sábado, 21 de abril de 2012


Cervantinas
Don Quijote y Cervantes.
Esquivias y Alcalá (y 2)
   

 Nos resistimos a abandonar Es­quivias (Toledo), este lugar "rico en vinos y linajes", del que la con­desa de Pardo Bazán dijo que fue el único lugar de la tierra donde el autor del Quijote conoció la calma y la ventura. Pero aquel inquieto soldado que recorrió el Mediterrá­neo no permitiría que el tedio le dominara, que aquella calma chi­cha le atrapara, allí donde las som­bras de las casas de la calle Mayor se agrandaban y se achicaban idénticamente bajo idéntico len­guaje. Cervantes, en sus conversa­ciones con el cura y con los mu­chos hidalgos del lugar, en sus vi­sitas al mesón de la plaza y al otro "un poco más allá", escudriñaría el alma de hidalgos y labriegos. Le tendrían al corriente de la encona­da rivalidad existente en el pueblo entre los dos hermanos "Quijada", de una parte, y los "Salazar" por la otra, parientes entre ellos. Le con­tarían los chismes recientes del pueblo. De cuando Francisco de Salazar le dio un guantazo a Ga­briel QuUada, teniente de Corregi­dor, y le llamó judío. La plaza de Esquivias aquel día estaba de bote en bote con motivo de la elección de los justicias, y Gabriel Quijada llevó preso a Francisco Salazar llámándole bellaco, en tanto éste reclamaba que se le llevara con di­gnidad, no como lo hicieron sus bisabuelos con Jesucristo. Y segu­ramente también le contarían los esquivianos a Cervantes aquella de cuando Alonso Caproche subió a la torre de la iglesia y, asomado a una tronera, decía a grandes vo­ces, refiriéndose a los hermanos Quijada: "Si queréis judíos putas y puros, nietos de quemados, aquí os los traigo maniatados".
     Cervantes se había casado con una Salazar. Por razones que no vienen al caso, decir en aquella época en Esquivias "Salazar" o "Palacios" era decir la misma cosa. Cervantes se casó con una "Salazar" y en otro sentido, como veremos, con un "Quijada", por­que un antecesor de éstos, el hi­dalgo Alonso Quijada, que llegó a ser agustino y el modelo del Qui­jote.
El Concejo trató de imponer cargas de pecheros a los Quijadas por creer o simular que eran ple­beyos, y éstos se defendieron ante la corte de Valladolid esgrimiendo su hidalguía y
Astrana Marín, a quien le intere­sa la genealogía de la hidalguía caballeresca de los Quijadas, por su evidente repercusión cervanti­na, llega mucho más allá de los papeles de Valladolid, hasta Al­fonso VI. Pero, entre sus anteceso­res, merece la atención, como se la mereció a Cervantes y al Quijote, Gutierre Quijada, citado profusa­mente en la Crónica del Rey don Juan el II de Castilla (Año 1435, cap. CCLV) En dicha Crónica se encuentran las hechuras caballe­rescas e históricas de los ascen­dientes del Quijote y las hazañas de ese gran bracero de Gutierre Quejada:
     E metidos los caballeros en la liza ... , cuando se llegaron cuanto quince pasos, Gutierre Quejada tiró su lanza, e pasó por encima del hombro del Bastardo, e fincó en el suelo de tal manera, que a gran trabajó se pudo sacar; e la lanza del bastardo no llegó a Gu­tierre Quejada ...
       Y Juan Quijada, un biznieto de este Gutierre Quijada, en las prue­bas para recibir el hábito de Cala­trava en 1549, "venció y mató a Suero de Quinones entre Castro­verde y Barcial", a poca distancia del río Valderaduey, no lejos de Medina de Rioseco. ¡Caray con tan tormentosos antecedentes! En todo caso, lamentable suceso éste, perpetrado en una época en que los actos caballerescos habían ya evolucionado desde la sangre a la religión, desde la violencia al ide­al caballeresco.
     El hidalgo Alonso Quijada que nos interesa vivió en Esquivias a finales del siglo XV y primer ter­cio del siglo siguiente, coincidien­do con el auge de las novelas de caballería, y su última salida de­bió de ser a la Orden de San Agus­tín. Era, pues, una mente cultivada, y resultaba ser sobrino del bis­abuelo de Catalina, esposa de Cervantes. Se suele confundir, e incluso complementar, a este ar­quetípico personaje del Quijote, de cuyas andanzas tuvo noticia Cervantes en Esquivias, con otro Alonso Quijada, de Salazar, pecu­liar y acomodado hijo de Gabriel, que muere en 1604, a quien Cer­vantes conoce y de quien también se sirve. Los dos le hacen uno. Nada que decir de la lista de los posibles modelos de don Quijote, que, a mayor abundamiento, se dispara inauditamente.
     Pero la lista que realmente se hace émula de la cuna de Cervan­tes es la de la patria de don Quijo­te. La patria que digo es el famo­so "lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme". La "patria" y "lugar" son aquí térmi­nos sinónimos. Así lo dice don Quijote (2, LXXH). Pues bien, estoy firmemente persuadido de que Cervantes juega con ambas patrias por igual, como si don Quijote fuera su "alter ego". Ese juego a favor del misterio y la ma­raña está en la superficial disqui­sición fónica entre si Quijada, Quesada y Quijana -o el Alonso Quijano de la Segunda Parte, des­pués que había aclarado que era Quijada, esquiviana evidencia que había que oscurecer-, por lo que su afán lúdico por su patria se esclarece no sólo en la indetermi­nación de "en un lugar de la Man­cha", sino en ese amplio nombre de don Quijote de la Mancha, que así quiso ponerlo "puntualmente -dice-, por dejar que todas las vi­llas y lugares de la Mancha con­tendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como conten­dieron las siete ciudades de Gre­cia por Homero" (Quijote, 2, LXXIV). El paralelismo de don Quijote y de don Miguel es asom­broso en este punto. "Solos los dos somos para en uno" dirá en el mismo capítulo.
     Eso sí, en ambos casos, los lu­gares pretendientes superaron los siete lugares homéricos. Las pa­trias apócrifas de Cervantes han sido Sevilla, Córdoba, Alcázar de San Juan, Herencia, Madrid, Ma­dridejos, Esquivias, Toledo, Cer­vantes de Sanabria ... Se tienen por patrias tradicionales de don Qui­jote las siguientes: Argamasilla -nombre con el que juega Cer­vantes-, Argamasilla de Alba, Ar­gamasilla de Calatrava, Miguel Esteban, Villaverde, Tirteafuera, Quintanar de la Orden, Esquivias, toda España, Quero y demás pue­blos de la comarca de Montiel. Y ahora más recientemente, Villa­nueva de los Infantes, idea pro­movida y "vendida" a bombo y platillo por la Universidad Com­plutense de Madrid como definiti­va, viniendo avalada por la acriso­lada modernidad de la casa y de la Ciencia informática.
Ya sabemos que la única patria del Quijote todo es la cabeza de Cervantes, pero sobre pautas de verosimilitud, sobre patrones arrancados de la realidad misma. A Cervantes le duele matar esa proximidad localista en aras de la universalidad y ahí se debate. Una cosa tendremos clara: si don Qui­jote es Quijada, como guadanes­camente aparece, don Quijote es esquiviano. Y hay una prueba in­controvertible: lo dice el mismo don Quijote (1, XLIX) cuando al referirse a las hazañas que tuvie­ron lugar en Borgoña, referidas en la citada Crónica de Juan II, por parte de Gutierre Quixada, "de cuya alcurnia yo deciendo por lí­nea recta de varón" aclara el inge­nioso hidalgo.
Pero es que no sólo es esquivia­no Don Quijote, lo es también el cura de "en un lugar de la Man­cha", de nombre Pero Pérez, que aparece en numerosos documen­tos del archivo parroquial de Es­quivias y es coetáneo de Alonso Quijada. Y lo es Mary Gutiérrez, como a veces llama Cervantes a la mujer de Sancho. Y lo es Aldonza Lorenzo, doña Dulcinea, trasvasa­da a El Toboso, donde no hay "Lorenzos". Es Esquivias el único lugar donde se daban a la vez los Ricote, Carrasco, Quiñones, Alonso y Alamo, apellidos importantes  entre los personajes de la inmortal obra. Y el criterio de los nombres de los personajes está por encima del "sistema de distancias y tiempos" que la Complutense dice que es el Quijote como méto­do para averiguar el nombre del "lugar de la Mancha". Y estos nombres esquivianos son hombres enraizados en su pueblo, como lo estaba Cervantes, quien, desde el córner de Esquivias, los lanza mentalmente a la olla de la Man­cha con geográfica disposición. Cervantes, por ejemplo, no cono­cía El Toboso, ya que no hay flo­resta ni dehesa próxima desde la que se domine el pueblo ni se pue­den dar con la iglesia al entrar. En el Quijote no hay acertijos con so­lución. Es ese un reduccionismo simplista. En el Quijote hay enre­do para enredadores. Como la liga para cazar pájaros donde el que más se mueve más fijamente que­da atrapado. En el Quijote nada es mensurable y las ciencias de la exactitud nada tienen que hacer.
Esquivias no fue evidentemente la patria de Cervantes, pero fue la patria transportable del Quijote, de quien "dél se precia ... la Alta Man­cha" dirá Cervantes al final de la Primera Parte. La "alta Mancha" de Toledo es el lugar de Esquivias, de cuyo nombre no quiso acordar­se y se acordó. Las pruebas de Es­quivias son abrumadoras. Escribo desde Alcalá de Henares, la que apenas ha podido hoy cubrir las ci­catrices que le dejó el expolio de 1836, cuando la Universidad del Renacimiento y del Siglo de Oro es arrancada de Alcalá para llevarla a Madrid como "Universidad Central". Aquella triste operación fue bautizada en su época como "la inocentada de Alcalá". Ahora que miro a Esquivias, pienso que la Universidad Complutense de Ma­drid, heredera y detentadora de aquel botín, sigue en sus trece de cara a Esquivias, sin poder discer­nir si es que sigue anclada en el ex­polio o en la inocentada.
.. José César Álvarez
                                                                        Puerta de Madrid, 2.7.2005

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