miércoles, 2 de mayo de 2012

Primero, el lago

      Mi sueño es un lago. Falta un lago en esta tierra alcalaína, cuyas viejas crónicas hablan de humedales, y cuyos muros están empapados como bizcochos. Falta que alguien pinche en esta tierra de aguas someras y consiga un aguanal importante, un embalse de embeleso. Quizás las charcas del nuevo campo de golf  –una de ellasb, considerable– sirvan de anuncio premonitorio de lo que va a venir. Ya estoy sintiendo en mi rostro su brisa de la mañana.

     Recuerdo mi viaje a la ciudad inglesa de Peterborough, formando parte de una delegación municipal que encabezaba el alcalde Arsenio Lope Huerta. Fuimos allí en diciembre de 1985, invitados a los actos de conmemoración del V Centenario del nacimiento de la reina alcalaína Catalina de Aragón, allí enterrada, reina consorte de Inglaterra. Con tal ocasión establecimos las bases de un hermanamiento entre las dos ciudades. Pues bien, nada más llegar a la ciudad donde descansa Catalina, nos tenían organizado un viaje relámpago, con subida de caracol a un monte, en cuya cima había un lago imponente. Era su lago, su toison natural, su áurea, su alto ombligo, su orgullo. Y allí estuvimos, agrupados en sendos grupos, mirándonos en el espejo congelado de nuestros propios idiomas. Se adivinaba la máxima de tan británico protocolo: “Primero, el lago”.

     Manuel Gala, el dilatado rector de nuestra Universidad y dilecto rey mago de nuestra ciudad, se dejó olvidado su soberbio lago en la maqueta de su campus universitario, junto al Real Jardín Botánico. Si Manolo no nos dio lago, mal lo tenemos. Las maquetas de los alcaldes Peinado y Bartolo presentaban sendos lagos en el Parque Ferial, junto al Hennares, reteniendo el curso de sus aguas, pero los ecologistas y Bruselas dicen que allí sólo pueden acercarse las aves. De todas formas, las aguas de azufre de tan lejano río pródigo, que vivaquea entre sospechosas industrias, no tienen la garantía de las aguas de nuestro subsuelo. Por último, los lagos que figuraban en el proyecto de soterramiento de las vías del tren, al igual que los ya citados, son lagos que no llegaron a nacer y que son chapoteados por los ángeles bobos del limbo.

     Me tengo que conformar, de momento, con la maqueta que me ofrece Jesús Domínguez, el concejal de Medio Ambiente,  quien, en su proyecto de remodelación del parque O’Donell, va a colocar un lago en la zona actualmente reservada a los juegos infantiles, por hallarse dicha zona por debajo de la cota cero. M e he de quedar de momento con el lago de Domínguez, un lago como una riñonera, presidiendo la que quiere ser concurrida plaza deese Parque de nuestra infancia, apretada de fragancias y de peces de colores.

     Y enseguida se me ha agrandado la figura de Pepe Calleja, por ser el creador  de la zona de juegos infantiles y de la cota y el puente, y de la Pista Florida y las piscinas, las primeras que fueron. La remodelación del parque en los bajos años setenta, desde el entusiasmo de Pepe Calleja, creó las pautas sobre las que ahora va a pivotar la próxima remodelación de Domínguez, tanto que Pepe vino a marcar el cauce del lago. Quizás esté yo ahora compensando a Calleja de aquel ataque furibundo que le dediqué en un Programa de Ferias de aquellos días, a causa del la remodelación del magno arboricidio perpetrado al parque, ya que llegaba la moda inglesa del césped y hubo que dar paso al rey sol, en detrimento de la umbría profunda del parque. Pero las paalabras mueren como los árboles.

     En estos días densos de propuestas e iniciativas de todo color, desde mi rincón, sin elevar la voz por si suena a despropósito, sólo pido un lago. “Primero, el lago”, como en la tierra alta y honda de Catalina, la tierra hermana de la hermana reina

                                                                                              José César Álvarez
                                                                                              Puerta de Madrid

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