sábado, 21 de abril de 2012








La casa de Cervantes

(Capítulo 16 de “La disputada cuna de Cervantes”, de José César Álvarez, Ediciones Bornova y Excmo. Ayuntamiento de Alcalá de Henares, 2005)


Fue el 6 de octubre del año 1956,  el “Día de la Provincia”, cuando inauguraron la Casa natal de Cervantes de Alcalá de Henares, el monumento que hoy resulta ser el segundo más visitado de la Comunidad de Madrid. Ya en 1947, cuando se celebraba el IV Centenario del nacimiento de Cervantes, se  pensó en la fundación de la casa-museo de Cervantes, una vez conocido el resultado de las investigaciones de don Luis Astrana Marín, que fijaba la casa natal de Cervantes, documentada en 1941, en la calle Imagen 2. La realización de este proyecto fue fruto de una eficaz colaboración de las tres administraciones, la estatal, provincial y local. Surgió únicamente el escollo de una señora “muy alcalaína”, propietaria de un solar contiguo afectado, que sólo quería vender por más del doble del precio de mercado, y que si no dio al traste con el proyecto fue por el verdadero interés que mostraron las tres administraciones. En 1953 el entonces alcalde de Alcalá Lucas del Campo adquiere la casa de Imagen 2, que mide 287 m2, con los fondos que previamente  consigue en la Diputación. A los inquilinos de esta casa de vecindad les da la oportunidad de ser propietarios de una vivienda en la barriada social “José del Campo” adelantando el precio del desahucio. En 1954 el alcalde hace donación de la casa al Ministerio de Educación con obligación de respetar el uso cervantino a que se destina y otorgando un plazo de dos años para la ejecución de las obras. Pero la compra del solar de Mayor 48 que hace esquina se resiste, y el proyecto cuenta con ese espacio agregado de 177 m2, ya que es por donde se planea la entrada principal. Como la fecha clave de la inauguración, 6 de octubre, se echa encima, a finales de marzo de 1956 comienzan las obras ocupando el dichoso solar todavía sin adquirir, hasta que la Diputación resuelve el tema aportando la alta diferencia sobre la generosa tasación del Ayuntamiento. Un año después, noviembre de 1957, el alcalde de la casa de Cervantes es cesado y le sucede el primer teniente de alcalde Félix Huerta, el sobrino precisamente de la firme dama alcalaína, quien abandonaba los plenos municipales cuando se trataba el asunto, como si en ello no le fuera nada.

La identificación documental de la Casa natal de Cervantes por parte de Astrana Marín está basada en un documento de 1610 (Archivo del Hospital de Antezana, con muros colindantes a la casa de Imagen, 2) y en  las declaraciones allí vertidas por los testigos Juan Méndez de Contreras, familiar del Santo Oficio; Rodrigo del Castillo, don Alonso Ramírez de Arellano, caballero de la orden de Alcántara; el conocido genealogista don  Alonso López de Haro, el bachiller Francisco López de Camarma, comisario de la Inquisición, y otros. Así constan en una probanza testifical de nobleza, extendida en Alcalá y Guadalajara en 1610, con el fin de obtener dos plazas de patronos en la Hermandad de Nuestra Señora de Antezana a favor de don Lorenzo Hurtado de Santarén y doña  Isabel de Mendoza, hija de Martina, prima carnal de Cervantes y nieta de su tía María. Dichos testigos afirman que el licenciado Juan y su esposa, su hija María y demás familia “vivían en la calle de la Imagen, a espaldas del Hospital de Nuestra Señora de Antezana”. Dicho documento es completado con el aludido poder notarial que desde Córdoba es enviado por el licenciado Juan –abuelo de Cervantes– en 2 de enero de 1551 a favor de su hija María para la venta de propiedades (Luis Astrana Marín, Op. Cit, Tomo I, cap. VI y VIII)

Dos semanas antes de la inauguración de la casa de Cervantes, el periodista y escritor Juan Antonio Cabezas publicaba en el diario España  de Tánger un artículo donde se denunciaba la destrucción perpetrada. El citado artículo fue reproducido por un centenar de periódicos españoles e hispanoamericanos, y llevaba por título Alcalá de Henares, villa de mala suerte – La capital universitaria del “Siglo de Oro” se quedó sin monumentos.

Era aquel, en efecto, el momento más ruinoso del patrimonio de “la ciudad mártir de España”, ninguna comparable con su sacrificio histórico y monumental. Porque cien años justos después del desahucio de la Universidad de Lope, Tirso, Calderón, Quevedo, San Ignacio de Loyola... perpetrado en 1836, cien años después, digo, llegaron los tres asoladores y desoladores años de la guerra civil y sus tres fuegos horrísonos. A la Universidad no le llegó otro fuego que el de la incuria, porque su patrimonio apenas se tenía en pie años después de la contienda. El fuego real devoró la parroquia de Santa María la Mayor, roca de las aguas bautismales de Cervantes, y la Iglesia Magistral, la de la roca mártir de Justo y Pástor, abrillantada por el ingenio de los mgistri universitarios del Siglo de Oro. Pero el fuego más ingrato de todos fue el que abatió el incomparable palacio de los Arzobispos de Toledo, sede de Concilios y cuna de reyes (1), que entonces albergaba el Archivo General Central. Aquel momento de ruina y postración contrasta con la fase posterior de rehabilitación de la ciudad, recuperada en gran parte, y reconocida en 1998 con  el nombramiento de “patrimonio mundial” por parte de la UNESCO.

La casa demolida de Cervantes era, sin embargo, bien modesta, con pozo y pila y unas zapatas con columnas de madera, que formaban pórtico y corredores en el patio interior y que fueron sustituidas por las columnas de piedra del patio de Fonseca del  citado y “desgraciado” Palacio Arzobispal. Aquellas columnas las vimos de chico sacar del patio del Ave María de aquel Palacio-Archivo-Seminario, la que fue su triple funcionalidad en el tiempo. La nueva casa respetó la estructura inicial de la primitiva edificación, a excepción de la nueva entrada y fachada que se abrieron a la calle Mayor, siendo dotada esta nueva fachada de un jardín delantero, cuyo solar correspondía a los restos de una casa medianera desaparecida, antes adosada por su fondo a Imagen 2, y que tenía soportal y fachada a la citada calle Mayor.

Luis Astrana Marín, de quien dijimos había documentado la citada casa de Cervantes y que era presidente de la Sociedad Cervantina, declinó la invitación al acto de inauguración de dicha casa, programada para el 6 de octubre de 1956, lo que quería decir que los eruditos y entusiastas cervantinos iban a seguir la decisión de Astrana, en protesta por el derribo de la vieja casa de Cervantes, adquirida por el Ayuntamiento de Alcalá.

“No sabemos, ni nos interesa –escribía entonces Juan Antonio Cabezas– de quién fue la idea del derribo total de la modesta casa alcalaína en la que vino al mundo Miguel de Cervantes, ni qué criterio ha motivado tan absurda decisión, llevada a cabo sin que, al parecer, a nadie se le haya ocurrido protestar contra tamaño desatino. Sólo pensamos ante lo irremediable: ¡Está visto que la mala suerte de Alcalá no se ha terminado!”

Previendo que iban a hacer al acto un vacío, quizás por eso fue que nos enviaron a los seminaristas para hacer bulto. El patio estaba de bote en bote y en la galería superior se hacinaban los fotógrafos. Llegado el momento protocolario de los discursos, don Rafael, mi profesor de Literatura, fuera de protocolo, salió de espontáneo y se puso a dar voces como un energúmeno, cosa que electrificó el ambiente. Pero yo era incapaz de entender lo que decía mi profesor:

Esta no es la casa de Astrana –gritaba.

Era la primera vez que oía eso de "Astrana”, quién me lo iba a decir a mí después, y fonéticamente se parecía a entrena, estrena, entraña, pero no era nada de eso, nada entendible y coherente. Además, ¿no estábamos en la casa de Cervantes? ¿A cuento de qué venía lo de la casa de astrán o astracán? Esperé un nuevo envite de mi profesor, que hacía pausas de recuperación:

Esta no es la casa de Astrana –repetía inflexible y congestionado mi profesor.

Don Rafael Sanz de Diego estaba ya mayor. Era canónigo penitenciario de la santa e insigne Iglesia Magistral de Alcalá de Henares, excelente versificador e inspirado poeta, autor teatral e historiador, estaba considerado como un consumado orador sagrado.  Don Rafael, sin embargo, transmitía normalmente un hilito de voz apagada, pero, cuando se encrespaba oral u oratorialmente, se transmutaba, proyectando su ahogada voz y dominando ámbitos como era el caso. Don Rafael llevaba sobre sí un halo de santidad, de reputada austeridad franciscana, y aquella casa de Cervantes, de seguro, no le debía parecer adecuada para un poeta. Así fue cómo el canónigo magistral nos sirvió una ración de su agitada oratoria ante las autoridades provinciales y locales de aquel momento. Alguna indicación hubo de recibir de don Juan Ricote, obispo auxiliar de la entonces diócesis de Madrid-Alcalá, allí presente, o puede que del Abad, porque don Rafael terminó su breve alocución de esta manera:

Y me callo por obediencia, que no por falto de razones.

Y dicen que estuvo enfermo tres días del soponcio. Por su parte, los derribadores oficiales se defendían alegando transformaciones irreparables en la casa y que se habían respetado elementos de su interior, además de la estructura general que había que consolidar. El marques de la Valdavia, presidente de la Diputación, el hombre más populista de aquellos días, levantó con su discurso encendidos aplausos. El diputado Pombo Angulo, allí presente, fue el más sufrido y denodado puntal de esta empresa, quien declaró que la obra había sido ejecutada con el máximo respeto que les fue posible. José García Saldaña, nombrado “cronista de la ciudad”  a título póstumo, abunda en este sentido, op. cit, diciendo que el derribo de la casa de Cervantes fue parcial y mucho menos de lo que se ha dicho y que “en el patio interior de la casa... se conserva un ala de la edificación antigua... y en ella una galería o corredor muy semejante a los ya descritos hablando de la calle Mayor “ (casas de la judería)

Podemos decir, sin embargo, que la casa de Cervantes reproduce en verdad un magnífico ejemplar de vivienda castellana del siglo XVI. La casa se desarrolla a partir de un patio porticado de doble planta. La planta baja se destina a los quehaceres de la vida cotidiana y se suceden las salas de labor, de aparato, cocina, comedor, el curioso estrado para las damas y el despacho de sangrador o cirujano, profesión del padre de Cervantes, donde se han descubierto unas interesantes pinturas murales del siglo XV, prueba de que se respetaron elementos interiores.

Todos los datos que se tienen indican que Rodrigo de Cervantes, padre del escritor, al casar con Leonor de Cortinas, se queda a vivir con su madre Leonor Fernández de Torreblanca y junto a su hermana María. La sordera del cirujano concitó a tres mujeres en su entorno. La planta superior está destinada a dormitorios y a sala de entredormitorios o de ropa, además de una amplia muestra editorial cervantina. Es, pues, la planta baja una zona social, más concurrida en verano, y es la planta alta la zona íntima y más soleada, preferida en el invierno.

Existe en esta “Casa de Cervantes” una importante muestra de muebles, cerámicas, cuadros y objetos de la época, cuya presencia no resulta “excesiva” como a veces se ha dicho. Los aprietos económicos de Rodrigo no debieron hacer desaparecer ciertas manifestaciones de los años de esplendor y fausto en que vivieron los Cervantes, y menos ocultar la vida desahogada en que debió vivir María, gracias a la dote cobrada a la casa de los Mendoza de Guadalajara, que ascendía a casi seiscientos mil maravedíes.

En las declaraciones de los testigos que obran en favor de Rodrigo de Cervantes en el pleito de Valladolid, dan muestra del tren de vida de la familia años atrás (F. Rodríguez Marín, Nuevos documentos cervantinos) Así, Cristóbal de Vega, catedrático de la Universidad complutense (la original de Alcalá) y comentador de Hipócrates, dijo del licenciado Cervantes y de sus hijos que, mientras vivieron en Alcalá,

...andaban muy bien ataviados e de ricos atavíos e con muy buenos caballeros e pajes e mozos y esclavos, e se trataban con otros caballeros e hijosdalgos, teniendo gran fausto de casa...

Otro testigo en aquel juicio, Diego de Frías, vecino de Alcalá, declara haber visto jugar cañas en esa villa a Rodrigo de Cervantes y 

... a otro su hermano, que es muerto, y jugar sortija con caballos buenos e poderosos...

Por lo que la recreación mueble y enseres nobles de la época no exceden a la condición social de los Cervantes, pese a las adversidades por venir. Conocidas son las listas de joyas, vestidos y enseres que recibía María de su amante Martín Mendoza, el arcediano cañí, hijo de la gitanilla Cabrera y de don Diego Hurtado de Mendoza, tercer duque del Infantado. María podía exhibir, de esta procedencia, su rosario o collar de ciento una perlas orientales o "la manga de raso con sesenta e un ojales de oro, en cada uno tres perlas”, las joyas que por dos meses contractuales deja en prenda al prestamista Diego de la Haya (Pérez Pastor, Documentos cervantinos, t. I, doc. I)

Esta "casa de Cervantes” tuvo en Alcalá de Henares un precedente en el punto diagonalmente opuesto de la misma manzana, en la calle que por ello sigue llamándose “de Cervantes”. Una tradición, dijeron, había fijado anteriormente la “casa de Cervantes” en la tapia de una antigua casa de la calle Tahona, hoy Cervantes, donde dicen que habitó el sangrador de los capuchinos, cuya antigua tapia de la casa servía de medianería al huerto, que, con la desamortización del  s. XIX, había pasado a propiedad privada. Como el espacio de la supuesta casa estuviera metido en el entonces conocido por “huerto de Saturio”, las leyendas y pintadas que sobre la tapia se colocaban eran más bien jocosas o no muy acertadas, el ayuntamiento de Alcalá se propone encargar una lápida y un texto dignos sobre la tapia de la vieja casa que estaba justo donde hoy se sitúa el Teatro Salón Cervantes Como el teatro ocupó el primitivo lugar de la casa desmochada, las lápidas se sucedieron después más al sur, sobre la tapia del patio contiguo que fue terraza de cine de verano. Pero estamos en los dignos propósitos del ayuntamiento de 1846, quien decide hacer el encargo de tan digno texto al poeta nacional laureado  Manuel José Quintana, a quien no se le ocurrió otra cosa que lo siguiente. Decía así el texto original de la lápida:

AQUÍ NACIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
AUTOR DEL DON QUIJOTE;
POR SU NOMBRE Y POR SU INGENIO
PERTENECE AL MUNDO CIVILIZADO;
POR SU CUNA A ALCALÁ DE HENARES.
AÑO 1846.

De donde fácilmente podía deducirse que Alcalá de Henares no pertenecía al mundo civilizado. Posteriormente, en 1905, con motivo del III Centenario del Quijote, quiso enmendarse la “ocurrencia” sustituyendo la lápida por otra de texto no insultante y fue esta:

AQUÍ ESTUVO LA CASA DONDE NACIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
AUTOR DEL ”QUIJOTE”.
HOMENAJE DE LA CIUDAD DE
ALCALÁ DE HENARES
A SU HIJO ESCLARECIDO.
MCMV.

Esta lápida, sin embargo, se retiró de la circulación con motivo de la inauguración en 1956 de la actual “Casa de Cervantes”, donde no se colocó lápida alguna. El texto de la retirada lápida podría haber servido para la nueva casa por aquello de “aquí estuvo la casa”. Pero esa función habría de corresponder al que suscribe, quien en 1997, con motivo del 450º aniversario del nacimiento de Cervantes redactó seis textos para seis lugares cervantinos de Alcalá de Henares. En la “Casa de Cervantes”, donde ahora nos encontramos, en el jardín de entrada, sobre piedra que en el suelo adopta forma de hito, sobre una vertiente chafada en la piedra, puede leerse, aunque difícilmente:

AQUÍ NACIÓ
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA,
“EL MANCO SANO, EL FAMOSO TODO,
EL ESCRITOR ALEGRE,
EL REGOCIJO DE LAS MUSAS”.
AÑO 1997.
CDL ANIVº NACIMIENTO DE CERVANTES.

El que suscribe, como se ve, encargó la redacción de esta lápida al propio Cervantes, en razón de los torpes antecedentes narrados, ya que el texto está extraído del prólogo del Persiles y Sigismundda. Sólo parece original lo de “Aquí nació”.

La remozada “casa” puede inspirar dudas totales o parciales, pero el “AQUÍ” inicial e indicativo quiere tener el pleno valor histórico que hemos mostrado, que es el valor neutral e informativo del hito de piedra antiguo que señala el kilómetro en una carretera o el amojonamiento de un predio. Este hito de piedra, apostado a la entrada de la Casa de Cervantes, muestra un “AQUÍ” objetivamente apasionado, pero que quiere ser tan desapasionadamente localista como el mojón de la carretera antigua. Porque de nada sirve adjudicarse en exclusiva un Cervantes que es de todos desde hace mucho tiempo.


(1) En el palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, señorío prelaticiode Toledo,con quien estuvo ligada la ciudad durante más de ocho  siglos, nació Fernando I de Habsburgo, hermano de Carlos V, enterrado en Praga, en cuyo túmulo equivocadamente dice “natus in Medina”en vez de “natus in Compluto”. También nació en este palacio Catalina de Aragón, primera mujer de Enrique VIII, enterrada en la abadía de Peterborough, ciudad inglesa que se hermanó con Alcalá de Henares en 1986 con motivo de celebrarse el 450º aniversario de su muerte.

(2) Han existido y coexistido en Alcalá estas dos tradiciones:        que don Rodrigo, padre de Cervantes fue sangrador del Hospital de Antezana, de ahí la proximidad de su vivienda, y otra: que era sangrador del convento de los Capuchinos, en cuyo huerto contiguo estaba su ccasa, que algunos decían estaba más al interior, versiones todas que he oído referir a personas eruditas.

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