Las cuatro posturas de Azaña
Don Manuel Azaña ha sido removido y en el aire ha quedado un rebrote de esencias azañistas. Don Manuel, hecho bronce, ha pasado de la olla de cemento donde se encontraba prisionero a la rotonda aledaña abierta. No era para menos. En eso todo el mundo está de acuerdo. Pero al llegar a la rotonda, Azaña podía haber adoptado una entre cuatro posturas, es decir, podía mirar a cada uno de los cuatro puntos cardinales. ¿Es correcta la postura en que se le ha colocado? Caben cuatro opiniones. Ha sido de esta forma como Azaña ha provocado esta dialéctica cuatridimensional, en cuyo juego me permito entrar con el permiso de don Manuel. La realidad es calidoscópica y a cada una de las cuatro posibles posturas le corresponde un ojo crítico. A todas, menos a una. O a lo mejor don Manuel es siempre crítico desde donde se le mire.
1.- Azaña, de espaldas a Nuevo Alcalá (como está)
Como los últimos de Filipinas, tú también has sido el último símbolo en salir de ese malhadado parque. No sé qué pasa contigo, hijo, que donde vas la pringas. Porque mucho símbolo y tal pero que de parque nada, pero que nada. Allí soltabas un chico entero y te volvía medio. Al Paco Adrada ese le tocó iirlo cambiando y remozando: las montañas, el peligro de los regatos y, ¿te lo quieres creer?, hasta los juegos infantiles eran de cemento, te lo juro, los toboganes de cemento, y van y te plantan a ti allí, en el anfiteatro, que no estaba mal y tal, por aquello de que tú eras primero orador, después presidente de
2.- Azaña colocado de cara a «Nuevo Alcalá
¿Te acuerdas de aquel gran alcalaíno y alcalde que se llamó Huerta Calopa? ¿Te acuerdas? Te lo topaste un día en Madrid, en la cuesta de Moyano, creo, de libros ambos, y le espetaste que había tres cosas con las que no comulgabas: «
Ahora te han colocado de espaldas a Alcalá, como te corresponde. Nunca demostraste, la verdad, excesivos entusiasmos por tu cuna: aquel provincianismo ramplón, aquellos años perdidos junto con tu hermano en la fábrica de la luz. Incluso cuando alguna vez te referiste a la obra de tu padre, la historia más completa que de Alcalá se ha escrito, si no era lo tuyo desdén, tenía al menos el aire de estar de vuelta de todo eso. Nadie dirá que no está Alcalá en tu obra, pero no es el Alcalá de tu padre, es el Alcalá biológico, nostálgico, tu Alcalá. Ese es tu sitio: de espaldas a Alcalá, como Dios manda y tú lo quisiste.
3.- Azaña colocado de cara a la nueva Ronda Fiscal
Ahí, ése es tu sitio, ni norte ni sur, en el filo de la indecisión, en los baldíos del compromiso, de perfil, nunca de cara. Impasible ante la dialéctica norte-sur, en los terrenos de nadie, ambiguo, en la clave de la disyuntiva. Lo dijo Salvador de Madariaga: «Alcalá es un horno en verano y una nevera en invierno: de modo que los alcalaínos están cocidos por el calor y recocidos por el frío, y así criados por ambas influencias contrarias logran una singular impasibilidad. Las cosas no les dan ni frío ni calor ... Tal era, en efecto, la primera impresión que causaba Manuel Azaña. Era inmutable. Lo bueno, lo malo, lo alegre, lo triste, todo parecía dejarle indiferente». Eso es, tu monumento debe ser el de la indiferencia, impasible el ademán, la mirada ni a derecha ni a izquierda, repartiendo un ojo a cada lado.
Tienes una orientación dislocada. ¿Te acuerdas de aquella buena amiga alcalaína cuando te visitó en el Palacio de Oriente? Había unos cañones apostados en los balcones de cara al exterior. Tú, entonces presidente de
4.- Azaña colocado de cara a la vieja Ronda Fiscal
Sin ironía, esa debiera haber sido su colocación y no necesariamente en el centro de la rotonda. De espaldas al menor caudal de tráfico entrante, como mal menor, y de cara al parque que lleva su nombre y que fue su finca. De cara al paseo de los plátanos gigantes, donde gustaba pasear en compañía de su buen amigo José Vicario, envuelto en la capa de buen paño. De cara al auditorio, que sigue siendo suyo, que fue su más luminoso ámbito.
Ahí estás bien, Manolo, de espaldas al Madrid, la capital de tu desdén, de tu monumental contradicción, donde nunca debieras haber caído ni ascendido para tu mal y el de los españoles. Tu desdén madrileño llegó hasta tu amigo Vicario, alcarreño alcalaíno, ‘el vicario de Durón’, así firmaba, al que ahora estás viendo bajo los plátanos. Fue a visitarte un día a
José César Álvare
Puerta de Madrid, 14.5.1994
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