La casa de Cervantes
(Capítulo
16 de “La disputada cuna de Cervantes”, de José César Álvarez, Ediciones
Bornova y Excmo. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2005)
Fue el 6 de octubre del año 1956, el “Día de la Provincia”, cuando
inauguraron la Casa
natal de Cervantes de Alcalá de Henares, el monumento que hoy resulta ser el
segundo más visitado de la
Comunidad de Madrid. Ya en 1947, cuando se celebraba el IV
Centenario del nacimiento de Cervantes, se
pensó en la fundación de la casa-museo de Cervantes, una vez conocido el
resultado de las investigaciones de don Luis Astrana Marín, que fijaba la casa
natal de Cervantes, documentada en 1941, en la calle Imagen 2. La realización
de este proyecto fue fruto de una eficaz colaboración de las tres
administraciones, la estatal, provincial y local. Surgió únicamente el escollo
de una señora “muy alcalaína”, propietaria de un solar contiguo afectado, que
sólo quería vender por más del doble del precio de mercado, y que si no dio al
traste con el proyecto fue por el verdadero interés que mostraron las tres
administraciones. En 1953 el entonces alcalde de Alcalá Lucas del Campo
adquiere la casa de Imagen 2, que mide 287 m2, con los fondos que previamente consigue en la Diputación. A los
inquilinos de esta casa de vecindad les da la oportunidad de ser propietarios
de una vivienda en la barriada social “José del Campo” adelantando el precio
del desahucio. En 1954 el alcalde hace donación de la casa al Ministerio de
Educación con obligación de respetar el uso cervantino a que se destina y
otorgando un plazo de dos años para la ejecución de las obras. Pero la compra
del solar de Mayor 48 que hace esquina se resiste, y el proyecto cuenta con ese
espacio agregado de 177 m2,
ya que es por donde se planea la entrada principal. Como la fecha clave de la
inauguración, 6 de octubre, se echa encima, a finales de marzo de 1956
comienzan las obras ocupando el dichoso solar todavía sin adquirir, hasta que la Diputación resuelve el
tema aportando la alta diferencia sobre la generosa tasación del Ayuntamiento.
Un año después, noviembre de 1957, el alcalde de la casa de Cervantes es cesado
y le sucede el primer teniente de alcalde Félix Huerta, el sobrino precisamente
de la firme dama alcalaína, quien abandonaba los plenos municipales cuando se
trataba el asunto, como si en ello no le fuera nada.
La identificación documental de la Casa natal de Cervantes por
parte de Astrana Marín está basada en un documento de 1610 (Archivo del
Hospital de Antezana, con muros colindantes a la casa de Imagen, 2) y en las declaraciones allí vertidas por los
testigos Juan Méndez de Contreras, familiar del Santo Oficio; Rodrigo del
Castillo, don Alonso Ramírez de Arellano, caballero de la orden de Alcántara; el
conocido genealogista don Alonso López
de Haro, el bachiller Francisco López de Camarma, comisario de la Inquisición, y otros.
Así constan en una probanza testifical de nobleza, extendida en Alcalá y
Guadalajara en 1610, con el fin de obtener dos plazas de patronos en la Hermandad de Nuestra
Señora de Antezana a favor de don Lorenzo Hurtado de Santarén y doña Isabel de Mendoza, hija de Martina, prima
carnal de Cervantes y nieta de su tía María. Dichos testigos afirman que el
licenciado Juan y su esposa, su hija María y demás familia “vivían en la calle
de la Imagen,
a espaldas del Hospital de Nuestra Señora de Antezana”. Dicho documento es
completado con el aludido poder notarial que desde Córdoba es enviado por el
licenciado Juan –abuelo de Cervantes– en 2 de enero de 1551 a favor de su hija
María para la venta de propiedades (Luis Astrana Marín, Op. Cit, Tomo I, cap. VI y VIII)
Dos semanas antes de
la inauguración de la casa de Cervantes, el periodista y escritor Juan Antonio
Cabezas publicaba en el diario España de Tánger un artículo donde se denunciaba la
destrucción perpetrada. El citado artículo fue reproducido por un centenar de
periódicos españoles e hispanoamericanos, y llevaba por título Alcalá de Henares, villa de mala suerte – La
capital universitaria del “Siglo de Oro” se quedó sin monumentos.
Era aquel, en efecto,
el momento más ruinoso del patrimonio de “la ciudad mártir de España”, ninguna
comparable con su sacrificio histórico y monumental. Porque cien años justos
después del desahucio de la
Universidad de Lope, Tirso, Calderón, Quevedo, San Ignacio de
Loyola... perpetrado en 1836, cien años después, digo, llegaron los tres
asoladores y desoladores años de la guerra civil y sus tres fuegos horrísonos.
A la Universidad
no le llegó otro fuego que el de la incuria, porque su patrimonio apenas se
tenía en pie años después de la contienda. El fuego real devoró la parroquia de
Santa María la Mayor,
roca de las aguas bautismales de Cervantes, y la Iglesia Magistral,
la de la roca mártir de Justo y Pástor, abrillantada por el ingenio de los
mgistri universitarios del Siglo de Oro. Pero el fuego más ingrato de todos
fue el que abatió el incomparable palacio de los Arzobispos de Toledo, sede de
Concilios y cuna de reyes (1), que entonces albergaba el Archivo General
Central. Aquel momento de ruina y postración contrasta con la fase posterior de
rehabilitación de la ciudad, recuperada en gran parte, y reconocida en 1998
con el nombramiento de “patrimonio mundial”
por parte de la UNESCO.
La casa demolida de
Cervantes era, sin embargo, bien modesta, con pozo y pila y unas zapatas con
columnas de madera, que formaban pórtico y corredores en el patio interior y
que fueron sustituidas por las columnas de piedra del patio de Fonseca del citado y “desgraciado” Palacio Arzobispal.
Aquellas columnas las vimos de chico sacar del patio del Ave María de aquel
Palacio-Archivo-Seminario, la que fue su triple funcionalidad en el tiempo. La
nueva casa respetó la estructura inicial de la primitiva edificación, a excepción
de la nueva entrada y fachada que se abrieron a la calle Mayor, siendo dotada
esta nueva fachada de un jardín delantero, cuyo solar correspondía a los restos
de una casa medianera desaparecida, antes adosada por su fondo a Imagen 2, y
que tenía soportal y fachada a la citada calle Mayor.
Luis Astrana Marín, de quien dijimos
había documentado la citada casa de Cervantes y que era presidente de la Sociedad Cervantina,
declinó la invitación al acto de inauguración de dicha casa, programada para el
6 de octubre de 1956, lo que quería decir que los eruditos y entusiastas
cervantinos iban a seguir la decisión de Astrana, en protesta por el derribo de
la vieja casa de Cervantes, adquirida por el Ayuntamiento de Alcalá.
“No sabemos, ni nos interesa –escribía
entonces Juan Antonio Cabezas– de quién fue la idea del derribo total de la
modesta casa alcalaína en la que vino al mundo Miguel de Cervantes, ni qué
criterio ha motivado tan absurda decisión, llevada a cabo sin que, al parecer,
a nadie se le haya ocurrido protestar contra tamaño desatino. Sólo pensamos
ante lo irremediable: ¡Está visto que la mala suerte de Alcalá no se ha
terminado!”
Previendo que iban a hacer al acto un
vacío, quizás por eso fue que nos enviaron a los seminaristas para hacer bulto.
El patio estaba de bote en bote y en la galería superior se hacinaban los
fotógrafos. Llegado el momento protocolario de los discursos, don Rafael, mi
profesor de Literatura, fuera de protocolo, salió de espontáneo y se puso a dar
voces como un energúmeno, cosa que electrificó el ambiente. Pero yo era incapaz
de entender lo que decía mi profesor:
–Esta
no es la casa de Astrana –gritaba.
Era la primera vez que oía eso de
"Astrana”, quién me lo iba a decir a mí después, y fonéticamente se
parecía a entrena, estrena, entraña,
pero no era nada de eso, nada entendible y coherente. Además, ¿no estábamos en
la casa de Cervantes? ¿A cuento de qué venía lo de la casa de astrán o astracán? Esperé un nuevo envite de mi profesor, que hacía pausas
de recuperación:
–Esta
no es la casa de Astrana –repetía inflexible y congestionado mi profesor.
Don Rafael Sanz de Diego estaba ya
mayor. Era canónigo penitenciario de la santa e insigne Iglesia Magistral de
Alcalá de Henares, excelente versificador e inspirado poeta, autor teatral e
historiador, estaba considerado como un consumado orador sagrado. Don Rafael, sin embargo, transmitía
normalmente un hilito de voz apagada, pero, cuando se encrespaba oral u
oratorialmente, se transmutaba, proyectando su ahogada voz y dominando ámbitos
como era el caso. Don Rafael llevaba sobre sí un halo de santidad, de reputada
austeridad franciscana, y aquella casa de Cervantes, de seguro, no le debía
parecer adecuada para un poeta. Así fue cómo el canónigo magistral nos sirvió
una ración de su agitada oratoria ante las autoridades provinciales y locales
de aquel momento. Alguna indicación hubo de recibir de don Juan Ricote, obispo
auxiliar de la entonces diócesis de Madrid-Alcalá, allí presente, o puede que
del Abad, porque don Rafael terminó su breve alocución de esta manera:
–Y
me callo por obediencia, que no por falto de razones.
Y dicen que estuvo enfermo tres días
del soponcio. Por su parte, los derribadores oficiales se defendían alegando
transformaciones irreparables en la casa y que se habían respetado elementos de
su interior, además de la estructura general que había que consolidar. El
marques de la Valdavia,
presidente de la Diputación,
el hombre más populista de aquellos días, levantó con su discurso encendidos
aplausos. El diputado Pombo Angulo, allí presente, fue el más sufrido y
denodado puntal de esta empresa, quien declaró que la obra había sido ejecutada
con el máximo respeto que les fue posible. José García Saldaña, nombrado
“cronista de la ciudad” a título póstumo,
abunda en este sentido, op. cit, diciendo que el derribo de la casa de
Cervantes fue parcial y mucho menos de lo que se ha dicho y que “en el patio
interior de la casa... se conserva un ala de la edificación antigua... y en
ella una galería o corredor muy semejante a los ya descritos hablando de la
calle Mayor “ (casas de la judería)
Podemos decir, sin embargo, que la
casa de Cervantes reproduce en verdad un magnífico ejemplar de vivienda
castellana del siglo XVI. La casa se desarrolla a partir de un patio porticado
de doble planta. La planta baja se destina a los quehaceres de la vida
cotidiana y se suceden las salas de labor, de aparato, cocina, comedor, el
curioso estrado para las damas y el despacho de sangrador o cirujano, profesión
del padre de Cervantes, donde se han descubierto unas interesantes pinturas
murales del siglo XV, prueba de que se respetaron elementos interiores.
Todos los datos que se tienen indican
que Rodrigo de Cervantes, padre del escritor, al casar con Leonor de Cortinas,
se queda a vivir con su madre Leonor Fernández de Torreblanca y junto a su
hermana María. La sordera del cirujano concitó a tres mujeres en su entorno. La
planta superior está destinada a dormitorios y a sala de entredormitorios o de
ropa, además de una amplia muestra editorial cervantina. Es, pues, la planta
baja una zona social, más concurrida en verano, y es la planta alta la zona
íntima y más soleada, preferida en el invierno.
Existe en esta “Casa de Cervantes” una
importante muestra de muebles, cerámicas, cuadros y objetos de la época, cuya
presencia no resulta “excesiva” como a veces se ha dicho. Los aprietos
económicos de Rodrigo no debieron hacer desaparecer ciertas manifestaciones de
los años de esplendor y fausto en que vivieron los Cervantes, y menos ocultar
la vida desahogada en que debió vivir María, gracias a la dote cobrada a la
casa de los Mendoza de Guadalajara, que ascendía a casi seiscientos mil
maravedíes.
En las declaraciones de los testigos
que obran en favor de Rodrigo de Cervantes en el pleito de Valladolid, dan
muestra del tren de vida de la familia años atrás (F. Rodríguez Marín, Nuevos documentos cervantinos) Así,
Cristóbal de Vega, catedrático de la Universidad complutense (la original de Alcalá) y
comentador de Hipócrates, dijo del licenciado Cervantes y de sus hijos que,
mientras vivieron en Alcalá,
...andaban muy bien ataviados e de ricos atavíos e con
muy buenos caballeros e pajes e mozos y esclavos, e se trataban con otros
caballeros e hijosdalgos, teniendo gran fausto de casa...
Otro testigo en aquel juicio, Diego de
Frías, vecino de Alcalá, declara haber visto jugar cañas en esa villa a Rodrigo
de Cervantes y
... a otro su hermano, que es muerto, y jugar sortija con
caballos buenos e poderosos...
Por lo que la recreación mueble y
enseres nobles de la época no exceden a la condición social de los Cervantes,
pese a las adversidades por venir. Conocidas son las listas de joyas, vestidos
y enseres que recibía María de su amante Martín Mendoza, el arcediano cañí,
hijo de la gitanilla Cabrera y de don Diego Hurtado de Mendoza, tercer duque
del Infantado. María podía exhibir, de esta procedencia, su rosario o collar de
ciento una perlas orientales o "la manga de raso con sesenta e un ojales
de oro, en cada uno tres perlas”, las joyas que por dos meses contractuales
deja en prenda al prestamista Diego de la Haya (Pérez Pastor, Documentos cervantinos, t. I, doc. I)
Esta "casa de
Cervantes” tuvo en Alcalá de Henares un precedente en el punto diagonalmente
opuesto de la misma manzana, en la calle que por ello sigue llamándose “de
Cervantes”. Una tradición, dijeron, había fijado anteriormente la “casa de
Cervantes” en la tapia de una antigua casa de la calle Tahona, hoy Cervantes,
donde dicen que habitó el sangrador de los capuchinos, cuya antigua tapia de la
casa servía de medianería al huerto, que, con la desamortización del s. XIX, había pasado a propiedad privada.
Como el espacio de la supuesta casa estuviera metido en el entonces conocido
por “huerto de Saturio”, las leyendas y pintadas que sobre la tapia se
colocaban eran más bien jocosas o no muy acertadas, el ayuntamiento de Alcalá
se propone encargar una lápida y un texto dignos sobre la tapia de la vieja
casa que estaba justo donde hoy se sitúa el Teatro Salón Cervantes Como el
teatro ocupó el primitivo lugar de la casa desmochada, las lápidas se
sucedieron después más al sur, sobre la tapia del patio contiguo que fue
terraza de cine de verano. Pero estamos en los dignos propósitos del
ayuntamiento de 1846, quien decide hacer el encargo de tan digno texto al poeta
nacional laureado Manuel José Quintana,
a quien no se le ocurrió otra cosa que lo siguiente. Decía así el texto
original de la lápida:
AQUÍ NACIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
AUTOR DEL DON QUIJOTE;
POR SU NOMBRE Y POR SU INGENIO
PERTENECE AL MUNDO CIVILIZADO;
POR SU CUNA A ALCALÁ DE HENARES.
AÑO 1846.
De donde fácilmente podía deducirse
que Alcalá de Henares no pertenecía al mundo civilizado. Posteriormente, en
1905, con motivo del III Centenario del Quijote, quiso enmendarse la
“ocurrencia” sustituyendo la lápida por otra de texto no insultante y fue esta:
AQUÍ ESTUVO LA CASA DONDE NACIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
AUTOR DEL ”QUIJOTE”.
HOMENAJE DE LA CIUDAD DE
ALCALÁ DE HENARES
A SU HIJO ESCLARECIDO.
MCMV.
Esta lápida, sin embargo, se retiró de
la circulación con motivo de la inauguración en 1956 de la actual “Casa de
Cervantes”, donde no se colocó lápida alguna. El texto de la retirada lápida
podría haber servido para la nueva casa por aquello de “aquí estuvo la casa”.
Pero esa función habría de corresponder al que suscribe, quien en 1997, con
motivo del 450º aniversario del nacimiento de Cervantes redactó seis textos
para seis lugares cervantinos de Alcalá de Henares. En la “Casa de Cervantes”,
donde ahora nos encontramos, en el jardín de entrada, sobre piedra que en el
suelo adopta forma de hito, sobre una vertiente chafada en la piedra, puede
leerse, aunque difícilmente:
AQUÍ NACIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
“EL MANCO SANO, EL FAMOSO TODO,
EL ESCRITOR ALEGRE,
EL REGOCIJO DE LAS MUSAS”.
AÑO 1997.
CDL ANIVº NACIMIENTO DE CERVANTES.
El que suscribe, como se ve, encargó
la redacción de esta lápida al propio Cervantes, en razón de los torpes
antecedentes narrados, ya que el texto está extraído del prólogo del Persiles y Sigismundda. Sólo parece
original lo de “Aquí nació”.
La remozada “casa” puede inspirar
dudas totales o parciales, pero el “AQUÍ” inicial e indicativo quiere tener el
pleno valor histórico que hemos mostrado, que es el valor neutral e informativo
del hito de piedra antiguo que señala el kilómetro en una carretera o el
amojonamiento de un predio. Este hito de piedra, apostado a la entrada de la Casa de Cervantes, muestra un
“AQUÍ” objetivamente apasionado, pero que quiere ser tan desapasionadamente
localista como el mojón de la carretera antigua. Porque de nada sirve
adjudicarse en exclusiva un Cervantes que es de todos desde hace mucho tiempo.
(1) En el palacio
Arzobispal de Alcalá de Henares, señorío prelaticiode Toledo,con quien estuvo
ligada la ciudad durante más de ocho
siglos, nació Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos V, enterrado en
Praga, en cuyo túmulo equivocadamente dice “natus in Medina”en vez de “natus in
Compluto”. También nació en este palacio Catalina de Aragón, primera mujer de
Enrique VIII, enterrada en la abadía de Peterborough, ciudad inglesa que se
hermanó con Alcalá de Henares en 1986 con motivo de celebrarse el 450º
aniversario de su muerte.
(2) Han existido y
coexistido en Alcalá estas dos tradiciones: que don Rodrigo, padre de Cervantes fue
sangrador del Hospital de Antezana, de ahí la proximidad de su vivienda, y
otra: que era sangrador del convento de los Capuchinos, en cuyo huerto contiguo
estaba su ccasa, que algunos decían estaba más al interior, versiones todas que
he oído referir a personas eruditas.
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