sábado, 21 de abril de 2012

Cervantinas
Don Quijote y Cervantes.
Esquivias y Alcalá (1)
     
     En este año en el que se conmemora el "cuarto centenario" de la pu­blicación de la Primera Parte del Quijote, Alcalá de Henares, la vieja Compluto, cuna de Cervantes, mira hacia Esquivias (Toledo) con me­lancolía, ahora que con más encono le disputan ser la patria de don Quijote como a Alcalá le disputaron en su día ser la cuna de Cervantes. La patria de Cervantes y de Don Quijote, ambas, conocen el aco­so de otros lugares. Es el paralelismo existente entre Cervantes y Don  Quijote, su alter ego, "Solos los dos somos para en uno", y en am­bos casos se teje un misterioso enredo. Pero las evidencias terminan aflorando, pese a la colaboración en contra del propio Cervantes.
     
     Uno de los principales escenarios de la vida de Cervantes fue sin duda Esquivias. En Esquivias apareció Cervantes un septiembre de 1584, tiempo de la vendimia, tras de los frutos granados de su amigo del alma y poeta maestro Pedro Lainez. Va buscando los manuscritos de su obra literaria. Su amigo poeta ha muerto hace seis meses y ha dejado su obra sin publicar. Cervantes ya tiene experiencia en las relaciones editoriales. Hace tres meses que ha cerrado un contrato con el alcalaíno Blas de Robles para la publicación de La Galatea. Sus conocimientos pueden ayudar a la viuda Juana Gai­tán, esa joven morisca con la que su amigo contrajo matrimonio en el crepúsculo de su vida.
  
        Los personajes de La Galatea, pri­mera novela de Cervantes, son rea­les. Tras Tirsi y Damón se ocultan sus amigos poetas Francisco de Fí­gueroa y Pedro Lainez. Y en este caso no se ocultan, puesto que le in­teresa aclararlo con otros datos rele­vantes. A Pedro lo veía Cervantes en Alcalá o Madrid, donde vivía desde niño, según nos dice Cervantes en La Galatea, en boca de la pastora "complutense" Teolinda, ofreciendo como único dato principal de la sem­blanza de ambos personajes el de sus orígenes:
     
     Si los oídos  no me engañan, her­mosas pastoras, yo creo que tenéis hoy en vuestras riberas a los dos nombrados y famosos pastores Tirsi y Damón, naturales de mi patria, a lo menos Tirsi, que en la famosa Compluto, villa fundada en las ribe­ras de nuestro Henares, fue nacido. y Damón, Su íntimo y perfecto ami­go, si no estoy mal informada, de las montañas de León tiene su origen, y en la nombrada Mantua Carpetanea (Madrid) fue criado ...
   
       Así es cómo Cervantes tomó el ca­mino de Esquivias en volandas de su amigo, tras de su uva madura. Se su­bió al correo de mulas que semanal­mente unía Madrid con Toledo, se bajó en illescas y se echó una legua hacia el este. El destino le reservaba a Pedro Lainez, en agradecimiento, meter a Miguel en los olivos y viñe­dos de La Sagra, los bordes de la alo­cada llanura de La Mancha, donde sólo ahí Cervantes podría volcar todo lo que llevaba dentro.

     Cervantes encuentra en Esquivias a Juana Gaitán, la bella morisca casada de nuevo con un mozalbete de 23 años. Y allí quiso el destino, o quién sabe si los finos hilos conduc­tores de Pedro Lainez, que conocie­ra a la que había de ser su mujer, Ca­talina de Salazar, no la madre, que también, porque vivía cerca de la casa de Juana y, como ella, había quedado hace poco viuda y habría relación con Catalina Palacios, la madre de la Catalina moza, de ape­nas 20 años, en quien se han posado los ojos de Cervantes. No sabemos cómo fue y si "la gaitana" tendió sus artes celestinas. Es de suponer que las vecinas visitaran a Juana, quien, en el filo de las lenguas murmurado­ras por no llorar a su marido el tiem­po debido, cautivaría, sin embargo, a otras personas, ya que Juana Gai­tán mantenía ante ellas el prestigio de las costumbres de una dama cor­tesana, porque, quieras que no, se­guía siendo la viuda de un alto ca­marero del príncipe don Carlos, hijo de Felipe II. No sabemos cómo fue, pero lo que sí sabemos es que aque­lla Catalina, la hija enlutada de Es­quivias, fue un flechazo para Cer­vantes, porque tres meses después sube con ella al altar de la parroquia de Santa María de Esquivias para contraer matrimonio con Catalina de Salazar, que así la llamamos, aunque en el acta matrimonial se la cita como "doña Cata de Palacios, vezi­na desquibias". De eso ya hablare­mos, que las dos cosas valen. Les casó el párroco Juan Palacios, tío de la novia. Cervantes tenía 37 años y casi doblaba en edad a Catalina, quien sabía leer y escribir, y llevaba un hilo de sangre judía.
     N
     o sabemos nada más, ni si la no­via era morena como las mujeres de La Sagra o si era rubia como lo fue Galatea. Quizás no resultara un ma­trimonio feliz, dada la permanente itinerancia del hombre de negocios y el hombre de letras, pero sobrelle­varon las adversidades y las alegrías del contrato matrimonial hasta la muerte de Miguel en la calle León de Madrid. Entonces, Catalina, viu­da a los 51 años, vino a hacer con su marido lo mismo que Miguel vino a hacer a Esquivias con su amigo, lle­varle a la imprenta, aunque Cervan­tes no lo consiguiera. Catalina, por su parte, muerto Miguel, le llevará a la imprenta nuevas ediciones de la segunda palie del Quijote y el Persi­les y     Sigismunda, mondo y lirondo.
      El problema de no poder comple­tar la biografía de Cervantes es la distancia. Sin embargo, de la época de Cervantes, 41 años menor, era don Tomás Tamayo de Vargas, uno de los grandes cronistas de la época, quien tenía familiares en Esquivias precisamente, y que, por oídas y por vistas, las dos cosas, le hizo natural de Esquivias, donde Cervantes vivió largo tiempo, iba y venía, allí recala­ba. Lo cual no le fue ajeno al célebre cronicón y erudito, sin importarle más ceñirse a la semblanza de un es­critor que no debía ser santo de su devoción. De Esquivias dice Tama­yo que es Cervantes en su aparatosa obra manuscrita en tres volúmenes Junta de libros la mayor que jamás ha visto España (año 1624, Biblio­teca Nacional).


  
Casa de doña Catalina de Salazar, esposa de Cervantes,en Esquivias.
      

 Tamayo, testimonio apático y displicente del Príncipe de los Ingenios, de quien dice que es in­genio lego, representa la indolencia de la cultura oficial del momento por entender la obra cervantina. Ese hombre que va y viene en mula, con negocios revueltos de trigos y de le­tras, de costales y de libros, está cre­ando los fundamentos de la novela moderna. Menos mal que el croni­cón alaba su invención en otra de sus obras, Garci Laso de la Vega, natu­ral de Toledo, Príncipe de los poetas castellanos (1622). Aquí están an­clados sus fervores literarios, que es de reconocer hay alto estro y métri­cas italianizantes, y la poesía estará "desfavorecida" para otros, pero no para él. Este es su príncipe. Y el lu­gar de nacimiento, que se considera dato importante, se dice en el mismo título.
     Nosotros, hoy, don Tomás Tama­yo, porque seguimos considerando importante el lugar de nacimiento en la recuperación del perfil humano de nuestro Príncipe de las Letras, y un poco por su culpa, hemos tenido que andar retrospectivamente los siglos que nos separan para esclarecer el lugar del nacimiento cierto del hom­bre de Esquivias que no fue de Es­quivias.
José César Álvarez
                                                                        Puerta de Madrid, 25.6.2005



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