miércoles, 2 de mayo de 2012

El pontífice Bartolo

En principio, un pontífice es un constructor de puentes. Y este mes de Agosto el pontífice Bartolo nos ha construido –reconstruido–  un puente de historia y de leyenda. Es el viejo puente del Zulema sobre el Henares que mira a sus alturas terrosas. Ha sido un bello y sorprendente puente de madera en superficie –de ahí que se le llame pasarela–, anclado sobre los intactos machones que reconstruyera el cardenal Tenorio en el siglo XIV, ahora remodelados.

Romanos, visigodos, vándalos y alanos, árabes, franceses, liberales y absolutistas… entraron y salieron por aquí a caballo de codicias  y ambiciones. Fue un puente de quita y pon, víctima del “no pasarán”, la pérfida consigna de todo tiempo, por lo que sus piedras en tropel y su ancha ruina sobre el agua le permitieron ser largo vado. Fue así como la ciudad no tuvo una Puerta del Puente, sino una Puerta del Vado.

Pero de este puente, del que he escrito largamente, sólo me interesa hoy fijarme en las maneras de su pontonero  artífice. No es sólo su reposición histórica y ambiental, como pieza principal de un parque, que podría ser prescindible  en estos momentos de aprieto, es también una pieza imprescindible de seguridad ante la precaria peatonalidad del sempiterno puente contiguo, cuya capacidad sigue inalterable desde hace 60 años. Es, pues, una pieza de embeleso y de integridad física al mismo tiempo.

Ha de ser, además, nuestro pontífice terreno, vigía de los puentes de la ciudad que, tendidos sobre la A-2, les han sido cortadas sus patas a causa de la reivindicación alcarreña del tercer carril, que le va a costar tres ojos de la cara a las arcas públicas.

Tiene el pontonero Bartolo un horizonte de puentes en construcción, por lo que su ejercicio pontonal puede darle la pericia que le va a hacer falta en el otoño de crecidas que se vislumbra. Tendrá que tender puentes ante la mayoría absoluta que se le ha esfumado, Será el puente de los presupuestos y el puente de la deuda, entre otros. Y tiene a la vista la construcción de un puente más sutil, tejido de paciencias, cuando la democrática izquierda, disfrazada de indignado o de enseñante, rompa la calle
que no ha sabido ganar en las urnas.
                                                     
 José César Álvarez
                                             Puerta de Madrid, 17.9.2011

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