lunes, 23 de abril de 2012


 Salpicón de notas con nata
          
       Yiyu, animal    
     Amy es una americana del estado de Oregón que ha visitado España y Alcalá recientemente. Alguien le preguntó que qué era lo que más le había sorprendido de España. Amy contestó sin pensarlo demasiado:
     —Los graffiti, las pintadas.
     El espontáneo entrevistador volvió a la carga, tratando de inquirir si esas pintadas le llamaban la atención por su nivel artístico, por su mensaje...
     —Por su violencia, porque hacen mucho daño —aclaró Amy.
     Y es que las pintadas de Alcalá hacen rechinar los dientes. Alcalá aguanta sin rechistar la violencia impune de las pintadas. Violencia impune sobre las vallas de material absorbente del nuevo centro de Salud Juan de Austria, o sobre la nueva fachada de ocre refulgente de la casa de Vicario en la plaza de San Julián, o sobre la puerta principal de madera barnizada del monasterio de las Úrsulas, donde dice Yiyu, que es la misma pintura que chafarrina con odio la museística puerta de la antigua posada del Laurel, adosada frente a la casa de Cervantes. Tu, Yiyu, eres un maldito, cacho animal. Te envuelves como las zorras en las sombras de la noche y emponzoñas la ciudad. Eres un producto avieso de la LOGSE, de la LODE y de la no-LOCE, arrasada por el déficit democrático de un tal Zapatero. De la violencia de las aulas has saltado a la violencia en la ciudad. Llevas forjada la insolencia de no haberte levantado cada una de tus mañanas a la entrada de tu profesor. Eres un subproducto genuino de la cultura del talante.
     La policía municipal incrementa sus efectivos y las pintadas también. No hay interacción efectiva entre ambos fenómenos. Las empresas privadas, que viven de su imagen, ante tamaña impunidad, han tenido que incorporar a su presupuesto de gastos la limpieza permanente de pintadas. La empresa pública, sin embargo, debe carecer de imagen, debe ser persona despersonalizada que aguanta estoicamente todo lo que le echen. Así, por ejemplo, en la fachada de las oficinas de la Seguridad Social de la calle Divino Vallés ya no queda lugar para más pintadas. Es esa otra forma de supervivencia: permanecer encenagados hasta los dientes.
     Yiyu, eres un animal.

          Adiós, ambulatorio, adiós

          Ha desaparecido, por fin, del ámbito de la sanidad cierta cabeza pensante asturiana, que echaba mano sin rubor de su propia historia regional, historia también de todos, a la hora de las denominaciones de los centros médicos. Y no lo digo por el digno nombre del hospital “Príncipe de Asturias”, sino por los Ramiros y Ordoños, de corto reinado denominativo, que nos intronizó. Hace apenas un año asistí a un acto de entrega de diplomas en el salón de actos del hospital, y pude comprobar que coleaba todavía el nombre del hospital. Un médico dijo que debía haber llevado el nombre de Averroes. El personal del hospital viene en avalancha de Madrid y no se han parado a pensar en las posibilidades denominativas en torno a la Universidad del Renacimiento que tuvo Alcalá, donde se incorporaron las disciplinas humanas.
     Francisco Díaz, uno de los padres de la Urología, alcalaíno, amigo de Cervantes, ha dado nombre al moderno Centro Integral de Diagnóstico y Tratamiento, rompiendo valientemente con tanto escarceo denominativo. Este Francisco Díaz tiene que ser el que figura como testigo en el acta de bautismo del hermano de Miguel, Rodrigo de Cervantes, juntamente con sus famosos colegas médicos Gil Verte y Pedro Vallejo. Cervantes, por su parte le regalaría en 1588 un soneto introductorio para su tratado sobre los reñones, vexiga, verga y urina.
     El edificio que se conoce como ambulatorio del Val tiene, pues, los días contados para seguir en pie. El viejo ambulatorio de Carmen Calzado, de los años cincuenta, cumple estructuralmente sus funciones, pero este edificio de los setenta ha resultado un auténtico asador en el estío, una chicharrera insufrible de mínimas consultas. Caiga por fin tan torturante mole y descanse en paz su arquitecto. Amén.

     Alcázar de la Poesía
     El Ateneo de Alcázar de San Juan lleva ocho años  desarrollando el bello y maratoniano proyecto de cumplir 24 horas de poesía itinerante, y en esta edición recalaban en Toledo, Alcalá, Segovia, Tordesillas, León, Oviedo y Arriondas. A las cinco y media de la tarde del viernes día 11 llegó el autocar a la calle de San Juan, que era su San Juan, y del alcázar metálico descendió la cadencia del verso amplificado, que, paso a paso, llegó hasta el nuevo salón de actos de la Concejalía de Cultura, donde los poetas locales tenían su oportunidad durante una hora. Allí estaban entre otros, Elisa de Francisco, quien nos había convocado, y Tomás Ramos, Luis de Blas y Antonio Soria, eternos poetas y rapsodas de toda circunstancia . No conocíamos a los alcazareños por estos nomadismos, les conocíamos más bien por su eterna


Puerta de Madrid, 19.5.2007


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