martes, 1 de mayo de 2012

Los solsticios de verano del Instituto Cervantes

     Fue en la reciente comparecencia de la directora del Instituto Cervantes ante la Comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados, por donde vine a desayunarme, no sin sorpresa, de que celebran internacionalmente el solsticio de verano, Y el sábado más cercano a este solsticio es “la fiesta del español en el mundo”.

     Confieso mi ignorancia y perplejidad.  Una lengua como la española, que es propagada a los cuatro vientos por el Instituto Cervantes no puede ser transportada como un saco de palabras, sino como un depósito cultural más denso. Las palabras  van inevitablemente impregnadasde un aroma y un poso histórico. Las palabras, como las piedras rodantes de un río, se configuran en un determinado cauce de corrientes sonoras. No se pueden transportar las palabras y olvidar su río.

     En la larga y rica historia de ese río que se llama España, es imposible no encontrar un día que dé nombre a esa magna celebración, una festividad o efeméride significativa. Y no encontrar ese día ni ese nombre es ignorancia o mala fe. Es saltarse el curso de la historia, profanarlo, olvidarlo, detestarlo. Es volver a la prehistoria, a los primitivos adoradores del sol, a los olmecas y toltecas o al África profunda de los bantús o  yorubas.

     Es el “alzheimer” un drama de nuestros días, pero desechar la memoria colectiva en favor de no sé qué tolerancias y complejos es alevosía., es una amnesia malintencionada, una mirada vacía, es hacerse el loco mirando al sol bobaliconamente.
    
     Ha sido así como Cervantes, nuestro Cervantes, ha quedado expuesto a los rayos verticales y jupiterinos del trópico de Cáncer. Este Instituto que lleva nuestra lengua al mundo, nació en la calle de Libreros, edificio anclado  en la más pura tradición del Siglo de Oro español de la “Universitas Complutensis”, a la que ahora profanan sus altares. Las profanaciones se encadenan.

     Cervantes, Instituto y Universidad Compltense, tres manantiales alcalaínos, ayer limpios, hoy aguas turbias y dolientes de su proceloso rumbo.

           

José César Álvarez,
Puerta de Madrid, 2.4.2011


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