miércoles, 25 de abril de 2012

QUÉDATE, QUIJOTE



 A punto de expirar el tiempo de la exposición escultórica urbana de las formas colosales, quiero dirigirme al Quijote apostado ante las ruinas de Santa María, roca de las aguas bautismales de Cervantes, y decirle así:

     Quédate con nosotros, gigante, troquel, gracieta; no te vayas, gendarme, anuncio, torre negra.

Tú serás nuestra particular torre Eiffel, el colosal hierro negro que sobrevivió a una exposición temporal.

Eres una forma airosa, no altiva, intrépida, mas colmada de motivos. Eres la sonrisa vertical que anima la tragedia de la piedra mutilada, a la que das sentido, mientras acompasas a la torre, remedando con gracia la soledad de su condición exenta.

Eres figura atrevida, volando por encima de los academicismos urbanos del entorno, los que te enaltecen y enalteces, pero tu osadía no es temeraria y resulta gozosamente disculpable.

Estás, Quijote, clavado justamente en el valle de dos cuerpos altos como un broche. Hazme bulto justo ahí, yo te pido, monigote y vestal, no te muevas, no, quédate ahí, generoso crisol de lúdicos trazos, no te vayas, garabato feliz, elefante negro, ahí tú, fantasmón con lanza de punta quebrada. Quédate ahí, te digo.

José César Álvarez
Puerta de Madrid,

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