Ojo de buey
El templo de la naturaleza
La ideología de género no es un capricho aleatorio de la posmodernidad. La ideología de género no ha sobrevenido sobre la faz social como un viento o una escarcha, sino como un riego pertinaz, un gota a gota consciente y programado. Es el gota a gota de los matrimonios del mismo género, el derecho contraceptivo de la mujer, el Ministerio de Igualdad, la cuota ministril de género, el proyecto de igualdad en el orden de los apellidos, el proyecto de supresión del Libro de Familia…
La elección del término “género” pertenece a la más profunda perversión del lenguaje. Se dice género por no decir sexo. Se margina lo profundo, lo natural, lo que nos hace originariamente diferentes, para subrayar la igualdad. El género es término más superficial, es vocablo gramatical y clasificador de tipos literarios. Se quiere instalar al hombre y la mujer en el plano de unos papeles que se eligen, que se interpretan, devaluando así su radical naturaleza.
En esta negra amalgama nos encontrábamos cuando llegó el obispo de sotana blanca a abrazar al Apóstol Santiago, patrón de España. Estábamos mirando al Libro de Familia que nos quieren quitar y que tanta simbología encierra, cuando llegó el Papa Benedicto XVI a consagrar el templo de la Sagrada Familia y a visitar el centro familiar del “Niño Dios”. Estábamos hablando de la desnaturalización del hombre y la mujer, y surgió la luminosa filigrana de la obra secular de Antoni Gaudí, inspirada en la belleza armónica de la naturaleza. Estábamos en el anticlericalismo que arrecia, y nadie va a poder evitar que el techo de la Ciudad Condal sea la cruz colosal que rematará la obra de Gaudí, quien, inevitable, camina hacia los altares.
Ese domingo de tan inaudita belleza fue el último día soleado de este otoño que se cierra como boca de lobo. Sí, porque al día siguiente, el autodenominado progresismo aullaba sobre el oro de la cruz, “que llevaba ese señor”, sobre el coste del viaje y sobre no sé qué “insultos” y menciones a los años treinta. Los católicos de este país fueron insultados por quienes saben que sus víctimas pondrán la otra cara y por quienes carecen de atributos para hacerlo con los islamistas. El mismo progresismo que da leña al mono del catolicismo de la España eterna, es el que da lana al moro de las lapidaciones y del yihadismo.
Uno entiende que la vida esté llena de contrastes, que incluso la enriquecen, de antítesis profundas que propician la dialéctica de la historia. Y que esto ha pasado desde que estaba en pie la casa de Hippolytus e incluso desde la pátera de Titulcia. Pero estas reacciones son abismos irreconciliables, fracturas sociales que hay que superar. Por eso, el Pontífice, el constructor de puentes, ha llegado sabiamente en el más abrupto de los momemtos.
José César Álvarez
Puerta de Madrid, 13.11.2010
OJO de buey
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