sábado, 26 de mayo de 2012

     LA HOGUERA DE SANTA LUCÍA

     Serían las 7,20 de la tarde día 12 de los corrientes, víspera de Santa Lucía, patrona de ciegos y modistillas, cuando Bonifacio Vallejo, que dicen "El Líguerín” (deformación de ‘El Higuerín), amigo donde los haya, padre de Ramón Vallejo ‘El Artista’, más amigo si cabe, al salir el padre, digo, de su habitáculo rotulado como ‘Casa Pezuela, Vinos y cervezas’ le entró un aire, una tentación irresistible. Como quiera que frente al susodicho bar estaban apilados los viejos enseres y leña que los devotos de la Santa y vecindario en general habían allegado para contribuir a la tradicional hoguera, hete aquí que el señor Bonifacio prendió la hoguera. Lo cua] fue ejecutado de por libre y sin que hubiera guapo que lo redujera. Así las cosas, la hoguera de Santa Lucía 1978 ardió con una hora y diez nimutos de adelanto
lanto sobre el horario previsto.

     Comenzó, no obstante, el espectáculo con unos negros nubarrones de humo, aunque, justo es decirlo, no por culpa del espontáneo atizador, sino por culpa de un  neumático. Mas, superado el bache, pronto las llamas surgieron bravuconas, azuzadas por mano maestra, cuestión que haabrá que tener en cuenta para próximas ediciones. Una hoguera, señores, es algo serio, algo seriamente bello.

     Los incondicionales de cada año Ilegamn a las brasas esta vez con repetidas explicaciones que sopoortaba de buena manera el reducido esqueleto del señor Bonifacio. Llegaban los incondicionales para llevarse todavía las cabras en sus espinillas, llegaban siquiera fuese para recordar con nostalgia mirando el rojo vivo y decrépito de las ascuas. “Yo cuento 52 hogueras, los mismos que llevo en Alcalá” decía una señora que vendía botones en una mercería de la calle Mayor. Puede que el alcalainismo se cotice por enteros en la bolsa de la hoguera de Santa.
Lucía. “Aquéllas sf que eran fiestas” decía otra, quizás al ver que este año han faltado las patatas, el chorizo, el vino peleón... Y es que llevamos un tiempo donde uno no sabe si seguir, si hay que cambiarlo todo, si esta hoguera vale. Es un tiempo de hiato titubeante.

     La hoguera de Santa Lucía, sin embargo, es quizás el último vestigiu de un largo rosario de fiestas ancestrales que hemos oído contar a nuestros mayores: La Feria de la Cebolla, San Antón, San Blas, el baile de los compadres,
el baile de la blusa... Queda la hoguera de Santa Lucía, todos los años, aquí, al pie nrismo de la torre de San Justo, la más gallarda de esta región, frente a la ermita de la Santa y frente al rincón húmedo de "Casa Pezuela, Vinos y Cervezas”. .

     MADARIAGA, AZAÑA Y LOS ALCALAINOS

     Ha muerto Salvador de Madariaga, el alcalainista, el que abrió brecha en la prensa nacional clavando argumentos como dardos clarividentes en favor del retorno de la Universidad a Alcalá y desplegando su fina ironía sobre ese campus de ‘El Goloso’ donde se asentó otra universidad para Madrid. No hubo aicalaíno que le escribiera que le dejara sin contestar. Algunas de sus epístolas fueron en copla, chispeantes, y las guardan y exhiben hoy con orgullo sus agraciados y espontáneos renitentes. Lo que son las cosas: dos días antes de su muerte había releído el artículo que a Azaña dedica el insigne polígrafo fallecido en su obra “Españoles de mi tiempo”, y había transcrito a mi bloc estas líneas, poco conocidas, en que con Azaña nos vemos retratados todos los alcalaínos: “El español de más talla que reveló la breve etapa republicana era de Alcalá de Henares. Mucho se ha escrito sobre Alcalá; no obstante, poco sobre su clima. Alcalá es un horno en verano y una nevera en invierno, de tal modo que los alcalaínos están cocidos por el calor y recocidos por el frío, y así criados por anbas influencias contrarias logran una singular impasibilidad. Las cosas no les dan ni frío ni calor, no al menos comparables con los excesos  d e lo uno y de lo otro a que los somete su tierra...”

     Llega ahora la transcripción justamente con la noticia de su muerte. Desde Lucarno (Suiza), lugar de su fallecimiento, nos llega la acusación de impasibles. Y es verdad: lo bueno, lo malo, lo alegre, lo trágico, lo urgente, lo baladlí... todo lo recibimos con idéntica innmutabilídad. A veces da la alarmante sensación de que
esta ciudad ha perdido su latido. ¿Será verdad que es el clima el que conforma nuestra idiosincrasia? Sería una generosa justificación de nuestras debilidades. Puede que Alcalá posea un microclima, aunque no conste en ningún tratado de Geografía; pero el que sí consta ya es ese otro clima de tlbíezas, de perezas, de desconcertante hieratismo. Para conprobarlo, podemos hacer una relación de aspectos significativos de nuestra ciudad, y junto a cada uno agregar como el remoquete monocorde de un ‘ora pro nobis’ éste de Madariaga: “ni frío ni calor”..., "ni frío ni calor”... Lo cual podemos decir mirando el huero Palacio Arzobispal, mirando la pobre Magistral, ni sombra de lo que fueron, mirando los pajares y almacenes de nuestros colegios y conventos universitarios del Siglo de Oro, mirando la ruina de Santa María, mirando el tesoro cisneriano incautado...

     Puede hacernos esta acusación un hombre casi centenario que nos quiere  y que ha muerto con plena lucidez sobre su mesa de trabajo. Un hombre que ha vivido ‘con calor’ la historia de España, que ha escrito ‘sin frío’ en los cuatro idiomas principales de Europa, que ha escrito con pasión una novela eterna como es “El corazón de piedra verde” y una obra histórica como “Simón Bólivar”.

     Adiós a don Salvador, el ingeniero de las letras, el diplomático español más internacional, el cual se ha ido llevándose a Alcalá clavada.



     DÁMASO ALONSO A ALCALÁ

A Dámaso Alonso le ha sido concedido el Premio Miguel de Cervantes, el nóbel de la Lengua Española (al decir de América), de la Lengua Castellana (según el decir de la Constitución Española), sucediendo en el galardón a Jorge Guillén y Alejo Garpentíer. Porque es algo que cae de su propio peso y por aquello de que no hay dos sin tres, esperamos que el autor de “Hijos de la ira” reciba el premio en el incomparable marco de nuestro Paraninfo, a pesar de lo que por ahí se oye y se lee. Los celos que despierta Alcalá son justificados, pero su desplante, no. Cervantes y la Universidad de Alcalá son el binomio histórico de esta ciudad, que nunca  fue interactivo. Pero el espacio del Premio es el genuino del Siglo de Oro. Y único.
                                                                                         
      José César Álvarez
                                                                           Puerta de Madrid,  23.12.1978

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