajemente.

     Y cuando escapaste de tu casa de tormento, la de tu marido y violador, con su familia, que era legalmente la tuya, Amina, cuando corriste, digo, a la casa de tu padre pidiendo auxilio, ya era tarde, niña, tu padre no te acogió porque no podía, y se te negó el regazo, ay, nena, el regazo materno a que tienen derecho todos los cachorros del reino animal, los que no se han dado más ley que la natural. Tú que habías sido tabla de salvación para tu monstruo y su familia, ahora para ti no la tenías, no la tenías, y te quedaste sola en terreno de nadie, tan sola que elegiste la peor de las muertes de tu aterrador entorno, ese ‘matarratas’ que hallaste en tu cloaca de chillidos y convulsiones, desde donde tu marido empezó a serlo tardíamente en el camino al hospital de tus gritos horripilantes. El médico fue el notario de tu declaración de autosacrificio, teniendo por testigo a tu marido que dejo de serlo. Adiós, Amina Filali, heroína solitaria, grito de las conciencias dormidas, mártir del oscurantismo musulmán contra las mujeres y de este occidente europeo, laxo y permisivo, que vive la crisis moral más inconsciente de su historia.

     Pero no se hagan ilusiones, porque esta incontestable vergüenza, a la que está sometida impunemente la mujer musulmana, será aquí achicada de inmediato por el relativismo sofista de nuestros días, diciendo que hay que respetar las costumbres profundas de los pueblos, que cada pueblo tiene su moral, que no hay que inmiscuirse… y otras zarandajas relativistas de mejor cuño. Estos tolerantes tribunos de la moral son los mismos intolerantes que aquí se rasgan las vestiduras por no sé qué cosicosas en un video que busca vocaciones sacerdotales.

     Los acuerdos comerciales con Marruecos que los socialistas votaron a su favor en el parlamento español y europeo  llevan la letra exigida del respeto a los derechos humanos, pero la decadencia europea no exige la letra mojada de los acuerdos, se encoge de hombros, y entierra con toneladas de tomates los gritos de Amina. Y en Almería no saben ahora qué hacer con sus tomates, piden compensaciones al parlamento y ya, en el delirio de la mentira, una consejera andaluza se pasa por Almería para decir que toda la culpa es del PP.

     Pero a mí lo que me interesa hoy es lo que voy a hacer con tus gritos, Amina. Cuando lleguen a mi mesa los tomates rojos de la vergüenza marroquí sabre ver en las simientes aplastadas de su pulpa, tu grito diluido y aplastado, desbordado de bilis amarillas. La Europa mercantilista y decadente ya no podrá ahogar tus gritos.
    
     Adiós, Amina, muñeca rota y resucitada en un periódico local, como el mío, a donde ham llegado tus agudos gritos, ahora que la Andalucía que queda encima de tu cabeza definitivamente cubierta, se remueve y se renueva. Ese ‘matarratas’ no era para ti, nena, no podía ser para ti en este mundo que te oprime, era para los que roen lo ajeno y para los que transitan por sus propias alcantarillas sin querer reconocer la evidencia de tu horror.

JOSÉ CÉSAR ÁLVAREZ
                                                  Puerta de Madrid, 17 3.2012


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