lunes, 23 de abril de 2012

lA aSimeTRía

La plaza de San Diego o de la Universidad sigue metida en harina. Cuando acabe diremosnos gusta. Un zapato nuevo siempre despunta, ennoblece. A la plaza de San Diego la están poniendo zapatos nuevos. Pero hay cosas que ya claman.

          Claman las líneas asimétricas. Porque ocurre que el lado de la plaza ocupado por el cuartel mide más que el lado del hotel. Y esa desproporción, que se subsumía antes en el saco de la pelouse central, lo cual es de sentido común, haciendo casar sus líneas urbanas con sus lados naturales, no ha querido ahora disimularse. Casan únicamente las líneas urbanas del ángulo recto formado por la fachada de la Universidad y el cuartel, dejando un resto de líneas a la deriva y produciendo una disfunción óptica con respecto a los lados naturales formados por la línea de casas ocre y la del hotel. Cantan y cantarán las líneas oblicuas, y más cuando sean subrayadas por la vegetación de un parterre corrido entre dos aceras rojizas. Chirriarán las líneas asimétricas frente a la fachada clamorosamente armónica del Renacimiento, la cual preside/no preside la plaza.

     La simetría, cánon del mundo clásico, norma tradicional del buen gusto, es asaltada impunemente por los actuales gurús de la cosa en el propio templo de la simetría. La ubicación lateral del órgano en la Catedral-Magistral, bajo el arco que fue coro central, es también un ejemplo palmario de asimetría, de desequilibrio formal. Los gurús de la Dirección  General de Patrimonio -nada se mueve aquí sin su asentimiento- indicaron, llegado el evento, que “el órgano había de estar donde antes estaba”. Y ello a pesar de que el espacio interior de la iglesia había sido reorganizado y desaperecido el coro central. Pero a los gurús se les escapaba un “pequeño” detalle. Allí donde ellos colocaban un órgano, los antepasados colocaban dos, otro en el arco gemelo. Lo cual hacían antes en aras de la armonía y de las bellas formas. Y si ahora se trataba de un organo, uno, habría que haber buscado otra solución. Los gurús de la Comuidad de Madrid parecen oír psicofonías del más allá, pero con evidentes interferencias. No se puede defender a ultranza un criterio arqueológico, a costa de quebrantar impunemente el criterio estético más elemental.

     Veo en el libro abierto del Alcalá eterno dos titanes laterales, dos aletas laterales, dos escudos laterales, dos naves laterales, dos estatuas laterales, dos torreones laterales, dos pináculos laterales, dos puertas laterales… Y veo en el libro cerradamente normativo de los tiempos que corren: un órgano lateral. Pero ello es en defensa, dicen, del patrimonio histórico.

     La Puerta de Madrid, monumento singular, es asimétricamente exenta. Necesita una calle gemela que la aísle y la equilibre. Para ello habría que rebanar la línea de casas contigua y permutar el espacio rebanado por el excedente municipal a la vuelta. Sólo un Plan Parcial podría redimir aquella deprimente entrada al Alcalá monumental. Pero los gurús municipales no moverán líneas, porque hay un plano del año catapún que dice no sé qué. La estética –y la práctica-­ apabullada por una norma rígida, inflexible, allí donde no hay nada que conservar.

     Sabemos que la asimetría como ruptura, como disonancia, tiene su propia entidad expresiva, pero en otro contexto. Sin embargo, las asimetrías creativas de la modernidad, menos lobos, fueron gritos aislados y pasajeros. Como las cornucopias del rococó y el federalismo asimétrico de Maragall. 



José César Álvarez
                                                                                  Puerta de Madrid, 13.4.2002

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